La disputa por el PRI ha comenzado a subir de tono por el acoso contra el presidente Enrique Peña Nieto en estos últimos días de gobierno, sobre todo por revelaciones sin pruebas sobre narcotráfico, los expedientes abiertos de corrupción y la presión social en redes cibernéticas.
La movilización de militantes que ha logrado el exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz ha comenzado a preocupar al priísmo peñista, porque en el interior de la república se han reactivado exgobernadores, exlegisladores y grupos de poder locales. El objetivo de Ruiz Ortiz es que la elección de la nueva dirigencia en el 2019 sea abierta a militantes para que el peñismo en declinación no se quede con los resabios del partido.
Pero en las últimas semanas comienza a perfilarse un tercer grupo en disputa por el PRI: una corriente de priístas aliados con López Obrador, un poco porque el peñismo carece de horizonte y otro poco porque ese priísmo estaría en la lógica de las alianzas del expriísta morenista Ricardo Monreal ya asumido como precandidato presidencial para el 2024.
La pieza de Monreal en el PRI es el exgobernador oaxaqueño José Murat Casab, padre del actual gobernador oaxaqueño Alejandro Murat Hinojosa, éste forjado en el grupo mexiquense de Peña Nieto –su credencial de elector es de Edomex y ahí tiene una notaría– pero ya enfilado hacia el espacio de su padre. Murat Casab quiere apoderarse de la CNOP, luego de haber tenido una gestión inexistente en la Fundación Colosio del PRI.
Ante la debilidad de Peña Nieto y de su grupo en el legislativo, los temores hacia los militantes reactivados por Ruiz Ortiz y la necesidad de López Obrador de desactivar al PRI como oposición de alternancia y anhelante de una oposición leal al lopezobradorismo, el PRI vive sus penurias: su parte del poder es mínima, Peña Nieto quedará arrinconado por expedientes abiertos en redes sociales y una base política apenas llega a 16% de voto presidencial, 9% de diputados, 11% de senadores y 12% de legisladores en Ciudad de México. Como el candidato presidencial José Antonio Meade Kuribreña no estaba afiliado al PRI, tomó sus cosas y dejo al PRI abandonado a su suerte.
El PRI entró en zona de tensión por la campaña del ex gobernador oaxaqueño Ruiz Ortiz exigiendo que la elección de la nueva dirigencia del PRI quede en manos de sus militantes. En su recorrido por la república, Ruiz Ortiz ha logrado el apoyo de cuadros forjados en la lucha política, pero excluidos desde Salinas, Zedillo, Madrazo y Peña Nieto. Si esos líderes locales se mueven, le pueden quitar el control del PRI a Peña Nieto y colocar en posición de competitividad a Ruiz Ortiz.
El problema del PRI radica en la polarización de posiciones, sobre todo porque los activistas de base no se van a salir del partido para fundar otro y los peñistas carecen de militancia y de militantes. Los priístas están viendo con preocupación el regreso al PRI –vía Ruiz Ortiz– de exgobernadores, exlegisladores e importantes figuras locales. El priísmo peñista, y sobre todo la dirigencia sin autoridad política ni moral de Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, quedará con la expresidencia de Peña Nieto como una piedra atada al cuello.
El problema del grupo peñista radica en el reacomodo de grupos de poder priístas por el desmoronamiento del poder de Peña Nieto en el PRI. Ahí comienza a percibirse el activismo de cuando menos dos grupos priístas aliados al lopezobradorismo: la coalición Murat Casab-Murat Hinojosa en Oaxaca-gobernador priísta campechano Alejandro Moreno Alito vía Monreal y a partir del dato de que el hijo de Monreal fue subdirector del Infonavit de Alejandro Murat Hinojosa y el grupo zedillista ya incrustado en el lopezobradorismo: Santiago Levy-Esteban Moctezuma.
Los escenarios en la disputa por el PRI no han podido disminuirse de tensiones y ahora se han sobrecalentado por las dos semanas últimas de gobierno de Peña Nieto y las revelaciones hasta ahora no probadas en el juicio de Joaquín El Chapo Guzmán Loera en Nueva York que han sido potenciadas en redes y espacios políticos. López Obrador ha dicho que no habrá persecución de corrupciones, pero los casos ligados al narcotráfico tendrán que perseguirse de oficio por el efecto en el ambiente social y el factor Trump.
En el 2000 Zedillo alineó al PRI a apoyar a Fox, en el 2006 Madrazo pasó a la confrontación directa y en el 2006 Peña Nieto emergió como candidato único de las cenizas de un PRI destruido por la disputa Zedillo-Madrazo-Elba Esther Gordillo. En las derrotas presidenciales, el PRI oscila entre la ruptura final y el pacto con la oposición victoriosa.
De los cuatro grupos en pugna por el PRI –Peña Nieto, Zedillo, Ruiz Ortiz y Murat-Monreal– saldrá la nueva definición del PRI: la disolución lenta como el PRD, el papel de aliado a Monreal 2024 o la reconstrucción desde la militancia.
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