En Oaxaca a muchos nos ha dejado perplejos el lenguaje y los códigos empleados en la estrategia política del gobierno entrante.
Alejandro Murat llegó a la gubernatura con un doble estigma, herencia de su padre, la negociación política con la disidencia y la mano represora con los grupos inconformes.
Estas dos señales, en sus primeras horas de gobierno, no se han afirmado claramente: el diálogo político con el gremio magisterial, fue solo un llamado –aunque trascendió una reunión informal con la Sección 22- y la maquinaria represiva contra la disidencia tampoco se ha echado a andar, al menos no visiblemente.
La denuncia del COOA, de reprimir y detener su marcha a la ciudad de Oaxaca, aunque fue endosada a Alejandro Murat, fue antes de la toma de posesión. Esto no quiere decir que no se vayan a cumplir las profecías.
En mi opinión, ¿cuál es el principal mensaje político del gobierno de Alejandro Murat? Salvar a una “Oaxaca colapsada” y en ruinas. Es una conjetura, quizá muy aventurada, pero el escenario de los bloqueos el día último de Cué y el primero de Murat, fue un escenario montado.
La escenografía del derrumbe: suspensión de clases, cancelación de actividades laborales en los tres poderes y la toma de posesión, en la madrugada, en la televisión pública, como si Oaxaca estuviera secuestrada, abonaron a esta percepción.
La idea, posiblemente, era generar un escenario de confrontación y polarización, un caos. Idear las condiciones para que el nuevo gobierno entrara a hacer política. Colocaron la pelota frente a una portería sin portero: ¡Remátala Murat! La narrativa del caos y la comunicación política, considero que son las apuestas del nuevo gobierno para enfrentar los conflictos económicos, políticos y sociales.
Si tiene habilidad política, un escenario de confrontación y “caos controlado”, puede ofrecerle condiciones para impulsar sus acciones de gobierno. Murat no ha pronunciado un mensaje de grandes promesas, no abrió con una pieza de oratoria como lo hizo Cué, no se comprometió a nada en su toma de posesión, solamente colocó un objetivo tan general como quimérico: devolver la paz a Oaxaca.
En la atmósfera política flotan algunas preguntas: ¿Podrá gobernar una vez que pase la anestesia social de este arranque de sus primeros días y se diluya la percepción de caos? ¿Qué pasará cuando la sociedad y la masa crítica se den cuenta que ha empezado a tomar control del gobierno y hacer política al más tradicional estilo del PRI? En poco tiempo lo sabremos.