El reverendo padre Lancelot,
Obispo de Winchester,
murió el 25 de septiembre de 1626.
T. S. ELIOT, La aventura sin fin. Ensayos
Zavala me dijo: Quitas el artificio literario y se derrumba todo, no hay información. Era una cantina de San Antonio de la Cal, junto a un arroyo de aguas negras, hacía un sol perro del demonio, llegamos ahí por unas cervezas.
Corre el sexto mes de la nueva administración estatal, los encargados de las secretarías difunden sus intervenciones lectoras ante niños y jóvenes. Con lo grato de las imágenes donde promueven el libro, surgen algunas preguntas: ¿Qué lee un funcionario de la 4T? ¿A dónde nos llevará esa representación escénica de la lectura?
Cuando se trata del gobierno hay preguntas que se quedan sin respuestas.
La estrategia es acertada, la lectura es una representación escénica, un hecho performático que al inicio se da en el espacio de la familia. En la infancia leía bajo la ventana que mira al patio de la casa de mis padres, en barrio Santa María, Tehuantepec; era el hermano menor, hijo último de mi madre, esperaba que madre y hermanos voltearan a verme leer.
En la adolescencia frecuenté la biblioteca de la Casa de la Cultura y la biblioteca pública municipal, consumía historias sencillas, fui lector distraído, dejaba volar la vista y la mano sobre lomo de libros envejecidos. Me atrae el olor de los libros viejos, la bibliosmia; desde esos años tengo preferencia por la literatura popular, aquella de fácil acceso y de tema y formas estables.
Soy un lector municipal. Pero ¿cómo me hice lector?, a mí solo me gustaba estar sentado en el piso, bajo la ventana, escuchar el rugir de los autos que pasaban a toda máquina por la Carretera Internacional Cristóbal Colón, pensaba que algún día llegaría a largarme de aquel pueblo de calores y violencias.
El gobierno relaciona el leer con saber, en su campaña de lectura difunde una ecuación racista: sabe más el que más lee. Cuando me preguntan sobre el perfil de mis estudios profesionales los niego, respondo que cuento con certificado del tercero de primaria, que cursé en la cantina El Roble, de la Güera Lola.
¿Qué es leer? ¿Qué es estudiar? ¿Qué implica contar con estudios profesionales? Mi madre, indígena, viuda, analfabeta al frente de cinco hijos no dejó de llevar el alimento a nuestra casa. Tenía un oficio singular, la memoria: vendía ropa a crédito, cada quincena pasaba a cobrar; con cada clienta nunca perdió la cuenta.
En la cantina de San Antonio de la Cal escuchamos corridos de los de antes, Zavala dijo: Esas son de mi pueblo. Afuera el sol insistía en perseguir a la gente pero adentro había sombra, el piso estaba recién regado y la Victoria, bien fría como pata de muerto; Zavala mencionó el nombre de un autor, José María Arguedas.
Henestrosa dijo un día: Cuando leo el tiempo se detiene; podría decir: cuando hablamos de autores literarios vemos pasar el tiempo, cargado con formas de narrar.
La plática corrió por buenos caminos, la forma de la escritura; hablamos de autores, esas presencias imborrables, de estilos; hubo Cortázar, El Perseguidor, quise hablar del signo lingüístico, el lenguaje, de la imagen que todos tenemos de las cosas; del hecho de las palabras habladas y la grafía, el signo, de cómo la práctica de la lectura convierte a la representación escrita en imagen mental, y de cómo esa imagen forma el sentido, la comprensión del texto cuando llegaron las tortas de chorizo, tasajo y ante el olor de la comida guardamos silencio.