AZHAR MABETH/ Enviada
SAN ANDRÉS LAGUNAS, Oax. (sucedióenoaxaca.com).- Entre el cielo azul y el viento frío de la Mixteca oaxaqueña, donde la lluvia pinta de verde el escenario, ahí, a media hora de Teposcolula, después de un camino de terracería, de pinos que inundan el aire con su fresco aroma, se encuentra San Andrés Lagunas, cuna del reconocido como el mejor sastre de México y uno de los tres mejores del mundo, Gilberto Ortiz Osorio.
En aquel lugar su familia despide su cuerpo cumpliendo la tradicional levantada de cruz, tal como el maestro sastre lo pidió. Él visitaba su pueblo con frecuencia, mantuvo una cercanía con sus paisanos, por lo que este mismo año le pidieron ser Presidente Municipal.
Así nos los compartió su esposa, Rosalinda García Soria y sus hijos, Alejandro, Darío y Karina Ortiz García, quienes recuerdan al compañero, al padre, al amigo y al maestro como una persona que siempre procuraba ayudar a su pueblo, cumplir con su trabajo y ser de excelencia en cada parte la vida.

“Siempre fue una persona responsable, trabajadora y muy honesto”, comenta su esposa, quien lo conoció a los 24 años en la Ciudad de México, donde formaron su familia y el maestro forjó su taller, de los más reconocidos del mundo.
Ella a los nueve años salió de Maravatío, Michoacán, en búsqueda de una mejor calidad de vida. Gilberto Otiz partió de su pueblo a los 12 años, a la Ciudad de México “para superarse, para ser mejor. Terminó la secundaria y después hizo la prepa abierta. Se fue a la capital, como le decían antes”, cuenta su hija Karina.

Después de darse a conocer en el mundo, y de recibir en Londres el reconocimiento como uno de los tres mejores sastres del mundo, junto con el de la reina Elizabeth de Inglaterra, y un italiano, el cuerpo del talentoso sastre llegó a San Andrés Lagunas el 24 de agosto para ser velado y enterrado en el panteón municipal al día siguiente.
Este martes, a nueve días de su repentino fallecimiento, su familia depositó su cruz en el panteón y con ello, buscan seguir su vida, acostumbrarse a su ausencia, continuar con su legado y fortalecer su empresa.
Su despedida
Con 65 años, a dos años de haber sido operado a corazón abierto y superar un pre infarto, el maestro Gilberto Ortiz Osorio, cumplió a tiempo su última entrega: un smoking. Mientras a él lo enterraban, su cliente celebraba su boda en Querétaro.
El miércoles 22 de agosto Ortiz Osorio salió de su casa hacia el hotel Hilton de la Ciudad de México para ver a un cliente. Ya se la hacía tarde y no desayunó, recuerda su esposa.
“Esa mañana entró a la cocina y se despidió de mí. Como que ya se había quejado que le dolía el pecho. Le dije que se quedara si se sentía mal, o que por cualquier cosa me hablara por teléfono”, comparte la señora Rosalinda, quien intenta guardarse las lágrimas ante el recuerdo.
Responsable y cumplidor, el maestro sastre fue al hotel a entregar el smoking a su cliente, ahí se desmayó. El cliente avisó a su familia y fue trasladado a una sala de urgencias hospitalaria.
“Lo estabilizaron. Pero el jueves le dio un infarto fulminante. Nos agarró a todos por sorpresa”, comenta Karina Ortiz García.
Su terruño
El 4 de agosto Gilberto Ortiz estuvo en su pueblo, fue parte de la fiesta de la labrada, la cual se basa en realizar las velas que serán parte de la celebración de la Cuaresma, cuenta su hermana Yolanda, la más pequeña de un total de ocho hijos.
El maestro Gilberto siempre estuvo apegado a sus paisanos, en especial a la niñez. “El Día del Niño traía juguetes, en Navidad cooperaba para los trajes de la pastorela y ayudaba con los uniformes de la escuela”, dice su hija.

Su cariño fue recíproco. Las autoridades municipales, profesores y alumnado le hicieron un homenaje de cuerpo presente. Así fue despedido por su comunidad.
“Mi papá quería mucho a su pueblo, tenía la intención que lo nombraran pueblo mágico”, comparte su hija.
Tal era su amor por San Andrés Lagunas, que la casa de sus padres, su casa, la empezó a remodelar para construir un restaurante y un hotel. Proyectos que avanzó en vida y ahora sus hijos pretenden continuar.