Por LEONARDO PASCUAL
Existe en el dibujo un rasgo de intimidad, casi parecido al que posee el acto de escribir, como dos rutas que llevan a un lugar distinto, pero que transmiten la misma sensación, es decir, cambia su arquitectura, pero la función del lugar es la misma.
De esta manera el dibujante puede utilizar este medio como un refugio para expresar sus deseos, pensamientos y emociones.
En la presente obra vemos una tinta china realizada por Leonardo Pascual (Oaxaca, México, 1996). La imagen nos transmite una sensación de hastío y misterio. El primero viene de la mirada del rostro, evidentemente masculino, que mira fijo hacia enfrente y expulsa al mismo tiempo un líquido de las comisuras de los labios; el segundo, lo encontramos en las formas. El cuerpo que acompaña al rostro, no es humano, se trata de un órgano circular que no se distingue su inicio ni su final, es un círculo que por las líneas del cuerpo da la sensación de estar girando constantemente, además, halo de misterio lo culmina el líquido expulsado, que son tres gotas que apuntan a direcciones opuestas, formando un símbolo.
Estas formas nos remiten a una larga influencia tanto de artistas como de personajes literarios. Las partes amorfas del cuerpo nos remiten, por ejemplo, a los dibujos del surrealista Roland Topor, mientras que el uso de la tinta china y el trazo despreocupado nos recuerdan a los dibujos de contracultura de Raymond Pettibon o Daniel Johnston con sus personajes imaginarios. Aquel líquido viscoso podría tratarse sin duda de La Náusea que describe Sartre en su novela o de la transformación que sufre Gregorio Samsa en La metamorfosis.
No solo buscamos la influencia que muestre el posible origen del dibujo, sino más bien establecer un diálogo entre las características que comparten dichas obras con la pieza.
Entonces, cuando vemos la mirada del rostro dibujado, recibimos una invitación a preguntarnos sobre nosotros mismos, a intentar saber de dónde viene aquél líquido escupido y también a poner de nuevo la mirada en el arte del dibujo, que por su misma sencillez ha pasado desapercibido por las grandes instituciones del arte.