Una lluvia ligera cayó sobre la ciudad -en la Costa tocó tierra el Huracán John-, Catalina duerme acosada por pesadillas.
La pequeña gata gruñe, sonríe, pelea, se mantiene quieta en la noche que presagia desgracias. Me acerco al trasto de las palabras, pasó ya la polémica que desató el reportaje de Rocío y Lisbeth, FILO: El negocio editorial detrás de la promoción de la lectura.
Pero me gustaría sacar más palabras desde mi ronco pecho.
Más allá de la polémica, pienso que el tema de lo literario está ahí, en la pregunta ¿cómo circula la lectura entre los ciudadanos peatones de nuestra ciudad?
El asunto literario, la promoción de la lectura, de los libros, contrario a lo que se podría pensar no lo concretan periodistas ni editores, editoriales, tampoco autores. ¿Cómo circulan los libros?
La lectura ocupa el espacio de la confianza, sobre relaciones de comunicación cotidianas, por tradición oral.
Se podría afirmar que el chisme es el motor de los libros, la lectura.
Alguien llega a casa, a la escuela o la oficina, dice: ¿ya leíste a Fulano de Tal? Está interesantísimo, debes leerlo, es imperdible.
El libro y su difusión requieren de algo muy simple, que alguien lo ocupe en su deseo de conversar. Que sea tema truculento de la plática.
Pasto pal chisme.
Y esta realidad concreta, que la lectura entre a los espacios de la confianza, lo personal, logra aquello por lo que el gobierno federal, estatal, los municipios, castigan en documentos del presupuesto millones y millones de pesos con nulos resultados.
¿Alguien gasta carreteras de dinero en algo que no es medible?
Sí, el gobierno.
Somos locos, tercos, ciegos -nos gusta andar en sentido contrario, marchar contra toda lógica. Nada habrá de mayores resultados que el chisme.
Este hecho, el chisme, nos ubica en el orden del interés público.
Editar un libro, hacerlo circular, guarda obstáculos. No se podrá soñar con ventas maravillosas si no solucionamos el problema que implica el desplazamiento de los ejemplares. Este factor del desplazamiento/distancia/costo nos lleva a la marginación de la lectura en las comunidades, a que el libro sea confirmación del agobiante centralismo.
Como hace 50 años los libros son un producto urbano, citadino.
Diré como apunte: Pero esta realidad de la complicada orografía de Oaxaca golpea también a otras industrias, como es el caso del mezcal donde resulta mucho más viable como proyecto de negocio desplazar el producto a CDMX que ponerlo a venta en Puerto Escondido, Huatulco o Tehuantepec.
¿Quién nos manda vivir entre lomeríos y montañas? No lo sé, lo que sí podemos analizar es de qué forma la intrincada carretera que lleva el libro hasta los municipios hace imposible la lectura en nuestro estado.
Pero bien, no distraigo del tema.
Vuelvo.
La gente pregunta por los autores de Oaxaca, en los 90 la Revista Viceversa presentó un Dossier con poetas y narradores insospechados por su calidad literaria, título la entrega: Pequeña Muestra de la Literatura Ágrafa.
Somos autores de la Zona Ágrafa.
Estar desatentos al chisme de la gente de a pie nos vuelve invisibles.
Podría decirse que el gobierno local apoya la circulación del libro, la escritura en la medida de sus oportunidades.
Pero no le pidamos milagros, las pobres gentes que allá trabajan a duras penas logran conocer la O por lo redondo, hacen lo que pueden, es decir no mucho, nada.
En los últimos años hemos visto aparecer y desaparecer encomiables esfuerzos editoriales. Un grupo de amigos descubre un día que hacen falta libros de autores oaxaqueños, uno de ellos trabaja en el gobierno o en la universidad, gestiona los presupuestos y logran lanzar el primer volumen.
Felicitaciones. Los libros terminan en el basurero público de Zaachila, como pasto para las moscas.
¿Qué falla acá?
El chisme.
Hasta la fecha no hemos logrado que autores, títulos y editoriales entren a la conversación de los ciudadanos de a pie, los posibles clientes (porque los ricos también lloran, pero no leen).
El sueño es este: que nos lleven y que nos traigan, que nos paseen orondas las delgadas adolescentes de ojos marrones, los gallardos enamorados de turbias intenciones (verbo mata carita).
Los apacibles ancianos, las madres, las viudas, los campesinos -que lean autores locales.
Escribimos para la élite letrada, para la gente alfabetizada que carece de la práctica de la lectura.
Y este hecho es el principio de la no circulación del producto.
Haré preguntas a modo de aclararme -aclarar el tema.
¿Cómo se hizo un clásico el DON QUIJOTE?
Por la gente analfabeta, que contaba las historias que escribió el manco de Lepanto.
¿Cómo se hizo parte del canon Rulfo?
Por los iletrados.
A manera de corolario contaré esta historia: en las ferias del libro llegan los escritores de fama a pasear con su esposa/novia/amante u lo que sea -a conocer la ciudad colonial.
Cuando toca la hora de participar hacen lo de siempre, cuentan un chistorete, dos o tres chismes del mundillo editorial y la gente aplaude, regresan a la ciudad donde cargados de historias de gente sencilla que habita pueblos maravillosos, donde beben mezcal.
Vuelven a la ciudad a contar un chisme de Oaxaca.
¿Nosotros con qué nos quedamos?
Solos solemnes/enajenados.
Y para parecer muy letrados hablamos con la mamá, la sobrina, el vecino de libros y autores, títulos.
La gente que hace la vida con nosotros llega a desconocer nuestra persona, porque ese tema nunca entró en la conversación de la familia.
Pasará esta Feria que se aproxima y llegará otra, otra más, pasarán miles, no habrá efectiva promoción del libro.
Porque somos locos/mensos/demonios que andan extraviados -que sueñan con un país que no existe.
Así las cosas.
Entonces, ¿cómo se hizo Rulfo el escritor de enorme fama? Habrá que revisar la prensa de aquel 1955 (un 18 de julio, presente lo tengo yo) en que publica El llano en llamas, fecha en la cual al pobre autor que llevó por nombre Juan Nepomuceno lo cosieron a palos, cayeron denuestos contra su madre, su familia.
Y esa fue la mejor difusión que pudieran tener aquellas pocas páginas.
Catalina despierta, alza la cabeza, maúlla, me mira con sus enormes ojos de esmeralda sorprendida. En su cabeza gatuna rebota la pregunta, ¿qué hace este señor que desvela frente a las letras?
Afuera llueve, pero siempre llueve en los días de septiembre.