GUADALUPE ÁNGELA*
Es un honor presentar el libro de Fernando Solana Olivares, aquí en el MACO, en este lugar donde muchos de nosotros estuvimos tomando diversos talleres de Literatura, dirigidos por él, que fueron muy relevantes en nuestra formación. Asimismo fue nuestro profesor de distintas materias en la Maestría en Literatura Mexicana de la UABJO.
Por eso mismo, agradezco la invitación para comentar la obra más reciente de Fernando Solana. Casa Medusa como su nombre lo indica refiere a mundos interiores que revelan diversos personajes a lo largo de sus vidas en una ciudad bella y compleja como lo es Oaxaca. Medusa convertía en piedra a quien la mirara directamente, solamente quien se atreve a observarla cautelosamente es el autor, registra en papel sus pensamientos más íntimos.
El lector o lectora, por su parte, a veces tiene la impresión que Casa Medusa hubiera sido escrita a cuatro manos, pues se escuchan cuatro voces literarias, distintas entre sí, como si fueran cuatro escritores con perfiles particulares. Lo que me remite a Fernando Pessoa y sus heterónimos. Es, pues, una notable habilidad volverse otros creadores para desde esas perspectivas darle voz a una multiplicidad de voces, siempre con el conocimiento de la condición humana, de sus contrastes, de sus profundos anhelos y miedos.
En Casa Medusa:
- Un narrador omnisciente nos habla de la política y sus vericuetos.
- El nieto, con una inmensa nostalgia, nos cuenta la historia de su abuelo.
- Oseas, el profeta demente y a la vez cronista de la Ciudad, nos recuerda el pasado de Oaxaca.
- Un hombre emigrante, a través de imágenes poéticas, nos confiesa su erotismo, sus preguntas existenciales, sus dudas.
Son pues cuatro narraciones que se entrelazan en tiempo y espacio en la Ciudad de Oaxaca. Oaxaca, ciudad donde residen los sueños, las más perversas ambiciones, las envidias, los amores, las grandes amistades, los desafíos, los sueños, las leyendas.
Solana permite que veamos caminar por las calles de Oaxaca a D. H. Lawrence; observamos su asombro ante el agravio, ante el absurdo y ante las historias que suceden en el corazón de la ciudad, a través de él escuchamos la de dos comerciantes, uno dueño de un negocio exitoso y otro de un comercio venido a menos; ahí la envidia pasa de la imaginación al acto: “Berruguete no detuvo su malsana imaginación que corroyó su buen juicio y le hizo pasar noches en vela tramando un agravio contra don Agustín. Al fin decidió preparar un poderoso veneno que al amparo de la noche untó en las manos amarradas de la imagen”, la imagen refiere a un Cristo flagelado a quien don Agustín adoraba y solía besarle las manos. Sin embargo, esa noche, para sorpresa de todos, el Cristo recogería las manos. Berruguete fue a confesarse porque al ver eso creyó que estaba condenado eternamente. El cura, en un diálogo muy interesante, lo invita a la escena del raro suceso para que Berruguete le bese las manos al Cristo; como lectores estamos esperando cierto desenlace, sin embargo, aparecen dos opciones en el texto:
“Opción a): entonces nada ocurrió
Opción b): cayó a tierra fulminado”
Lawrence dice: ¿qué opina usted, Hamilton?
Sin embargo, yo creo que la narración no solo le pregunta a Hamilton, sino al lector o lectora. No les cuento más de este acontecimiento, lo verán en la pág. 71.
Como Hamilton hay una serie de personajes familiares en la novela. Algunos de ellos son vagabundos con problemas psíquicos, de personalidades extravagantes, como el Oseas, el Anticristo, Rambo que deambulan por el Zócalo, historias cómicas, surrealistas y extrañas que no niegan la existencia de la demencia en esta tierra.
No falta el erotismo en la novela, cito:
“Me adormezco sobre mi gabán humedecido y recuerdo una tarde del verano anterior cuando el rebaño ya estaba en los corrales y el sol iba hundiéndose en la tierra. Adela bruñía en la leñera un cuenco de bronce. La luz se filtraba por las rendijas de las tablas. Mil rayos tocaban su cuerpo vigoroso. De pronto dejó el cuenco a un lado y alzó la falda negra para rascarse el muslo. Su piel tembló. Cada uno de los pequeños vellos rubios casi invisibles que envolvían su pierna se incendiaron a la luz moribunda del sol. La mano subió hasta descubrir toda la entrepierna. Nada llevaba bajo la falda. Su pubis era un montecito de hojas doradas y el color del otoño cubría su secreto. Corrí sin aliento. Entre las peñas que atisbaban el mar humedecí la hierba, mientras la imagen de esa visión trastornaba mis sentidos”. (pág. 19).
En Casa Medusa se intercalan las cuatro narraciones que nos trasladan a diversos ambientes, algunos de la más secreta intimidad, otros de malestar y locura, algunos de malos-entendidos, de demandas de amor y de preguntas sobre las elecciones que hacemos y modifican nuestros destinos. Una obra con múltiples tonos que nos hablan de Oaxaca desde una diversidad de miradas, que nos recuerdan su complejidad, pero a la vez produce en nosotros cierto entendimiento sobre sus motivos de ser.
Casa Medusa es pues un libro escrito con un profundo apasionamiento y una incesante curiosidad por Oaxaca y cada frase es un arquetipo de escritura literaria.
Enhorabuena!
*Texto de presentación del libro de escritor Fernando Solana este jueves 28 de marzo en el Museo de Arte Contemporáneo.