Para los integrantes de la marinería
que no encuentran paz para su corazón
y buscan el alcohol
para olvidar su propia existencia.
Para Eusebio.
- Si de buscar la felicidad se trata, de encontrar la fórmula secreta y su desarrollo que te lleve a conquistar la dicha, en la tlapalería del barrio te podrán despachar la pala para cavar tu fosa; allí atienden a altas horas de la noche.
- Un patrón le preguntó al albañil zapoteca si era capaz con su español revolcado de levantar un muro y terminarlo a plomo:
___ Si hijo hago, ¿qué será un pinche muro? –respondió el esforzado trabajador.
- Nadie avanza atenido a sus ilusiones, dijo Eusebio. Le preguntaron a Marcelino -un viejo soldador de San Blas Atempa-, aquel mediodía de sol inclemente, ¿le temes a la muerte?
___ No, para nada –dijo y suspiró-: ¿acaso piensas que buena vida llevo?
- Los niños, los brujos y los perros son capaces de ver el futuro; pero no lo dicen porque hablar les resulta una pérdida de tiempo; acorta el tiempo del juego.
- Escribe y olvida, dijo Ruvalcaba, los que escriben y recuerdan son fantasmas.
- Quiero morir y que me sepulten en Oaxaca, dijo Eusebio. Ningún amigo cumplió su deseo. En las madrugadas de viento frío que baja de Monte Albán, a la hora del Mingo, lo escucho hablar con Brandon –el perro fiel- allá en San Martín por la Secundaria: “Yo fui el embajador del mezcal”.
- Dijo Guadalupe a su enamorado cuando el hombre le bajaba el cielo y las estrellas a cambio de un beso:
___ No pidas, a ninguna mujer le interesa un pinche hombre que pide.
- “Quiero morir”, dijo la anciana a su hija. “”Que los hombres de la casa salgan a cavar la fosa; cuando escuche que caen las paletadas de tierra cerraré los ojos, pensaré que estoy muerta, y entonces moriré”.
- ___ Tina, ¿por qué no habría la puerta?, ¿no le interesa cuidar su negocio? –preguntó el borracho a la anciana que vendía mezcal.
___ Ningún hombre vale la pena para que una mujer interrumpa su sueño en la madrugada –respondió la dueña de la trastienda.
- En las calles de la colonia Margarita Maza, allá en Oaxaca, en las madrugadas de viento se escucha un grito largo: “Teresa Ruiz, te amo”.
Eusebio Ruvalcaba escribió mi epitafio:
“Las alas de los ángeles son de alcohol ciento por ciento de agave”.
San Martín por la Secundaria, Oaxaca, 7 de febrero del 2018.
1 comentario
Nunca le intereso la inmortalidad, pero se que desde allá donde esté (¿El cielo? ¿El infierno? ¿El más allá?) sonreirá, pues un sujeto a quien no conoció en vida, con quien jamas compartió un trago fisicamente, lo recuerda con cariño, como quien recuerda a un gran amigo, a un tío, o a un abuelo.
Sigue descansando en paz, dulce monstruo, gracias por todos los tragos que compartimos a la distancia, por tus escritos y tus libros, por enseñarme de música y poesía.
Bendito seas, maldito Eusebio.