Hay cierta gloria en no ser comprendido
BAUDELAIRE
I
En la tradición de los pueblos la poesía se presenta como el acto singular que logra el artefacto de palabras puesto ante los ojos de todos en un día cotidiano; que de tan simple, que cualquiera puede escribirla.
Y este es el inicio de los inicios, ser voz de la tribu.
La poesía de Juan Carlos Zavala (San Pedro de las Colonias, 1982) parte de indicios, gestos, señales, olvidos y silencios que levantan el panorama del tiempo visto y callado, el espacio que debiera abrumarnos pero que ya antes de nacer en su registro escritural se troca en territorio cotidiano ágrafo.
¿Quién escribe sobre lo que ya no existe?
¿Quién escribe sobre lo negado, sobre lo no dicho?
El aliento cabalga sobre el silencio.
II
En un primer momento pareciera que estamos frente a la poesía del reportero que muestra su trabajo con que se gana el pan, con ligeras variantes de estilo para presentar hechos y sucesos acontecidos, verificables.
Aunque la poesía carece de palabras que la expliquen o justifiquen sus intenciones, en ese impedimento el poeta Zavala levanta su apuesta por su trabajo de dar palabras al silencio.
En ese primer momento el lector espera que aparezcan parques, sitios, lugares bellos, el espacio del amor; comidas, aromas, calles de una ciudad que amas. Pero no, nada de esto aparece porque Zavala, con mano sabia, nos lleva al sitio donde guardan en silencio calles, parques, jardines, olores, rostros, atmósferas que están en nosotros, los espacios que relacionan la poesía con nuestra experiencia.
El sentimiento del lector hace profundas las palabras del poeta.
III
Y ahí está el poeta, ese es su trabajo: lograr la comunión del mundo exterior con nuestro interior que habita en silencio, sin referencias.
¿Cómo escribir esta poesía? No hay fórmulas.
Al ser dichas estas palabras recobran su condición primigenia, líquida, de bálsamo que nombra el silencio como el alba, que con su silencio logra que se geste el nacimiento de la luz, el espacio donde se manifiesta el canto de las aves.
Habrá que pedir a los poetas silencio, hasta que su voz logre el canto; en Narcopoemas el lector encontrará, no tengo duda, las palabras que se ocultan tras sus propios silencios, el sitio donde se logra la derrota de la muerte.