I
La gatita Catalina levanta la cabeza, me mira alejarme; en la radio daban la entrevista con la autora de Un hombre sin suerte, Samanta Schweblin.
__ La lengua se construye con imágenes -dijo Samanta.
Cuando te alejas me haces recordar a Catrín, el gato que le va algo mal en esta vida. A tierna edad sufrió rechazo de su madre. Tiene pelaje negro, carece de suerte con los vecinos, su suerte lo hizo tímido, huraño; al crecer la rueda de un camión partió su cadera. El pobre ocupa alguna de sus siete vidas en llevar su cuerpo por la sala.
La gata Catalina no sale de mi habitación. En la colonia los vecinos mantienen la costumbre de envenenar a los gatos, como lo hacían sus antepasados. La imagen de Catalina muerta en la calle, rodeada de moscas de alas verdes me desespera. Catalina tiene la costumbre de dormir en mi pecho.
***
Está claro que retar a las palabras suma imaginación al relato, fertiliza el ciclo de silencios donde corren las letras; construye el espacio escénico de la memoria. Catalina dice: señor, soy un gato, me pone rostro severo, maúlla; tengo claro que entre lo que dice y el gesto se sostiene el lenguaje.
Catalina me despierta temprano.
__Espera acá.
El tiempo levanta la historia. La gata se oculta como si temiera que su figura llama a la mala suerte. Padece algunos males, timidez, digestión lenta. Tiene tardes en que al asomarse por a la ventana lo primero que cruzaba por sus ojos es Catrín, el gato negro. Las letras y sus significados se deben a una comunidad, giran sobre intereses conocidos. Hay días en que encuentro que la suma y resta de silencios, gestos, levantan la imagen de tu vestido rojo con bolitas blancas que usas cuando cruzas por el patio.
II
Los trabajos de la novela no avanzan, cargo algo que me impide narrar; no puedo con el relato que existe entre los objetos que están junto al librero y la lámpara.
__Te digo, escucha a Samanta, ella sabe lo que dice.