Si el presidente López Obrador quiere iniciar su sexenio 2018-2024 con una nueva etapa en el ejercicio del poder, lo más importante radicará en dos cosas: reconocer que su modelo es populista y convertir al populismo es una propuesta de socialdemocracia con nuevos pactos sociales con empresarios, trabajadores y grupos sociales y presidencialismo acotado.
El único contrapeso real que puede tener López Obrador y que además pudiera serle de utilidad es el de la crítica reflexiva que no existió en la alternancia del 2000, ni en la conflictiva elección presidencial del 2006, ni en el regreso sin gloria del PRI al poder y en la elección de mayoría absoluta y gobierno unificado presidencia-congreso de 2018.
A pesar de los pomposos discursos morenistas de “cambio de régimen” o de “4ª Transformación”, en realidad apenas asistimos a un relevo en los poderes ejecutivo y legislativo a través de una clase dirigente expriísta y populista. Para un cambio de régimen real se deben dar, articuladas, cuatro reformas estructurales:
1.- Sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional.
2.- Modelo de desarrollo/política económica/bienestar social.
3.- Rectoría del Estado/acuerdo empresarial/distribución de la riqueza.
4.- Presidencia de la república/estatalidad/proyecto nacional.
Los datos que se tienen sobre las restricciones en la política económica para el 2019 girarán en tres puntos definitorios: reorganización del gasto, meta inflacionaria y política fiscal para ingresar y distribuir. El punto central de la política económica lopezobradorista estará en la inflación, porque sus ritmos crecientes por alzas de gasto derivarían de manera inevitable en devaluaciones y éstas regresarían en mayores distorsiones.
La parte más importante del proyecto de López Obrador es la doctrinaria: una cosa han sido las frases hechas al calor de la campaña y sin sustento teórico y otra reflexionar sobre la gramática de la crisis; una cosa es haber ganado la mayoría absoluta en la presidencia y el congreso y otra redistribuir el poder político; una cosa es fijar una meta de PIB con criterios de equidad social y otra mover los instrumentos y las herramientas económicas para que el crecimiento económico no sea falso.
Existen cuando menos tres puntos centrales que el lopezobradorismo –no sólo el presidente en funciones sino su estructura política– necesita reflexionar desde la teoría, porque sus bases teóricas mostradas en la campaña respondieron a la plaza y no a los instrumentos de dirección política.
1.- El Estado, base del populismo. Los populismos progresistas de Cárdenas, Echeverría y López Portillo taparon hoyos y destaparon otros, y el populismo neoliberal de Salinas de Gortari salvó la inflación, pero llevó la pobreza y la marginación al 80% de los mexicanos. Del Estado hegemónico de Cárdenas se pasó al Estado intervencionista de Echeverría y al Estado despilfarrador de López Portillo y al Estado autónomo de Salinas. Ya en el poder, López Obrador necesitará definir su tipo de Estado.
2.- La inflación como el eje de la política económica. A finales de los cincuenta el estructuralismo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, hoy hundida en el neoliberalismo de mercado) debatió la tesis liberal que luego seria neoliberal de Friedman de que la inflación era un fenómeno monetario, de circulante; hoy se sabe sin debatir que la inflación es producto de estructuras de producción y distribución de la riqueza. La teoría económica fue expropiada por el Fondo Monetario Internacional. Para aumentar su ingreso y gasto, López Obrador necesita de un nuevo cuerpo teórico sobre la inflación.
3.- La democracia como principio dinamizador de la sociedad. México ha consolidado la democracia electoral, pero la desigualdad social diluye las prácticas democráticas. Su meta de abaratar la democracia disminuyendo al Instituto Electoral es indispensable, pero ahora el tema de la democracia no es el respeto al voto sino un asunto más complejo: la calidad de la democracia. Sin una reflexión sobre las nuevas formas de democracia social se puede regresar al modelo populista del caudillismo vía la engañosa democracia directa con consultas amañadas al pueblo.
El grave problema de López Obrador estará en el peso abrumador de los problemas cotidianos, el corto espacio de tiempo político de gobierno y la sociedad que va a esperar el paraíso prometido en la campaña. Pero la academia y la sociedad crítica pueden ayudar con la reflexión y el debate sobre la construcción de un nuevo proyecto nacional como una forma de evitar la restauración del viejo populismo paternalista autoritario que suele tener poco tiempo de vigencia.
El dilema de López Obrador será restaurar para sobrevivir o reconstruir para resolver.
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Política para dummies: La política, en su última instancia, es el acto de supervivencia en la selva salvaje del poder.
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