Sus retratos no son propiamente poses, aunque lo parezcan; en general, las personas no posan para ella, simplemente están ahí y ella saca los retratos; evidentemente que se percatan de su presencia con la cámara, pero si puede usar la sorpresa lo hace. Se trata de un elemento muy importante para ella.
En realidad sus retratos son de dos tipos: los que ella toma con el elemento sorpresa y aunque la persona está consciente de que le van a tomar una foto, no posa, incluso a veces está enfrascada haciendo algo y otros en donde ella dirige a la persona fotografiada, le dice que se mueva, que agarre un objeto. Por ejemplo, dentro de esta línea tiene un tipo de retrato como el que hizo de Graciela Iturbide que es muy pensado, es construido, y es de lo más sofisticado.
La retrató como un alma del purgatorio: tiene los ojos cerrados y lleva sobre el pecho un cartón, en un primer plano, con unas llamas pintadas; además, incorporó unas manitas de porcelana que pertenecen a una colección de Graciela. Quizá el hecho de que Graciela Iturbide sea fotógrafa obligó a Lucero a sacar una foto más pensada, la forzó a construir algo en lugar de dejarlo al azar. Supongo que debe haber representado un fuerte reto fotografiar a una buena fotógrafa.
A Lucero le resulta más fácil fotografiar a las mujeres porque establece una relación directa con ellas. Se siente cómoda porque tiene más permisibilidad; al parecer, con las mujeres no tiene ninguna autocensura. Cuando las hace posar les puede decir que bajen el hombro, que se pongan de determinada manera. El retrato es una forma de conocer mejor a las personas a quienes admira y a través de ellas se muestra a sí misma.
El retrato de la pintora inglesa-mexicana Leonora Carrington, en el que se acentúa su energía un tanto felina con la integración en la foto de un gato. Leonora y gato mirando fijamente a la cámara, desafiándola. Dos almas gemelas fuertemente hermanadas por la acción de la lente que conforman una unidad. Esta fotografía podría titularse Leonora-gato.
La fotógrafa afirma que aunque se ha “especializado en tomas de mujeres creadoras dice que en realidad le da la misma importancia hacer el retrato de una mujer conocida, y hasta famosa, que de una mujer común. En su búsqueda de conocimiento de una persona a través de la fotografía, ella hace el mismo trabajo. Trata de percibir, de sentir y de intuir quién es la persona que tiene enfrente de la misma manera, trátese de la escritora Elena Poniatowska o de Layla López Musalem, amiga de Juchitán.
Actualmente explora una forma distinta de representación, lo que para ella son retratos construidos. Por ejemplo, tiene una serie sobre la diosa Xochiquetzal (flor emplumada), que ella ve como una Venus, como la diosa del amor, de la sensualidad, por eso la fotografía desnuda. Y aquí sí toma en consideración el fondo. Construye también el contexto, con los muros de las ruinas de Xochicalco y las montañas de Tepoztlán.
Utiliza una cámara Nikon FM manual y tres lentes un gran angular, uno normal y un telefoto. Nunca usa flash. Forza la película si es necesario, por eso algunas fotos tienen el grano reventado. Prefiere usar un asa 400 cuando hay poca luz. O sea que utiliza la técnica, pero con los menos artificios posibles.
Sus retratos no son de estudio usa luz natural y en alguna ocasión, luz de foco. De ahí que en sus fotos haya casi siempre un alto contraste. Le gusta tener el control sobre la cámara. Su tendencia es sacar solamente retratos del rostro, planos medios. Es quizá por ello que las fotos de Lucero son, en general, muy poderosas.
Esa es su principal característica, la fuerza. Lucero González ha logrado ir “domando” a la lente a la medida de sus deseos. Y es posible decir que quiere mostrar, y pienso que lo logra, la fuerza y la dignidad de las mujeres.
La exposición “Una habitación propia” de Lucero González se inaugura el próximo sábado 24 de septiembre a las 13:30 horas en la Biblioteca Andrés Henestrosa, y permanecerá hasta el 16 de octubre. Entrada libre.