SAN LORENZO CACAOTEPEC, Oax.- En mi mesa hace falta un comensal, en mi casa hace falta un hijo, en mi salón de clases hace falta un alumno, en mi banda hace falta un músico, a esta colonia le hace falta un joven, a San Lorenzo le hace falta un ciudadano, a este estado le hace falta una joven promesa de la música, a este país le hace falta un joven soñador, travieso y con ganas se ser alguien en la vida, a este país donde el esqueleto moral está cancerado y podrido le hace falta un joven de 17 años que me lo arrebataron sin piedad alguna.
No esperaré a que me falten 43 estudiantes, no esperaré que me falten 100 mil desaparecidos. No esperaré que un secuestro o amenazas me vuelvan a arrebatar alumnos, maestros o alguien de mi equipo para hasta entonces tomar cartas en el asunto.
No juzgaré la paja o el estado ajeno cuando esta maravillosa tierra llamada Oaxaca tiene una viga atravesada en los ojos; no haré marchas, ni taparé calles, porque los comerciantes no me han hecho nada. Tampoco tomaré una pistola por que la sangre que corre por mis venas es la de un artista no la de un asesino.
Me arrebataron de mi mesa a un excelente comensal, me arrebataron de mi salón de clases a un buen alumno, arrebataron de mi corazón a alguien que me enseñó la palabra padre y protección, me arrebataron del Calmécac a mi tubista.
Hay un asiento vacío en mi banda, hay un atril vacío, hay una silla vacía y a mis composiciones y arreglos les hace falta un intérprete, y por más que evada y me niegue a aceptarlo, a mi instinto paternal le hace falta un hijo.
Y como me hace falta un alumno y un hijo, sobre eso basaré mi respectiva venganza.
Contra lo que tanto lucho día a día, esta vez me quitó un hijo. Esa delincuencia que tiene contra la pared a este lento y miedoso país, esos asesinos que nunca disfrutaron una sonrisa, una broma, una travesura y un juego con Luis. Esos asesinos que piensan que México es de ellos, esos asesinos que quieren que vivamos el mundo de ellos, un mundo sin amor, un mundo sin abrazos y sin sonrisas. Esos criminales que no disfrutan de recibir un buenos días o un buenas noches de sus hijos y que quieren contaminarnos con su mundo de cólera e infelicidad.
Lo que diré a continuación es con dedicación especial al que le quitó la vida a mi alumno, a mi hijo, a mi chamaco: “Se te olvidó llevarte sus sueños, se te olvidó llevarte su amor por la música y su inteligencia emocional”. ¿Y sabes qué es lo peor? Eres tal mal asesino que se te olvidó llevarte su sonrisa, porque y, escúchame bien cabrón, yo lo vi sonriendo y luchando hasta el final, lo vi sonriendo y diciéndome: “Cántame maestro, cántame”. No me pidió venganza, no me pidió guerra, no me pidió sangre. Por eso pienso que además de mal asesino, eres un mal estratega, un mal líder, un deteriorado ladronzuelo a raz de piso. Ojalá nos vieras en esta escena, no sólo San Lorenzo llora a Luis, también lo llora San Juan del Río, la sierra juárez, los hermanos de la sierra mixe, y alguien de Yautepec con muy poca paciencia.
He tenido motivos para quebrarme, he tenido suficientes motivos en mi carrera para dejar de creer en este país, pero no, nadie puede, a nadie le puedo permitir que rediseñe mi mundo y mi visión de una sociedad mejor, ”nuestros niños tienen todo el derecho de caminar libremente por las calles sin temor a un secuestro, nuestro jóvenes tienen el derecho de reír, divertirse, bailar y amar sin las drogas o el narcotráfico como telón de fondo”.
Por las calles de nuestras comunidades oaxaqueñas tienen que caminar artistas, científicos, atletas, agricultores, escritores, filósofos, cocineras. Por nuestras calles tienen que caminar nuestros abuelos con la cara en alto, por las calles de nuestros pueblos debe caminar el futuro, no la delincuencia, deben caminar nuestros hijos, no manadas de asesinos, en nuestras calles deben caminar los que llevarán Oaxaca al futuro, no manadas de imbéciles con capacidad de destrucción.
Durante el entierro de Luis Cruz, alumno del Instituto Intercultural Calmécac, Luis, me duele en el alma no poder haber dado ese mundo del que tanto te platicaba. Luis, te pido perdón a nombre de toda nuestra generación y las anteriores por no haber tenido los huevos para regalarte un país más seguro, digno y justo.
Luis, no sé si me escuchas o no, pero quiero que me perdones por todos esos abrazos que hicieron falta, esos regaños que hicieron falta, esos jalones de oreja que aún faltaban, esos escenarios con los que soñabas, esas cenas interminables de guitarra, diálogos y mezcal.
Luis, tu bien sabes mi postura respecto a la religión, pero si existe la reencarnación quiero que sepas que yo quiero volverte a encontrar, quiero que llegues a mi proyecto otra vez, quiero volverte a regañar y abrazar, quiero que comas en mi cocina tostadas de chileajo y crema de chile, quiero volver a tenerte para que lleves hojaldras, queso y aciento, quiero que entres a mi cocina a escondidas y te comas mi porción de comida, quiero eso y más m’ijo, quiero volverte a platicar del amor en la juventud, de los vicios y la disfunción familiar.
Luis, tengo que seguir adelante, tus compañeros tienen que seguir adelante, nuestra generación tiene que seguir adelante, porque tenemos como misión enviar la pobreza, el narcotráfico, la corrupción y la violencia a los museos, colgados en la pared, en una foto o en un video.
Nuestra generación tiene que demostrar esa grandeza oaxaqueña extraviada, devaluada, “nosotros, ésta generación tiene que parar esta vergonzosa vendimia de dignidad, porque ustedes, los niños y jóvenes aquí presentes son la única garantía de futuro en este país con la cara al piso.”
Hijo, alumno, chamaco, vengaré tu muerte, pero no como muchos se imaginan, tu sabes que nunca agarraría un arma, mucho menos secuestraría y amenazaría, pero también sabes que tengo un alma rebelde, indomable, con la fuerza y el coraje necesario para buscar justicia. “Buscaré hasta en el último rincón del planeta si es necesario, mecanismos jurídicos, sé que existen y los voy a encontrar”. Te juro m’ijo encontrarlos, porque tu muerte no la cargaré como un fantasma tras de mí que me atormente, tu muerte será un espíritu que me dará fuerzas, serás ese espíritu tras de mi recordándome no salirme del camino ya andado.
No te puedo despedir en este último concierto con el “Dios nunca muere” porque bien sabes que me fastidian sus orígenes elitistas, lo haré muy a mi manera. Aunque esté hirviendo de coraje por dentro me pintare la cara “color esperanza”, aunque en este momento estoy lleno de ira, aun así me cobijaré en la literatura de Fito Páez asumiendo que “no todo está perdido, aún puedo ofrecer mi corazón”.
Mi pecho es una bomba, Luis, porque te amo, porque te amamos, porque me hará falta un hijo rockero-filarmónico, y sobre todo porque en el Calmécac hay una silla y un atril vacíos, en mi cocina un plato lleno y sobre todo porque hace falta un tubista más para que mi alma pueda seguir celebrando la vida con “Calenda, mezcal y son”.
Te amo m’ijo…
Nathanael Lorenzo Hernández