Razón de la bellaquería relenga
LUIS RAFAEL SÁNCHEZ, La Guaracha del Macho Camacho
Para más sitio de abandono que el cojín,
para más señas que esta esquina de solo solar,
erial de esperanzas partidas.
Estaba yo en espera del alba, mareño sin mar
(la mujer que duerme a mi lado dijo
al amanecer, lloras dormido).
Solo y mi alma frente a las horas del sereno
que pasa, silbato en mano, Manuel.
Estaba, digo, y que me recuerdo, estuve.
De algún archivo, carpeta de imágenes,
vino la luz de La Guaracha del Macho
Camacho del finísimo señor Don Luis Rafael Sánchez
(diré aquí que la recomendación llega del mismísimo
Carlos Fuentes, gloria de la novela Hispanoamericana).
Para combatir soledades nada mejor que la lectura,
eche a andar los ojos, señor, señora.
Qué sitio más poblado, que espacio tan bullanguero
de mayor compañía. Lo puedo afirmar: como si fuera el mismo
lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.
Y que recuerdo, Puerto Rico querido.
De inmediato encendí la luz, cantaron los gallos,
creció la claridad como embajada de zancudos.
La misma almohada ya no fue más sitio de salivas mohosas
y quejumbres,
espacio de la vieja transpiración, casa de ácaros.
Que vino la rumba, eso luego, que asistió el sitio Caribe,
también, con su mar de estrellas de la canción.
La radio y la tele. dicha de infancias perdidas sin remedio,
espacio de la alegría de los mayores,
horas de Don Daniel Santos.
Solar del solo digo, la pura bellaquería rumbera.
Qué más puedo pedir en esta tierra que habito
donde vale más un gusano con perro, un león
sin melena, la cinta amarilla que delimita el tránsito
que una chinita aindiada de cintura breve y tetas de hambre.
Pues a leer, señor, digo, me dije,
para enterarme que “la virtud es el punto medio
entre dos extremos”.