ANTONIO PACHECO ZÁRATE*
Entrevista con Belén Garrido Cuervo, autora de La cita
Belén Garrido Cuervo es una escritora española, ganadora del X Concurso Internacional de Relato Corto “Elena Soriano”; finalista en tres certámenes internacionales de novela. La conocí hace varios años en LEA, un foro virtual de retroalimentación literaria.
-“La prosa tiene que pasar como terciopelo por los ojos del lector”, fue uno de los primeros consejos que me dijiste, Belén:
-Lo recuerdas… Yo aprendí de otro, Fernando Hidalgo, que hablaba del hilo de seda. La prosa debe ser clara, entrar sin tropiezos, expresar la idea que se quiere transmitir y huir de la complicación. Malo cuando el lector debe releer una frase para comprenderla. Ese es el hilo de seda, lo primordial. Pero también debe pasar como terciopelo dentro de un anillo, suave, rica, hermosa, literaria. Y es bien difícil conseguir esa combinación en su justa medida.
Hay que hacer lo posible por estar a la altura
-¿Qué tan importante es la técnica?
-Se nace con la inclinación, no con el conocimiento. Una persona sabe que le gustan los números, pero no nace sabiendo los teoremas del cálculo diferencial. El talento ayuda a comprender, la inclinación a que las horas de dedicación pasen sin que pesen, pero hay que estudiar y aprender a usar las herramientas de trabajo.
-Eres licenciada en biología y escritora autodidacta.
-Lo que sé de lengua y literatura, más allá de lo que se enseña en bachiller, lo aprendí en medios no formales. LEA fue la principal escuela. Allí se escribía, se leía, se comentaban textos con argumentos, se aprendía teoría de la lengua. Muchos, tú y yo entre ellos, pasamos allí varios años. Recuerdo haber oído decir a Fernando que, si en cinco años de carrera se forma un profesional, en LEA también.
-¿Qué opinas de los talleres literarios?
–Son lugares de aprendizaje y encuentro. Escribir es una tarea muy solitaria y el taller es un lugar donde compartes dudas, ilusiones e información. Dar y recibir es un lujo y un estímulo positivo.
-¿Quiénes fueron tus maestros?
-Los libros, Fernando Hidalgo y LEA, foro donde se compartían conocimientos, se debatían ideas y sometíamos nuestros cuentos a la crítica de buenos escritores como Blanca Miosi, Fernando Hidalgo, José Montalbán, Mario Archundia, Eduardo Krüger que en paz descanse; tú…
-¿Cuándo comenzaste a escribir y cuáles fueron tus primeras lecturas?
-Estudié en un colegio católico de las Hijas de la Caridad de Luisa de Marillac. Éramos casi cuarenta alumnas en clase y fui de las últimas en aprender a leer. No parecía un buen augurio, la verdad. Pero, curiosamente, resultó que leer es de lo que más me gusta del mundo. Mis primeras lecturas fueron cuentos, tebeos, pero recuerdo leer todo lo que había en casa, como las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía y las de amor de Corín Tellado. También recuerdo, ahora que lo preguntas, un librito con historias de la Biblia que quizá fuera de mi abuela. Pensar en esto me evoca un ambiente solitario y cálido muy agradable.
-¿Los autores que leemos se convierten en nuestros maestros indirectos? ¿Los considerados malos autores también?
-Somos lo que comemos, lo que miramos, lo que vivimos y lo que leemos. El cerebro lo procesa todo, incluso lo que pasa sin pena ni gloria, incluso lo que no creemos haber visto ni oído. Todo nos influye.
Escribir sobre lo que se conoce
-¿De qué y por qué escribes?
-Creo que solo se puede escribir de lo que se conoce, sea por experiencia propia o ajena, por observación, estudio. Todo ello se mezcla y sale lo que sale. Es frecuente que ni uno mismo sepa de dónde viene la idea que desarrolla, la historia que cuenta, la escena o el paisaje que describe, pero en todo caso sale de dentro de uno.
¿Por qué escribo? Hablamos antes de la vocación, será por eso que escribir es como estar en casa y charlar con los personajes, esos seres que a veces te dan la razón y otras te discuten.
-¿Cuál es tu meta cómo escritora y cuál el camino?
-La meta es seguir escribiendo y que mis novelas lleguen al mayor número de personas posible. Hay mucha gente que me ayuda, amigos del alma.
-Uno de los primeros frutos de tu escritura fue el premio de relato corto en el certamen internacional Elena Soriano.
-Cuando recogí el premio me enteré de que se habían presentado unos 600 trabajos. Y conocí la composición del jurado, formado por personas de renombre. Y que había gente, ¡lectores! con curiosidad por saber cosas sobre la historia. Tuve que pronunciar un pequeño discurso y luego alguien se acercó para decir que se había emocionado. Me sentí como una reina y me hizo consciente de que iba por buen camino, de que el tiempo que empleaba en escribir era inversión y no gasto.
-Pero aún así eres renuente a las cámaras y a los micrófonos.
-Soy de carácter tímido, pero la vida es un continuo aprendizaje y hay que hacer lo posible por estar a la altura.
Los premios
-También quedaste como finalista del premio internacional José Ángel Mañas (Nuevos Talentos), que tenía además un formato muy original.
-Hubo una convocatoria a través de Internet, se colgaban los trabajos y estaban a disposición de lectores que se registraban. Estos lectores valoraban las novelas leídas según un cuestionario (argumento, personajes…). Había cientos de novelas. Y Niebla (así se llamaba entonces “Nadiya, historia de una esclava”) gustó a la gente. Fue una grata experiencia y un gran acicate.
-Cuando te entrevistaron con relación a esa novela te escuché decir algo que he convertido en una máxima a la hora de escribir: “Escribí la novela que quería leer”.
-Pues sí, recuerdo haberlo dicho y lo mantengo. Escribo novelas y relatos que me gustaría leer tanto por la historia en sí como por el tratamiento de los personajes, la forma de narrar, siempre con un punto de emotividad que personalmente me es muy necesario. Si leo una novela bien hecha, disfruto; si además me gusta la trama, no querría que se acabara. Si logra emocionarme, ¡es la bomba!
-Después volviste a ser finalista de otro concurso con El Faro, novela inédita a la fecha.
-Eso fue en 2022. El Faro se presentó al Premio Azorín de Novela bajo el seudónimo Nadiya y fue una de las 10 seleccionadas para competir por el premio.
-Ahora lanzas La cita, una historia que mezcla el género del drama y el thriller.
-Sí. Y con ilusión. Es un buen trabajo y, como dije antes, una novela que, de ser de otro autor, leería con placer.
-Y en la escritura, ¿usas la autocensura?
-No, rotundamente. Si me autocensurara no tendría sentido escribir. Y tampoco quiero que mis trabajos gusten porque se plieguen a una moda.
No a la literatura de compromiso
-Pienso que hay una tendencia a escribir cuidando de no ofender a nadie, incluso pareciera que se trata por fuerza de mostrar compromiso con grupos y causas. ¿Qué piensas al respecto?
-Como novelista me trae al pairo esa tendencia. Mi objetivo no es el reconocimiento, no pretendo vivir de la escritura. Mucho menos aleccionar a nadie, ni que me aleccionen. Alguien conocido y apreciado por los dos firmaba en LEA, el foro donde nos conocimos tú y yo, con un «Escribo y punto». Pues eso. Solo faltaba que una de las cosas que más me gustan, escribir, fuera un instrumento que me amordazara.
-¿Cuáles fueron tus retos como escritora en La cita?
-Cuando finaliza una película aparecen los créditos, la retahíla de profesionales que fueron necesarios para crear el producto que se acaba de ver: actores, director, guionista, montadores, cámaras, figurinistas, maquilladores, técnicos de sonido, de casting, sastres… La lista es interminable y puede prolongarse durante minutos. Pues bien, cuando se escribe una novela sucede parecido a cuando se hace una película, hay que crear una trama, elegir a los actores, buscar los exteriores, decorar los interiores, vestir, maquillar… La tarea es ingente y la realiza una sola persona. Hay que hacer y deshacer muchos caminos antes de dar con la senda correcta. Los retos son infinitos, pero saber qué quieres contar y dar con una trama que satisfaga las premisas de interesar y entretener es un reto peliagudo.
-¿De dónde y cómo surge un personaje como Beatriz en La cita?
-¡Ay, Beatriz!. Beatriz surge de la observación. Beatriz representa ese dejarse llevar sin tomar a tiempo las riendas de la propia vida, una reacción frecuente que con el tiempo puede terminar llevando todo por delante.
Literatura y vida
-¿Qué tanto permites que tus historias invadan tu vida personal, que tomen tinta sangre de ella?
-Ocurre en mi caso que cuando pongo punto final me desentiendo de lo que he escrito. Pasado un tiempo leo y me pregunto cómo demonios llegué ahí. De perder el texto sería incapaz de sacar algo parecido siquiera. Pero lo que escribimos sale de nuestras cabezas ¿no? Algo de nosotros mismos irá en ello. En mi caso, yo creo que esa tinta de la que hablas la reconozco no tanto en la historia en sí, sino en cómo se narra.
-¿Cómo construyes los claroscuros de tus personajes? En La Cita, a excepción de los muertos, que son reconstruidos desde la memoria de quienes los conocieron, los demás dejan expuestos sus pensamientos y los descubrimos con virtudes y grandes defectos.
-No hay nada en la vida que sea blanco o negro y tampoco en las personas. A veces el lector ve vivencias personales del autor en las situaciones que se describen y, al menos en mi caso, nada más lejos de la realidad.
Yo buscaría al autor en cómo relata y en las cosas que subyacen en el fondo de las historias que cuenta. Yo construyo los personajes desde la perspectiva de que nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo, ni está siempre en la razón ni siempre equivocado y que todos en algún momento somos capaces de hacer el mayor mal y el mayor bien. Ni Beatriz tiene toda la razón ni toda la culpa, ni Joaquín, ni Marcos, ni Francisco, ni ninguno de nosotros. Yo creo que La cita, como Nadiya, como El faro, otras novelas mías, ayudan a comprender la vida.
Literatura e IA
-En La cita nos cuentas parte de lo que sucedió con las revistas impresas a la llegada del internet. ¿Cómo ves el panorama de la literatura y del futuro de los escritores ante la llegada de la IA?
-A lo largo de la historia ha habido revoluciones, grandes inventos, la imprenta, la máquina de vapor, el tren. Supongo que cuando se dieron esos, como tantos otros acontecimientos transformadores, mucha gente perdió algo, otra ganó y a la larga el mundo dio un paso adelante, a todos nos parece bien no seguir en la Edad Media.
Nosotros somos de esas personas a las que la novedad de la IA nos pilla de lleno. Yo, como tantos otros, no seré capaz de subirme a ese carro y puede que salga perdiendo; hay personas que ya están sacándole partido. A la larga, el mundo será otro y los que vivan dentro de 100 años juzgarán si es mejor o no.
Amazon o la nueva circulación de la novela
-¿Por qué publicar en Amazon y no en una editorial tradicional?
–Porque mis experiencias con editoriales no me han demostrado que la relación editor-autor sea la simbiosis que debería ser.
-¿Consideras necesaria la certificación de un jurado o de una editorial para la publicación de una obra?
-Comenté hace un momento que nada es blanco o negro. Una editorial, un jurado, un autor que se autopublique garantizarán una calidad en consonancia con la exigencia y los objetivos que se marque cada uno.
-Pero me temo que al lector —o al menos creo que existe esa percepción— también le suele importar que sus lecturas cuenten con ese respaldo. ¿Lo consideras así?
-Yo era una de esas personas. Si una novela estaba editada por tal editorial, lo consideraba sinónimo de calidad tanto por la consistencia de la historia como por la edición de la misma, sin fallo alguno. Y si había sido premiada en un certamen prestigioso, también me interesaba. Hoy, a veces no es así.
-¿Qué te hizo cambiar de opinión?
-La realidad, Antonio. Compras una novela respaldada por una editorial o por un certamen de renombre y encuentras en ella fallos sintácticos y ortográficos, con frecuencia historias mal construidas y mucho de la moda consistente en la defensa de causas concretas, colectivos determinados y maniqueísmos artificiales.
El terciopelo que apetece acariciar
-¿Cuál crees que es la receta de tus trabajos para que hayan quedado como finalistas entre cientos de concursantes?
-Creo que llamaron la atención por ser buenos trabajos. Y desde mi punto de vista esa condición se cumple si la trama despierta interés y se sostiene, si los personajes son congruentes con el papel que se les adjudica y si la prosa es hilo de seda que entra sin tropiezos y terciopelo que apetece acariciar.
-¿De qué temas nunca escribirías?
-Yo no escribo nunca sobre «temas». Pienso en una novela como instrumento para entretener. Me ocupa encontrar una trama que enganche y crear personajes consistentes. En el desarrollo de «su» historia, los protagonistas abordan problemas, asuntos de sus vidas y cada uno lo hace desde su punto de vista, que a veces coincide con el de la autora y a veces no. En ese contexto se habla de todo.
-Un disco…
-Banda sonora de la película Memorias de África.
-Una película…
– Érase una vez en América.
-Un libro…
-La ladrona de libros.
-¿Qué tienen en común esas tres obras?
-Que me emocionan.
-¿Qué es lo que sigue en tu futuro inmediato como escritora?
-Tengo en la cabeza una nueva novela. A ver…
La llegada del internet, como se plantea en La cita, tuvo repercusiones negativas en algunos sectores; para otros, significó la apertura de fronteras y oportunidades, la posibilidad de conocer a personas que se convirtieron en amigos y maestros entrañables. Entre ellas, Belén Garrido Cuervo, una escritora cuya calidad es posible comprobar a través de unos cuantos clics que conducen a su obra.
Sus dos novelas —Nadiya, historia de una esclava y La cita— están disponibles en Amazon.
*Antonio Pacheco Zárate es autor de la novela Centraleros, y de las antologías de cuento Afuera está el abismo y Sol de agosto.