IV. El legado de mi abuela, mi abuelo, tíos, tías y papá
Muy muy queridos Abuelito Natalio, Abuelita Lucha, tío Joel, tío Carlos, tío Talo, tío Beto, tío Toño, papá Mundo, tío Neco, tía Angelita, tía Cheli, tía Soco, tía Vicko, tía July y tía Luchita:
Hace unos 20 años (ya tengo edad, jiji) estaba en un curso de Juego Teatral en el que la persona capacitadora nos puso a jugar muchísimo y solamente en algunos momentos exponía la parte teórica y metodológica que estábamos aprendiendo: la formación psicomotriz de Bernard Aucouturier.
Al paso de los días de entrenamiento, que por cierto duró 2 semanas y nos llevaba todo el día, fui comprendiendo, por vivencia propia y por las explicaciones que nos dieron, que una de las funciones y efectos del juego, es provocar seguridad en las niñas y niños y que, además, existen “juegos de aseguramiento”: las escondidas, el columpio, las “atrapadas” y el lobo son ejemplos de ello. Todos manejan un momento de incertidumbre o “miedo de baja intensidad”: “Me voy a esconder ¿Y si no me encuentran?”; “Me van a atrapar y tengo que escapar”; “Se ve divertido, ¿y si me caigo?”. Este miedo se ve envuelto en la expectativa del final del juego, y al mismo tiempo se resuelve ahí: me encuentran -no quedé olvidado-, me atrapan -pero sigo vivo-, puedo moverme a mi ritmo sin caerme. Y justo es aquí donde se provoca la seguridad, el miedo queda resuelto y olvidado por completo. No hay falla. Por eso los niños y niñas buscar jugar una y otra vez, una y otra vez, para resolver las tensiones que viven cotidianamente. Aucouturier dice que este mecanismo está enraizado en lo más hondo de la psique de todos los seres humanos y en todas las culturas. ¿Cómo la ven?

Ya se imaginarán, abuelito, abuelita, tíos, tías, en qué juegos pensé cuando fui entendiendo este asunto. Claro, en los juegos mecánicos donde crecí, los que ustedes crearon, cuidaron y trabajaron con sus mentes, manos y corazones. Comprendí que el movimiento constante, rítmico, suave y acorde a la edad, da S – E – G – U – R – I – D – A – D que es hermana de sangre de la A – L – E – G – R – Í – A.
La única diferencia con los juegos para adolescentes, jóvenes y adultos es que la intensidad puede subir, pero al final, también provoca alegría y seguridad.
¿Puede entonces la alegría trascender generaciones? Estoy absolutamente segura de que sí. Pero, ¿cómo lo hace en los juegos mecánicos? No basta con tenerlo en movimiento y trabajando. Además de ello, se necesita, al igual que ustedes lo hicieron conmigo, con mi hermana, mi hermano, mis primos y primas, asegurarse de varios aspectos.
En primer lugar, que TODAS las personas puedan disfrutar del juego y con ello me refiero a la inclusión como primerísimo punto. Que no existan impedimentos para que alguien pueda disfrutar. Es por ello que, en la réplica del Tren Interoceánico, mi hermano construyó una rampa de acceso para personas con discapacidad y el vagón trasero tiene un amplio espacio especialmente diseñado para sillas de ruedas.

Fotografía: María Cristina Salazar Acevedo
Como segundo punto, también es indispensable conectar con las personas, igual que ustedes abuelito, abuelita, tías y tíos, lo hacían: recibirles mirándolos a los ojos con una cortés sonrisa, dar indicaciones con firmeza y cordialidad y siempre, siempre, siempre, siempre, tratar a todos y a todas, especialmente a las niñas y a los niños, como personas, con amabilidad y respeto. No menos importante un tercer punto, subir y bajar con seguridad y facilidad, mientras el juego está detenido por completo. Así evitamos accidentes innecesarios.
Abuelito, abuelita, tíos y tías: pueden estar ustedes muy tranquilos y felices de que este nuevo juego, la réplica del Tren Interoceánico, tendrá el sello que ustedes le dieron a cada uno de sus juegos: el sello de la generación de alegría. Las nuevas y las no tan nuevas generaciones experimentarán este juego de aseguramiento y de alegría como lo hicimos tantas y tantas personas en décadas de amoroso y arduo trabajo por parte de ustedes. Serán muchas y muchos quienes podrán subirse gratuitamente y como nos contaron la señora de San Pablo Huixtepec y la de Santo Domingo Barrio Bajo, Etla, jamás lo van a olvidar. Así como yo tampoco olvido.
.Infinitas gracias por su legado.
Los quiere y admira mucho.
María Cristina Salazar Acevedo.