Si sales y caminas veinte pasos llegas al sitio de la combi
que te lleva a Ciudad Azteca donde abordas el Metro.
Tendrán que repetirte hasta el cansancio
la
descripción
del
viaje.
Hay días que corren las horas lentas, el Diablo tiene tiempo
de sobra para detenerse junto a tu rostro,
observar tus gestos hasta beberte el ánimo.
El Diablo tiene tiempo largo,
puede apartarse un poco,
con la mano derecha
mueve la cola que encandila tu alma.
Si caminas hacia frente, al salir del bloque de apartamentos,
toparás con un maguey rhodacanta
-aunque no lo creas existe la mano generosa que se tomó el tiempo
de plantar vida en el paisaje de los vientos.
El gobierno municipal pensó que sería buena idea invertir fondos públicos
en la construcción de un parque, dotarlo con canchas de básquet,
juegos infantiles.
En este parque se concretó un crimen,
una ráfaga arrebató la vida un joven universitario.
Bajo la fronda del gran ficus la madre del asesinado encaró al asesino.
Se le escuchó gritar ¡Llévame!
Por la tarde los vecinos cierran puertas y ventanas,
se encierran a piedra y lodo para no escuchar
la voz de la madre sentada en la banqueta.
Callan.
La gente teme estirar la mano, tocar los huevos del tigre.
Los bloques habitacionales se repiten bajo la luz de un sol que muere.
Diligentes dealers salen a buscar clientes, perrean la chuleta.
Pero el Diablo, hermanito, sabe lo que hace: ama tus ojos donde crecen
escenas del paisaje.
Alguien se arroja a las vías del Metro, alguien descuartiza a alguien
-alguien resulta, en su gran mayoría, tener nombre de mujer.
El Diablo, digo, te da esperanzas.
Al volver del trabajo cargarás pensamiento recurrente:
por hoy no fui yo.
Como el condenado al cadalso en tu cabeza está el mañana,
mañana será mañana,
Sufrirás un robo, aprovecharán de tu confianza,
perderás tu propiedad.
Mañana se quitará el frío.
El viento corre, repite su nombre por el Río de los Remedios.
Somos del colectivo Hay Gente que la Pasa Peor.
Esto jamás se va a detener,
para mí que el viento
carga la teta amarga
que nos alimenta.