¿Dónde están Esther, Hernán, Bert, Tom y Charley,
el débil de ánimo, el fuerte de brazo, el payaso,
el bebedor, el peleador?
Todos, todos durmiendo en la colina.
EDGAR LEE MASTRERS, Antología de Spoon River
Leer la poesía de un nativo de Kansas, nacido en 1869, Edgar Lee Masters, afina el ánimo para acercarse a escribir del oficio de una joven de 27 años nacida y criada en Ejutla de Crespo, población de la región de los Valles Centrales, en Oaxaca; primogénita, adoradora de su fallecido abuelo, creció impulsada por su convicción de libertad, su deseo de independencia y convencida de que para lograr hacer la vida como pintora debía dedicar sus horas al oficio de los curtidores y talabarteros, con el que hicieron la vida sus mayores.
Por el camino de la carne muerta
Zaira Luis dedica su tiempo a la pintura, pero hizo la vida con su trabajo sobre la materia en descomposición, el curado de las pieles -junto al el ojo estricto de la sal, la cal, bajo los suspiros de afilados metales, con el saludo de la mano franca de la piedra de afilar.
_ El horror a los gusano -dijo Zaira.
Tocó la primera herramienta de la talabartería a los 17.
_Pero antes de la talabartería, primero fue la curtiduría, lo principal para ser tabalartera, que lo empecé por necesidad, mis necesidades. La necesidad de comprar mis materiales para la pintura, ser independiente. Para no estar esperando de papá, de decir sí a todo.
Animosa narra, cuenta sus orígenes.
_Yo estaba tomando un taller en Bellas Artes y un compañero me dijo, no sé cómo se enteró de que mi papá, mi abuelo se dedicaban a la talabartería, si podía curar una piel. Me la entregó en la escuela, la llevé a casa con mi papá, que me dijo: yo te voy a enseñar para que tú lo resuelvas. La verdad, no quería hacerlo, no me llamaba la atención; me daba miedo el proceso, soy de esas personas a las que la muerte les causa conflicto.
Los gusanos eran para mí un trauma.
Los hechos cotidianos, el tiempo que labra nuestro futuro, corren sin que veamos su importancia. Y es el arte quien nos detiene en nuestra prisa. Una joven acude al taller de pintura, ahí un compañero de grupo le pide ayuda para tratar una piel. Esa solicitud hecha desde la amistad desencadenó hechos donde Zaira Luis encontró acomodo para su tiempo del futuro, se hizo de un oficio.
Pero ella no lo sabía, ella solo buscaba tener recursos para comprar sus materiales para la pintura.
En la vida municipal no hay muchas referencias de oficios donde las jóvenes puedan escoger. Se repiten por mil las imágenes de las amas de casa, cocineras; locatarias en el mercado, estilistas, sectarias. Todas bajo las órdenes de un hombre. Ejutla mantuvo la tradición -hasta el siglo pasado- de la talabartería, la localidad de vocación agrícola demandaba empleos que daban soluciones a la demanda de la vida en el campo, donde los animales de trabajo requerían cinchas, sillas de montar, gamuzas.
Y, también, cada fin de semana algunos vecinos se convierten en proveedores de la tradicional barbacoa de borrego, de chivo.
Y había en abundancia la presencia de los despojos, las pieles.
Pero todo este marco arquetípico, los oficios como expresión de una cultura, Zaira Luis no lo veía. Ella a los 17 solo quería pintar, ser independiente.
_Mi papá platicó con un amigo, que le contó del proceso curtiduría. El principal elemento del taller es la sal, La piel depilada, la badana, se obtiene con cal; pero los procesos que se aplican dependen del destino final al que se destine la piel. Y está la piel de los reptiles, que tienen escamas, esas pieles van a la cal para el descamado.
Hay dos procesos, curtido al tanino y curtido al cromo.
El cromo viene en un polvo sintético, el tanino más natural.
Mi papá me dijo: tienes esta piel de tu amigo, vamos a hacerlo.
_Tuve un chingo de miedo. Tenía que enfrentarme a algo traumático, la piel estaba en su proceso de descomposición, gusanitos y mosquitas. ¡A su madre! La piel quedó bonita. Hay un palo en el patio donde cuelgas la piel. Agarrada por los dos extremos, la cuchilla raspa cara interior para retirar la grasa, descarnar, quitar el exceso de sangre, el gordo. Con este proceso detienes la putrefacción.
_¿Quiénes se comen esa materia?
_Los perros, ellos se comen el desperdicio.
En la Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters canta a los muertos. Su biografía marca que recién graduado trabajó para la empresa Edison, una compañía que distribuía electricidad, como cobrador de deudas. Esta actividad le permitió viajar por el Medio Oeste, conocer pueblos y a su gente, pero sobre todo conocer historias. Encuentro que el tema de la muerte, los muertos, aparece con frecuencia en la pintura y la poesía. Pero desconozco de una tradición artística que base su tiempo creativo con la materia en pudrición, la curtiduría.
_El cromo es un polvo verde que cumple el método de preservar la piel. Compré mi primer bulto de cromo con mi trabajo, a intercambio. Mi abuelo compró el cromo y yo le entregué las pieles ya curadas; es más rápido, muy tóxico. Fue algo rudo como empecé a trabajar, sin mascarilla y sin guantes -para que filtre parejo la solución en la piel, tienes que estar revolviendo el producto en los tambos.
La voz de Zaira Luis se acentúa cuando menciona productos de su oficio, pareciera que levanta una oración a un dios protector (una suerte de poema):
La sal, la sal, el cromo, el tanino; las cuchillas, el pelador. El agua. La piedra de afilar -saco el filo a mi manera, sobre piedra.
_¿Y el miedo a los gusanos?
_En mi infancia me imaginé en la oscuridad, sola. Y eso me aterró.
_¿Cómo se entera una niña del espacio de los muertos?
_No lo recuerdo, la infancia está rodeada de muerte.
Edgar Lee Masters dice al inicio de su poema:
Uno murió de fiebre,
uno ardió en una mina,
uno quedó muerto en una reyerta,
uno pereció en la cárcel,
uno cayó del puente bregando por su mujer y los niños.
Todos, todos durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.
El poeta Lee Masters hace hablar a los muertos de Spoon River, que lucharon en vida porque la gente obtuviera una cultura, algunos de ellos donaron libros, levantaron una biblioteca o piden justicia -todos supieron que hacían ese trabajo en vano.
Henry me hizo un hijo
sabiendo que yo no podía engendrar una vida
sin perder la mía.
Así que bien joven crucé el portal del polvo.
viajero, se cree en el pueblo donde viví
que Henry me amó con amor de esposo
pero yo proclamo desde el polvo
que me mató para satisfacer su odio.
_He disfrutado mi oficio, pero entiendo que para trascender será ya sin trabajo, sin necesidad de cumplir nada, sin necesidad de necesitar nada, ni dinero ni tiempo ni de ver pieles ni pintura. En mi infancia en el patio había tendederos con pieles, parecían personas crucificadas. Cuando mi abuelo se enteró de mi primer trabajo, me empezó a entregar pieles para que yo las curara, me hizo parte de su equipo de trabajadores, me encargó que le curtiera 10 pieles.
_¿Cuántas mujeres curtidoras conoces en Ejutla?
_Ninguna, Ejutla fue una tierra de curtidores, había un chingo, pero se extinguieron, mientras estuve en casa, mi oficio no fue tan agradable para mi mamá.
_ ¿Y los novios?
_Si, tuve mis novios en esa edad, pero no les decía que trabajaba en la curtiduría, el oficio me daba algo de pena. Un día uno de los novios me fue a buscar, yo estaba en plena descarnación, me encontraron sucia, olorosa. Soy curtidora, y aunque un tiempo tuve pena de decir mi oficio, a partir de aquella visita me acepté curtidora.
_¿Cómo te sientes con tu oficio de curtidora?
_Empoderada.
Dice Lee Masters:
Una murió de un parto deshonroso,
una de amores contrariados,
una a manos de una bestia en un burdel,
una de orgullo roto en pos de un anhelo del corazón,
una, después de haber vivido en Londres y París lejanas,
fue devuelta a su pequeño espacio con Ella, Kate y Mag
Todas, todas durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.
Por el camino de la putrefacción
_Con el tiempo logré ver a la curtiduría como el oficio que me condujo a un sitio de libertad y certeza; al trabajo artístico, la pintura.
* La obra de la pintora Zaira Luis está expuesta en Reforma 406, Mercadito Gastro de Jean Marc, planta alta, en Galería Nahual.