El presidente López Obrador, la creación de la Guardia Nacional y el papel preponderante en su arranque de mandos militares están pagando los errores, contradicciones, descuidos y costos del discurso de campaña del candidato López Obrador: se comprometió que los militares regresarían a sus cuarteles y acusó a las fuerzas armadas de represoras. Ese discurso ha empedrado el camino de la GN con mando y cuadros militares como el único camino en la nueva estrategia de seguridad,
Los opositores a la GN con mandos militares han usado las argumentaciones del candidato López Obrador. Sin embargo, el presidente López Obrador posee información estratégica que concluye que las fuerzas armadas son las únicas con capacidad, entrenamiento y valores para construir un nuevo cuerpo de seguridad preventivo y operativo contra el crimen organizado.
La organización de las audiencias públicas fue otro error estratégico porque los sectores favorables a la creación de la GN han perdido la batalla semántica y política contra quienes de manera estridente se oponen a ese cuerpo. Lo paradójico es que la bancada de Morena en la Cámara de Diputados está obligada a aprobar la iniciativa presidencial, pero a la hora de las discusiones serias los morenistas apoyan a los opositores.
La creación de la GN tiene tres puntos inevitables:
1.- No será un cuerpo de adorno, sino que formará parte de una política de Estado. Por tanto, no puede ser sujeto a simpatías. Luego del fracaso de la policía judicial, la policía federal y la gendarmería, la lucha contra el crimen organizado y desorganizado —cárteles, bandas y delincuencia al menudeo–, la única salida será la de la GN. Pero si por esa prioridad de Estado del gobierno de López Obrador carece de apoyo de sus propios aliados, entonces lo que salga de la Cámara de Diputados será un remedo de cuerpo profesional de seguridad. Lo que le queda al gobierno es repetir el numerito de la consulta tramposa sobre el aeropuerto para que la consulta sobre la GN gane sobre sus opositores.
2.- La militarización de la seguridad pública es un discurso tramposo. Los militares que participan en apoyo a labores de seguridad dependen directamente del mando civil superior: el presidente de la república, además de que sus errores y excesos son castigados por la autoridad civil. Lo que aportan los militares es experiencia, enfoques estratégicos, principios de seguridad, disciplina y valores patrióticos. Los militares, por el fracaso de la seguridad civil, representan la última línea de defensa del Estado y de la sociedad ante el poder criminal, armado y corruptor de la delincuencia.
3. La oposición de gobernadores al mando civil en la GN tiene que ver con el hecho de que el nuevo cuerpo de seguridad acabaría con el negocio de los recursos de seguridad, las complicidades con el crimen organizado y el poder absoluto de los mandatarios estatales como verdaderos Califas. El fracaso estatal y municipal de la seguridad se le debe acreditar a los gobernadores y alcaldes. El caso del huachicol, por ejemplo, involucra complicidades de funcionarios, empleados y trabajadores de Pemex y autoridades estatales y municipales. La creación y funcionamiento de la GN implicaría una redistribución del poder a favor de la federación y en contra de los Califas estatales y municipales.
Por más popular que quiera ser un gobierno, hay decisiones de Estado que escapan de la consulta al pueblo. Pero con la circunstancia agravante de que la presencia de militares en labores de seguridad pública ha sido aplaudida, consolidada y apoyada por la sociedad en los territorios ocupados o dominados por las bandas del crimen. La indisciplina, desorganización, actos de corrupción, bajo armamento y escasez de recursos contribuyeron a la ineficacia en las acciones de la policía federal y la gendarmería.
Por tanto, el debate sobre la GN nada tiene que ver con los derechos humanos, sino que su trasfondo afecta inclusive el financiamiento público a organizaciones no gubernamentales que operan como complicidad formal o informal. La exigencia de un mando civil inicial en la GN va a beneficiar a las bandas delincuenciales, a los poderes estatales y municipales y a las propias ONG’s, porque el nuevo cuerpo nacería con un mando débil, politizado e ineficiente, porque en estos doce años de inseguridad creciente el gobierno y el Estado no pudieron crear cuadros policiales directivos civiles con capacidad y liderazgo.
Y al final de cuentas, la GN no será un cuerpo de seguridad como poder autónomo, sino que dependerá en sus funciones de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y en última instancia del presidente de la republica como jefe de gobierno y su funcionamiento tendrá que acatar no sólo la vigilancia crítica de sociedad y medios, sino de los poderes legislativo y judicial.
Si la GN no nace o surge mutilada, habrán ganado los malos.
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