El Menú
Dragon Ball Super: Broly | Belzebuth | Vox Lux: El Precio de la Fama | El Primer Hombre a la Luna | Jefa por Accidente
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
⋆ ⋆ Puede verla
⋆ No se moleste
•Evítela como la plaga
El aperitivo
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
Dragon Ball Super: Broly dedica sus primeros 40 minutos a atizar la nostalgia y refrescar la memoria repasando el episodio cuando Freezer destruyó el planeta de los Sayayines, para así presentarnos a Broly y su “cenicienta” historia de cómo el Rey Vegeta quiso eliminarlo al enviarlo a un planeta lejísimo e inhóspito al que lo irá a buscar su padre (Paragus), para que después de muchos años (como 35, no menos, como 40) de estar varados, sean encontrados por dos miembros del ejército de Freezer: Cheelai y Lemo que los sacaran de allí.
Como Paragus siempre se ha querido vengar de los Vegeta, Freezer derrotar a Gokú y destruir la tierra, y como Gokú y Vegeta son dos tipos de cuidado que pelean a la menor provocación, lo anterior será pretexto suficiente para iniciar la nueva batalla que hay que reconocerlo, logra transmitir toda la épica que ha caracterizado a Dragon Ball gracias a su estilo de animación que ha desarrollado. Se sea fan o no, el inicio de la historia sirve para poner las piezas sobre la mesa y saber qué posición y rol desempeñarán cada personaje, el resto de la película es sólo Broly peleando contra Gokú y Vegeta, para después dar pie a el momento más esperado de la película: la fusión entre ambos surgiendo así Gogeta.
Dragon Ball Super: Broly echa mano de todo el universo construido alrededor de esta franquicia para dar pie a otra historia con un nuevo personaje, que no pretende modificar casi nada ni mucho menos ser compleja, sino divertir y entretener a su audiencia con los personajes de siempre y las peleas que se han vuelto un sello de garantía. Cada pieza en la película calza a la perfección y lo único que se hace es usar a conveniencia la teletransportación, la fusión, las Esferas del Dragón y a Shen Long; aderezados con un final reconciliador que nos hace sentir que Son Gokú es el mejor amigo de todos, cuando quizá, en lo personal, son Cheelai y Lemo los que se llevan el mérito, no sólo por haber salvado a Broly (retratado como una especie de Buen Salvaje), sino por no haberlo dejado sólo incluso en su peor momento. Esos si son amigos, y no como Kakaroto que a la peor complicación se teletransporta y desaparece.
El Plato Fuerte
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
Aunque contadas pero contundentes, el cine mexicano de terror ha demostrado saber cultivar este género con un puñado de películas actuales: Vuelven, El habitante, Atroz y Belzebuth, esta última recién estrenada en cartelera y protagonizada por Joaquín Cosío en un papel que demuestra no sólo su experiencia, sino todo su poder actoral que nos hace pensar que no había mejor actor para el papel, o mejor aún, que él nació para este personaje.
Después de un pequeño intro con voz en off, Belzebuth arranca rudo, duro y directo, mostrándonos el momento más feliz pero también el más trágico en la vida del policía Emmanuel Ritter (Joaquín Cosío): el nacimiento y asesinato de su primogénito y de otros recién nacidos por una enfermera que se termina suicidando en el acto; una tragedia que resonará años después cuando haya una masacre contra niños de 4 años en un kínder y que harán intervenir a un equipo de criminología esotérica comandado por Ivan Franco (Tate Ellington), quien poco a poco irá instruyendo a Ritter en demonología no para tratar de convencerlo que éstas muertes tienen que ver con una intensión satánica, los hechos mismos lo harán, sino para darle herramientas que lo ayuden a combatir al mismísimo demonio y no morir en el intento.
Con ayuda de su incondicional compañero policiaco Demetrio (José Sefami), Ritter con Franco irán poco a poco dando con un tal Vasilio Canetti (Tobin Bell), un exsacerdote jesuita que ahora con facha de mendigo y un montón de tatuajes satánicos por el cuerpo, parecer ser el autor intelectual de los asesinatos masivos de niños, que según se dice, podría haber otros cinco; haciendo que los policías recurran incluso a una adivina, a quien chantajean muy a la mexicana y quien les dice que uno de ellos morirá, dando como resultado una escena que harán que Ritter se empiece a tomar más en serio esto de los demonios.
El ambiente mexicano se torna a lo largo de toda la película, no sólo por estar contextualizada en la frontera con Estado Unidos, sino por incluir un abanico de escenarios y situaciones propios de la realidad nacional: tiroteos, muertes violentas, sexoservidoras voluptuosas (trata de blancas), narco pueblos, iglesias abandonadas, narco túneles, huesos de antepasados en ídolos religiosos y profanos, en fin, todo un edén que parece estar gobernado por el Señor de las Tinieblas. Pero como nuestros personajes son “policías no pendejos”, logran dar con una pista clave: La Iglesia de los Niños. En este lugar Ritter tendrá una prueba de fe, pues “en México hasta los ateos son creyentes”, al enfrenar al mismísimo Belzebuth quien le ofrecerá un trato muy tentador y que darán un vuelco a su vida y al caso mismo: sacrificar un solo niño a cambio de no volver en mil años, y a cambio Ritter podría tener a su esposa e hijo de vuelta.
De puro milagro Ritter y Franco logran salvar el pellejo, y todo lo que parecía malo ahora parece ser bueno, haciendo que Ritter reciba ayuda de quien menos lo imaginaba, quien de paso le develará a él y al espectador el soporte argumental de todo esto: Hace mil años el Mesías regresó a la Tierra, pero el Demonio confundió al Papa y fue que sucedieron las Cruzadas logrando dar muerte al niño redentor. Mil años después, hoy en día, el niño ha vuelto a nacer, en México, porque al igual que el pueblo hebreo hace 2 mil años, tenía que “nacer en un país reprimido por un imperio”. ¿Le suena familiar?
Es así que ahora la misión se convierte en mantener con vida a dicho niño (quien por cierto logra una actuación cautivadora), así que echando mano de la maña policiaca tratarán de salvarlo por medio de un narco túnel. Pero lo que ni ellos ni el espectador sospechaba, es que lo que parece bueno ahora se vuelve malo, haciendo de la escena del narco túnel algo lleno de miedo, suspenso y nervios dignas de las mejores montajes que logran una atmósfera y un ritmo terrorífico magistralmente ejecutados.
El director, Emilio Portes, sabe administrar muy bien el miedo y el suspenso al incluir una pantalla oscura por un largo tiempo, como una fotografía con una amplia gama de colores que van desde el rojo infernal hasta un verde sepulcral, y elementos propios del género de exorcismos como la crucifixión (impactante escena de los clavos), y la purificación a través de la sangre (obsérvese cómo aún a estas alturas Portes juega con la percepción de las cosas).
Si fuera poco, el argumento toma mayor solidez al incluir una revelación de alguien que vendió su alma con tal de saber la verdad, la trama de vuelve redonda al cumplirse la profecía de la adivina (véase quién muere a manos de quién), y la historia de se torna dialéctica al proponer un final incierto pero entendible, en donde la protección del niño se cede a alguien tan fuerte en cuerpo y espíritu que haya sobrevivido al mismísimo demonio; pues la humanidad no es una emesis, sino un real campo de batalla”.
El Postre
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
Vox Lux: El precio de la Fama aborda el tema de la popularidad como un demonio lleno de luz pero también de oscuridad, pretendiendo ser un retrato del Siglo XXI (como si eso fuera posible con apenas 18 años transcurridos) pero que al mismo tiempo es un síntoma de esta generación que pretende saberlo todo, que vive en la inmediatez y la fugacidad, y que paradojamente busca lo vigente y una identidad a través de los demás. Bajo la idea de que nombre es destino, el Preludio (1999) nos muestra, con voz narradora de Willen Dafoe, cómo Celeste (Raffey Cassidy) estará en medio de un tiroteo escolar (tan inexplicables como constantes) al que celestialmente ella sólo sobrevivirá. (Véase cómo los créditos iniciales van de abajo para arriba, y como ciertas partes de la película, musicalizadas o no, remiten quizá un poco a atmósferas similares vistas en El sacrificio del cordero sagrado de Yorgos Lanthimos).
En al Acto I: Génesis (2000 – 2001), vemos cómo este ángel de apenas 16 años (una especie de elegida mesiánica), se vuelve una figura mediática gracias a una tragedia filtrada por el prisma de los medios de comunicación y alimentada del morbo de la gente, convirtiéndola en una celebridad a la que le es otorgada la condición de redimida y vocera del dolor, por medio de un talento que descubre gracias a su hermana cuando al hospital le lleva un teclado para poder matar el tiempo: el canto. Y vemos cómo una canción noble como Wrapped Up se convierte en un hit de música pop que no pretende que la gente piense, sino que sólo se sienta bien, en una era donde la caída de las Torres Gemelas simbolizan la perdida de inocencia de una nación.
Ya en el Acto II: Regénesis (2017), Celeste (Natalie Portman) carga con una fama y una vida de celebridad a cuestas, que no le han permitido ser una madre ideal para su hija Albertina (a la que el mejor consejo que le da es tener siempre un buen ángulo), que ha incubado un odio hacia su propia hermana, una dependencia tóxica con su manager y una relación de amor-odio con la prensa. Parte de sus excesos los sabemos gracias a la voz narradora, y conoceremos el punto de quiebre de Celeste a raíz de unas declaraciones que tendrá que hacer tras una masacre que la involucran indirectamente y que demuestran que a 19 años sólo se han vuelto tan irracionales como banales. Pero a Celeste sólo le importa ser la reina, aunque en el fondo no se sienta como tal.
Y es en esta parte que Natalie Portman condensa todo el potencial de su personaje, al mostrarnos en poco tiempo cómo puede pasar del entusiasmo a la desmotivación, de la soberbia al auto desprecio, de un estado de superioridad a uno de inferioridad; y así en la parte Finale: XXI, mostrarnos a una Celeste decadente como el mismo siglo, que apenas y se sostiene, pero que pese a las tragedias exteriores debe continuar con el espectáculo. No es un tema nuevo del que se habla, pero la forma cínica en que lo refleja Vox Lux hacen que el espectáculo final (escénica Natalie Portman) donde vemos a una Celeste en pleno concierto, hagan de esto algo banal pero al mismo tiempo atractivo, tan contradictorio pero al mismo tiempo tan místico que la revelación que hace Celeste a su hermana adquiere todo el sentido, como quien se entera que este siglo pareciera ya estar pactado con el diablo; mientras vemos los créditos finales ir ahora de arriba abajo.
La Gula
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
Con El Primer Hombre a la Luna Damien Chazelle busca algo muy distinto a lo logrado en Whiplash y La la land, al apostar por un ritmo prolongado y un tono tenue que intenta mantener expectante al espectador, pero con momentos irregulares que no hacen sentirla como una pieza sólida de principio a fin. No hay nada que no hayamos visto ya en las películas de aventuras espaciales, más bien se trata de una película centrada en el drama interior de Neil Armstrong que intenta explorar su faceta humana más que la heroica, así como las circunstancias personales y sociales que lo rodearon a lo largo de su preparación para el “gran paso de la humanidad”.
La película divide en cuatro bloques temporales el drama de Amstrong (Ryan Gosling), 1961, 1965, 1966 y 1969, con la idea de irnos adentrando progresivamente en su situación y emociones al grado de compartir junto con el personaje sus penas y glorias, algo nada fácil al ser Amstrong alguien de personalidad estoica y no muy adepto a expresar sus emociones, un reto que aún con un Oscar bajo la mano, Gosling no logra resolver del todo al mostrar siempre la misma expresión como si eso fuera garantía de estoicismo; pues incluso en los momentos más rudos de la historia, no logra transmitir esa impotencia que debió sentir el personaje al no poder o no saber cómo expresar lo que sentía. Sólo en la escena en la que Amstrong es obligado a hablar con sus hijos, es que Gosling logra ese equilibrio entre emotividad y estoicismo sin decir realmente mucho sino la forma en cómo lo dice (de hecho habla como si leyera un comunicado), creando un tono de humor agrío y un matiz actoral que no logra sostener del todo a lo largo de la cinta.
Es Claire Foy, intérprete de la esposa de Amstrong, quien logra manifestar con su actuación los diferentes vaivenes en los que se torna toda esta tensión que vive el matrimonio Amstrong, sin necesidad de ser explosiva sino contenida, expresando con sus ojos y en su rostro lo que no puede decir con palabras. Y aun así, es su escena del reclamo hacia el equipo de la NASA que parecen estar jugando, cuando vemos su verdadero temple como consecuencia natural de todo lo que venía acumulando y al no saber si sería más feliz con una vida normal.
La parte visual no tiene problemas, Chazelle sabe muy bien cómo usar la cámara y generar tomas y secuencias cerradas que tratan de contagiar esa angustia silenciosa que debió padecer Amstrong, así como tomas abiertas que tratan de dimensionar lo épico y complicado de la misión, poniendo en perspectiva la luna, como un elemento que poco a poco se va acercando y que cuando por fin se conquista, lo que queda en perspectiva ahora es la Tierra misma. Hay un uso de la imagen granulada que le otorga un aura de vintage a la película que nos remota a una época pasada, aunado a un excelente trabajo de dirección de arte que logra recrear un contexto la década de los 60s, así como la tecnología aeroespacial de aquellos años. Hay incluso ciertas paletas de colores y montajes con música de orquesta que recuerdan un poco al estilo de La la land, lo cual es un tanto obvio e inevitable al ser nuevamente su músico de cabecera, Justin Hurwitz, quien compuso la música (ganador ya de un Globo de Oro).
Ya sea por solemnidad o por sentirse más cómodo dirigiendo historias extrovertidas como sus dos anteriores, Damien Chazelle parece cauto al dirigir El Primer Hombre a la Luna y no querer arriesgar en demasía para tratar de generar un drama contenido sin necesidad de ser aburrido, un salto que no logra muy bien lo que ocasionó que al menos en la función que estaba, un par de personas decidiera salirse de la sala quizá por no saber, a pesar de que conocemos el final de la historia, cuánto más se iba a prolongar esta historia antes de llegar a la parte cúspide; que hay que decirlo es la mejor al combinar emoción, dinamismo visual y un empalme musical, que hacen que el final sea ciertamente emotivo en donde vemos a un Astromg que no conquista únicamente la luna, sino su paz interior al dejar ir su dolor interno.
El digestivo
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
En Jefa por accidente, veremos un drama cómico-romántico en el que Maya Vargas (Jennifer López) conoce la frustración que otorga el sistema capitalista y patriarcal, exponiendo su principal tesis: un título universitario no es sinónimo de experiencia y competencia laboral, pero ah cómo sirve para abrir puertas y obtener puestos. Una especie de hado madrino millenial gracias a las redes sociales y a la vulnerabilidad de internet, logra crearle una identidad falsa a Maya por lo que consigue un puesto en una importante empresa de productos de belleza. Así pues, el dilema estará planteado: adoptar dicha mentira y obtener un trabajo de ensueño, o decir la verdad y seguir trabajando para un jefe odioso y patético de supermercado.
Como es de esperarse, casi “involuntariamente” Maya se queda con el trabajo por lo que tendrá que seguir con la mentira, algo que complica su relación de pareja al tener un drama familiar oculto que poco a poco se nos irá revelando. Todo avanza con escenas ligeras y llenas humor físico, sexista, accidentes y de malas palabras que sin duda buscan hacer reír al público al menor pretexto. Maya no sólo pondrá a prueba su talento laboral y su calidad humana al pulir el talento de personas que a veces son relegadas, sino también su maternidad, generando así la situación más complicada de la historia: seguir siendo la mujer que todos creen basada en mentiras, o decir la verdad y demostrar su integridad y honestidad a costa de su trabajo y su familia.
Obviamente todo se resolverá y todos volverán a ser felices pese a las mentiras y engaños (qué exagerados), y mientras al parecer Maya seguirá sin título universitario e incluso parecerá estar a favor de que su sobrino obtenga uno aunque no esté presencialmente en clases, alguien más estudia lo que quiere (fotografía) en Londres gracias a papi (al parecer el mundo funciona así). Aunque la película tienen toda la intención de demostrar que las mujeres pueden salir adelante por sí mismas con su talento e ideas propias, termina siendo un cuento de hadas más al plantear escenarios muy idílicos y situaciones muy convenientes, que muy difícilmente se podrían sostener en un plano real, haciendo de Jefa por accidente una comedia bienintencionada que aunque plantea ciertos dilemas propios de la mujer, se queda sólo en el nivel de entretenimiento.
*Cinefágo: El que tiene el hábito de comer y devorar cine.
#SeValeLaGula