Haz que valga la pena
Una luna sonríe sobre ellos, las calles están vacías. Ella está feliz, a veces solo con verlo es feliz.
-¿Y entonces? ¿Qué le dijiste?
-Nada, no voy a explicarle qué pasa con nosotros, no lo entendería.
-¿Me quieres?
-Más de lo que imaginas.
Se detienen, él la mira y ella siente que le está observando el alma. Sus manos están juntas, de repente solo el silencio, sus miradas fijas, sus latidos que han paralizado el universo. No hay tiempo, no hay nada, solo ellos. Ellos que se miran, sin pasado, cargados de futuro, llenos de esperanza.
Le gustan sus ojos, la forma en que sonríe cuando nadie la está viendo, le gusta su voz, esa voz que lo acaricia por las noches a través del teléfono, esa voz que lo despierta para decirle que lo quiere con todo y sus complejos.
-Tenemos que hablar.
-Ya sé, no debo amarte.
-Pero lo haces.
-Mi corazón es un necio.
La abraza, quiere fundirse en su cuerpo. Quiere besarla hasta dejarla sin aliento, arrancarse las dudas que lo mantienen preso, decirle que le gustan todos los lunares de su cuerpo, la pequeña cicatriz en su rodilla y las arrugas que se le marcan en los ojos cuando está riendo, quiere decirle que está encaprichado de su cuerpo, que su espíritu lo traspasa, que su amor lo está llenando y tiene miedo.
Ella está temblando.
-¿Tienes frío?
-No, tengo miedo.
Él no responde, quiere huir, alejarse antes de hacerle daño, volver a su vida llena de libertad y excesos, pero lo mira con tanto amor, con tanta esperanza, que siente que sería un ingrato si la deja ahí, sola, latiendo amor, respirando silencio. Tiene que dejarla antes de perderla, es mejor dejarla, pero, ¿Cómo se abandona el amor?, ¿Cómo dejarla si ella ha llenado los huecos de su corazón?, ¿Cómo amarla si solo la quiere?, ¿Cómo liberarla de su amor si quiere tenerla todos los días entre su cuerpo?
-Eres mi contraparte, como la antimateria, ¿sabes lo qué es la antimateria?
-No
-Tú, tú eres mi antimateria.
El teléfono comienza a sonar, él sabe quien es, pero no quiere responder, no mientras está con ella. Frente a ella quiere comportarse como si fuera un caballero, no quiere que ella se entere de que hay otras mujeres esperando verlo. Es un patán, pero nunca prometió nada ¿cierto? y sin embargo una voz le susurra que la está perdiendo, que lo que hace es incorrecto.
-Responde el teléfono.
-No es nada importante.
Ella finge que le cree, es mejor no preguntar demasiado, no insistir, no ensuciar con reproches su momento. Le ha mentido, hay otras, hay secretos, pero prefiere vivir ignorando que buscar certezas que dejen su maldad al descubierto, cree que ignorar los pequeños tropiezos es mejor que hundirse en el infierno. Quiere dejarlo, sabe que debe dejarlo, que él solo puede hacerle daño. Pero es tan grande su ilusión que no quiere destrozarla, es tanta su esperanza que prefiere guardar silencio.
Él la besa, es un beso cargado de culpa. Quiere volver a ser él y que no le importe nada, quiere dejar de preocuparse por ella, quiere dejarla, pero… se siente tan bien, su tacto, sus besos, su amor, su alma.
Ella es como un soplo de aire fresco, como olor a tierra mojada, como el sol que despunta con el alba, ella es como habitar bajo un cielo despejado, como una brisa que refresca, como una lluvia que acaricia, ella es como una cura, como llegar a buen puerto después de una tempestad, como beber agua fresca, como hundir los pies en la arena. Y él, él es un desgraciado que solo piensa en que va a desgarrarle el alma.
-Te quedaste callado.
-Te estaba besando.
Ella lo observa, le acaricia el rostro y con las manos en sus mejillas le susurra -Te amo, no digas nada, no deshagas, no hagas, guarda silencio. Te amo, te amo, te amo_. sus ojos se llenan de lágrimas y lo besa, lo besa con el corazón, con ternura, sin prisas, sin exigir nada.
-¿Por qué lloras?
-Porque me va a doler, pero, por favor, haz que valga la pena.
Él vuelve a abrazarla, no puede prometerle nada, pero piensa que ella se lo merece, se merece que por un momento él le dé un poco de cariño, se merece un hombre que la proteja, que la adore, que agradezca su existencia, que bendiga su presencia, se merece un hombre, no a él, no a él que no sabe dónde dejó su alma. No a él que solo quiere besarla, no a él que no sabe como cuidarla, no a él… que no la ama.