FERNANDO AMAYA*
Uno no se puede imaginar a Silvia María sin el desasosiego que siempre la ha caracterizado. Quienes la apreciamos no le queremos de otra forma, porque sería pedir que las aguas inquietas de un río no corrieran con el ahínco con que discurren en su largo camino hacia el mar. Porque eso es Silvia Maria, un espíritu, una voz, una guitarra de combate. Algo me hace pensar que esa inquietud le viene de cuando enarbolaba el canto testimonial y, guitarra en bandolera, recorría un México despertando de una parálisis de decenios entre consignas obreras y mítines combativos y esperanzadores.
Más todo puede ser en Silvia María, menos la improvisación y el desorden; ella asume los roles que la vida le ha asignado, con mucha responsabilidad, una conciencia que a veces la ha llevado incluso a poner en riesgo su salud e integridad física. Como gestora cultural, como madre de familia, como intérprete, coloca cada parte en su lugar, a imitación de un maletín que siempre lleva consigo, y en donde los objetos tienen designado un espacio y una posición invariable. De ahí parte la admiración por ella, merced al empeño con que acomete sus obligaciones, y en particular con el canto que es su pasión de vida, desde cuando siendo pequeña se empeñó en aprender a tañer una guitarra que casi le doblaba en tamaño y a cantar con la entraña, que sólo así es como se logra hacer que el alma se apodere del canto.
El vasto repertorio de nuestra cantora predilecta está copado de temas de nuestra tradición local y nacional, hay en su registro verdaderas joyas que ella ha recogido con mucho amor para mostrarlas al mundo; en su voz vigorosa y contundente uno vuelve a oír, desde la dimensión de lo inédito, lo mismo La cigarra y Llévame Oaxaqueña, que Silencio y olvido y la Martiniana.
Con el canto de Silvia Maria, el corazón se acompasa, ríe y llora como ella lo hace en su vida llena de inefables contrastes en donde la emoción nunca está ausente.
Por eso hoy nuestra voz se alza entre las multitudes, con un pregón de esperanza, para hacerle llegar nuestro afecto a esa mujer de la que sólo podemos sentirnos ufanos cuando reconocemos la parte ineluctable que constituye el color de nuestro mundo oaxaqueño, en donde sabemos de la gratitud por obra del legado de nuestra tradición robusta y vigente, en donde Silvia María es un pilar; qué digo un pilar: es una techumbre, un cimiento, es un abrazo de mar y montaña por todos los rumbos del orbe.
Tarea: escuchar “Canto entrañable de Oaxaca”, con Silvia María en las plataformas de música por internet.
*Cantautor y poeta originario de la costa oaxaqueña.