III. Mi hermano y yo
Es noviembre de 2024 y recibo una llamada telefónica de mi hermano.
—¿Puedes apoyarme? Me acaban de encargar una réplica del Tren Interoceánico —me solicitó mi hermano por teléfono—. Necesitamos ideas para que todas las personas que se suban disfruten de esa experiencia y también se dé a conocer la importancia de esa obra. Por lo pronto, ya estoy adaptando un jeep para que sea el que jale los vagones.
Quedo sorprendida nuevamente. Mundo, como le digo a mi hermano Edmundo, siempre me ha impresionado con las creaciones y adaptaciones que realiza con un equipo de talentosos y comprometidos maestros, e incluso maestras, de los oficios de mecánica, electricidad, modelado de fibra de vidrio, pintura, carpintería y cartonería, una ingeniera, un ingeniero y una arquitecta. Son verdaderas obras de ingeniería y arte un enorme carrusel de dos pisos con 42 caballitos de fibra de vidrio y 2 carrozas para 4 personas; el simpático trenecito de 3 vagones de Bob Esponja que puede transportar a 12 niñas y niños; el otro gracioso trenecito del Chavo del 8 también de 3 vagones; el primoroso trenecito de Cars con 5 carritos que después se convirtió en convoy con un carrito más y poder llevar a 16 niñas y niños; la sensacional plataforma con 5 toros salvajes que se mueven sincronizados, ¡¡se les encienden los ojos y sacan humo¡¡; el extraordinario carrusel con 12 figuras del Códice Vindobonensis, con los nombres de las figuras de estos animales en lengua mixteca y en español, dos tronos-carrozas para 2 personas y con acceso y espacio para personas con discapacidad en silla de ruedas. ¡Y qué decir del elefante y el camello gigantes para que el día de Reyes se suban las niñas y niños y esos animales emitan sus propios sonidos!


Con mucha razón mi amiga Tere me dice:
—Tu hermano es un inventor.

Sí. Estoy convencida de que tanto él, como todos mis primos y primas quienes se dedican a trabajar los juegos mecánicos, han heredado el ingenio y la visión del abuelo Natalio y la abuela Luchita: que las niñas y niños tengan alegría, logrando una experiencia mágica en cada juego.
En el taller todos están muy activos y corren de un lado para otro. Suena un esmeril, martillos, un taladro; arranca el motor, pausa, vuelta a arrancar. ¿Hay alguna falla? Se arregla. Se toman medidas, se indican compras precisas de lámina troquelada, llantas, tornillos, tuercas y pernos de determinadas medidas; se dan ideas de dónde debe ir la luz y de qué color es más conveniente. Todos con un objetivo en mente: que el tren funcione, que sea del agrado de quienes se van a subir, que sea seguro, que sea lo más parecido al Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT) y que sea de fácil operación y mantenimiento. Largos días con sus tardes y a veces noches alcanzan a todo el equipo.

Fotografía: Edmundo Salazar Acevedo
Dos meses después, el 5 de enero de 2025, un día antes del día de Reyes, hicimos la primera prueba.
—Vamos a probar el tren en el pueblo —me dice Mundo.
—Claro —afirmo.
—Este día es muy tranquilo aquí en San Bartolo Coyotepec —me explica.
Nos subimos junto con tres maestros que están checando que funcione bien el motor y el encendido de las luces. Llamamos a una amiga que tiene un niño pequeño y sobrinos en casa. Pasamos justo frente a su puerta.
—¡Hola! ¡Súbanse! —les saludo muy contenta.
—Hola, Dante —dirigiéndome al niño pequeño— ven, siéntate con mamá.
El pequeño Dante, de dos años, mira hacia todos lados. Es un espacio muy amplio. Se acurruca hacia su mamá. Una niña de unos 5 años, la primita de Dante, también se sube con ellos. Sus ojos están abiertos husmeando todo, la campana, el techo y las lucecitas de color rosa. Otra señora que está con dos niñas, dos niños y un bebé en su carriola nos mira con curiosidad desde la casa de enfrente. Las niñas y niños le jalan la blusa buscando su aprobación para subirse.
—Pueden venir también —expresamos juntos mi hermano que va conduciendo y yo.
Nos reímos. La señora toma al bebé de la carriola y se van subiendo uno a uno.

—Hola, hola. Por favor ocupen una sola banca todos. Vayan de frente, para que no se vayan a marear. Usted, señora, por favor en medio de todos —solicito amablemente.
—Lupis, por favor, ve con la señora, pues lleva 5 niños a cargo —indico a mi hija que es una mujer adulta—, por si se requiere apoyo.
El trenecito arranca. Las niñas y niños abren los ojos y van sonriendo, en silencio las primeras cuadras. Después de un rato se relajan y van diciendo adiós a cuanta persona encuentran. En un momento Dante llora. Su mamá lo abraza y nos dice que es raro que se comporte así, que seguramente es porque ha estado enfermo. Lo consuela y deja de llorar. Pero Mundo ya detuvo el tren y voltea a ver qué pasa. La primita de Dante exclama con mucha firmeza:
—¡¡Sígale, señor!!