Él
Él mira la pantalla del teléfono, le duele no tenerla, la extraña, quiere volver a escuchar su voz, hablar con ella, recibir sus mensajes. No se arrepiente de haberla dejado, porque no podía darle lo que ella pedía, no podía darle más. Y por eso la dejó, porque estaba tan ilusionada que él se sintió presionado.
-Eres más egoísta que yo- le susurra al silencio-. Prefieres hundirte en tu dolor que darte cuenta de que yo también estoy sufriendo. Te quiero, ¿por qué no puedes quedarte si te quiero?, ¿por qué no puedes darme tiempo?, ¿por qué todo tiene que ser cuando tú quieres?, ¿por qué tiene que ser como tú quieres?, ¿por qué tenías que ilusionarte si soy un pendejo?, ¿por qué te enamoraste de mí?
-Te dije que iba a hacerte daño- continua- y me diste todo, me diste tu tiempo, tu corazón, tu cuerpo. Me acostumbraste a ti… y te fuiste, recogiste todas tus cosas y te fuiste, no me dejaste ni un pinche libro, ni tu maldito cenicero, no me dejaste nada para extrañarte… y sin embargo dejaste lleno de ti mi departamento. Necesito tiempo, eres maravillosa y necesito tiempo, ten fe, por favor ten fe, cree en mí, siempre creíste en mí, creíste cuando yo no podía hacerlo. Y ahora, ahora que necesito que te mantengas firme y me dejes seguir a tu lado, te vas, me dejas, te olvidas de todo lo bueno. ¿No te das cuenta de todo lo que hemos hecho? ¿No notas que hemos logrado muchas cosas? ¿No notas que le hemos ganado al tiempo?
Suspira y deja el teléfono en el suelo, no la ama, sólo la extraña, o quién sabe, tal vez un día sintió algo más que cariño por ella y le dio miedo.
Un día ella le escribió: “Yo no te pregunto si me amas, porque preguntarlo sería dudar o no sé”.
“No dudes, confía”, respondió él.
Por eso no pueden estar juntos, porque ella lo amaba, creyó en él y él olvidó todo lo que le había prometido.
“No te sueltes, por favor no te sueltes, sea como sea estaremos juntos, no sé cuánto tiempo ni de que forma, pero te prometo que nunca te fallaré.”
Y le falló.