ELIZABETH PÉREZ CASTRO
Con toda nuestra indignación y cariño para Sol Jarquín
del staff de Sucedió en Oaxaca
OAXACA, Oax. (sucedióenoaxaca.com).- Conocí a María del Sol en una fiesta, recuerdo que reímos mucho, era una mujer alegre, vivaracha, enamorada de la vida. Hoy, cuando mi teléfono comenzó a sonar a causa de los mensajes, no estaba preparada para lo que leí. Fue como si la angustia se apoderara de mi pecho, como si el frío me penetrara los huesos. Asesinada, rafagueada, una víctima más de este sexenio, víctima del gobierno ausente en Oaxaca.
A María del Sol la asesinó su jefe, Francisco Javier Montero López, titular de la Secretaría de Asuntos Indígenas en Oaxaca, quien la comisionó para cubrir desde hace más de un mes las actividades de su hermano Hageo Montero López, candidato a la presidencia municipal de Juchitán.
En este país donde las autoridades acostumbran decir que las muertes ocasionadas por el crimen organizado son o de culpables o meros daños colaterales, asesinaron fríamente a una joven de veintisiete años, cuyo “error” fue obedecer las órdenes de su superior.
Hoy, algunos medios insisten en desviar la atención de algo que, para mí, es evidente, María del Sol no fue solo víctima de quienes le arrebataron la vida a Pamela Terán, fue víctima de la corrupción que impera en el gobierno, ¿qué tenía que hacer una empleada de la Secretaría de Asuntos Indígenas cubriendo los actos de campaña de un candidato del PRI? ¿Si saben que eso es uso indebido de los recursos públicos? La corrupción mata, y hoy, nos ha quitado a María.
Ninguna madre tendría que ir a reconocer a su hija en una plancha, ninguna madre tendría que enterrar a la más pequeña de sus hijas, ninguna madre tendría que recorrer kilómetros presa de la angustia y el pesar. Las feministas, sí, nosotras, las que siempre dan lata, las exigentes y contestatarias, estamos hartas, molestas, dolidas, nos arrebataron a una de nosotras, a la semilla de una de nosotras, a la hija de nuestra amiga, de nuestra hermana, de nuestra compañera, de nuestra Maestra.
Nos la arrebataron y esperamos justicia, esperamos que alguien se haga responsable de esto, que alguien responda por esta pérdida. Esperamos que Alejandro Murat reconozca que su gobierno está fallando y que la inseguridad se ha apoderado de Oaxaca. Esperamos que el titular de la Secretaría de Asuntos Indígenas dé la cara, que alguien dé la cara.
Asesinos, eso son, y hablamos desde la rabia, desde nuestras entrañas, desde las lágrimas que se acumulan en nuestro corazón. Nos están matando. ¿De cuánto es la cuota de sangre que tenemos que pagar? ¿Cuántas familias tienen que enterrar a sus hijas e hijos para que este gobierno actúe?
Por si fuera poco, algunos medios se han esgrimido como jueces y han preferido decir que el asesinato de Pamela Terán fue un ajuste de cuentas antes que investigar. En un santiamén han olvidado referirse a ella como una mujer que bien pudo ser víctima de violencia política de género, o de las enemistades que se fraguan al interior de un Juchitán convulsionado donde ella, candidata independiente en 2016 fue llamada por el PRI para contender en la planilla en el actual proceso electoral.
El crimen de Pamela Terán es ser la hija de, no hay más, como si con eso bastara para dar por terminado el asunto. El video que circula en redes donde se observa a la familia de Terán levantar el cuerpo de Pamela, me parece revelador. “Era una niña”, gritan. Sí, era una niña, una mujer que hacía política, una mujer con un cargo público en un país machista. Era una mujer acompañada por una fotógrafa que solo intentaba hacer su trabajo, y a quien no le perdonaron la vida.
María del Sol y Pamela Terán se unen a la larga lista de asesinatos en Oaxaca. Hoy nos han tocado en las fibras más sensibles de nuestro ser. Si en verdad existe la justicia alguien tiene que pagar.
Se dice que la familia de Terán amenaza con iniciar una “guerra”, como si no esperaran nada de nadie, como si la justicia por mano propia fuera la única opción. Algunos se espantan y dicen “¿cómo es posible?”, “se convertirán en asesinos”, “ya son asesinos”…
Y pienso, ellos también hablan desde la rabia y el dolor, porque sí… eran unas niñas, mujeres jóvenes que tenían toda la vida por delante, mujeres que tenían familia que las esperaba por las noches, familia que las abrazaba, que las apoyaba, familia que hoy tendrá que velar a sus muertas mientras espera una justicia que… tal vez no llegue.