Ponga usted en este inicio un
piquete de policías en lo alto
MARIO MONTALBETTI | Cajas
1
Tener que pelear por comida no es cosa de perros; será cosa de hombres. El perro anda por la calle, libre.
Los perros anticipamos terremotos, tormentas, huracanes, anunciamos a los borrachos, al gobierno y su policía.
Perro anunciador nos dicen las ancianas. La calle y la noche nos permiten encontrar a los muertos que no encuentran descanso.
Por las calles de San Martín caminó una madrugada el gran general Porfirio Díaz, traía en lo alto el sable de mando, vestía uniforme de gala, rematado el traje de gala con su tricornio, adornado con flecos de oro.
De andar gallardo, con las condecoraciones en el pecho, las batallas que él se mandó hacer para condecorarse, las guerras que inventó y donde resultó triunfador; y de guerras verdaderas.
Saludamos desde la loma el paso de nuestro general Don Porfirio Díaz, el pobre andaba en busca de su tren presidencial, nos dijo que en el infierno le pareció buena idea salir a buscarlo por Oaxaca.
Y acá estuvo. Seguido por la bola de fotógrafos y gente del cine, que en sus días de gobierno lo siguieron como perros, por todas partes.
2
__ Madre, de grande quiero ser borracho.
3
Morir por un amor resulta duro, significativo; perder la razón por un no de amor resulta insobornable, definitivo.
Perro Negro contó la historia: el tipo viudo un poco despistado buscó mujer -imagino pequeñas poblaciones a lo largo de la Costa Este, sus casas, la iglesia sola en la calle que avanza junto al río, bajo un cielo cargado de nubes y mariposas.
Tres veces buscó mujer Poe; tres veces volvió por el camino del río con un no en los bolsillos. Murió ahogado de alcohol en una calle de Baltimore, en un lugar indigno (1849).
4
La tarde corre, en el patio agita su polvo de oro sobre las hojas; queremos dinero, y bastante. Nos refugiamos en el juego, la apuesta porque somos necios que se mantienen tras el olor de los del dinero. El color de los billetes nos jala como si fuera el aroma que nos jaló en la infancia, el de la comida de nuestra madre; porque tenemos hambre y nunca la podremos saciar.
5
Hay hombres que brincan la cuerda del pudor como ciertos políticos, comerciantes: cuando la luna alumbra, a ciertas horas del día, así lo dijo Perro Negro.