Catalina se detiene, atenta me mira, parece que la tarde se escure en sus bigotes. Sus ojos están atentos al paso de la oscuridad sobre la luz. Montada en el escritorio, cuando avanza la tarde sobre Monte Albán, parece que baja de los cielos a bendecir mi trabajo. Mi alma se regocija bendecida. Apuro mis manos antes que mi pequeña proteste por mi desatención, mi olvido: Catalina toma su café puntual a las seis.
Catalina toma su café puntual a las seis