A quienes ya no están- Que su recuerdo nos acompañe siempre.
A quienes están y le dan sabor a nuestra existencia
El frío lo anuncia y en nuestros corazones entendemos el mensaje, es un sentido extra que tenemos los Oaxaqueños. “Ya hace frío de muertos” se escucha murmurar entre las calles, por las mañanas y por las tardes, y en boca de todos comienza a hacerse presente el sabor del ritual, de la tradición. Sabemos que según lo que la tradición nos cuenta, aquellos que ya no habitan este plano están por venir, una breve visita, un recuerdo ameno.
Y entonces los molinos comienzan a sonar mas temprano, y los aromas se extienden por la ciudad como una muy agradable invitación a degustar. Y en los mercados nuestras madres eligen el cacao, la canela, los chiles, el piloncillo.
Recuerdos de aquellos momentos en los que la abuela nos explicaba qué chile es cuál, y por qué el mole negro se pone negro, por qué le cocinamos a las fotos, por qué se deja una silla vacía con un platillo servido. Porque ellos vienen y hay que recibirlos.
El chocolate sabe diferente en época de muertos, el pan es mas rico, el mole es más intenso.
Quienes aderezan nuestras vidas en el presente nos intercambian lo que hacen, olvidamos la revolución tecnológica y la inteligencia artificial y lo hacemos como hace cien años, nos visitamos unos a otros y nos regalamos chocolate tablilleado con nuestras manos, pan amasado con nuestros corazones, mole que sabe a cada persona que extrañamos y así sabemos que seguimos unidos, que estamos bien y que estamos vivos.
Levantamos un altar año con año esperando no agregar fotos, pero aceptando que la vida es un ciclo, que todos entramos y todos salimos, solo que, en México, en Oaxaca, los dioses mexicas, zapotecas y mixtecas firmaron un tratado con el Dios cristiano y permiten una unión entre ambos mundos, un par de días al año cruzan el puente y se abren las puertas y son bienvenidos en casa.
La vida nos habla de sabores, dulces cuando reímos y amamos, amargos cuando se cierne una nube oscura por sobre nosotros, ácidos cuando nos cuesta diferenciar entre lo que sucede por causa o por efecto, pero al final es un platillo redondo, todo servido en la justa medida.
Vivimos las fechas con el gusto, con el olfato. Disfrutamos de la música y el baile, abrazamos con intensidad a quienes amamos, reímos y también lloramos. Es parte de ser oaxaqueño, es parte de ser humano.
“No olvides tener tu jarrón de barro y tu molinillo” me dice quien me ofrece chocolate; no olvido tampoco tener el corazón abierto, y el apetito gustoso, pues por los que ya no están recordamos, pero por los que están vivimos y gozamos.