FERNANDO AMAYA*
A todos nos sorprendió Chancla del Ocho cuando llegó a decirnos que se iba a casar con L1l4 D y que su padrino sería F14V10 S. Nos puso una comería a todos los barracudas del Puerto Angélico.
—No mames, Chancla— le dijo Birola—, si no eres gringo, buey, y estás más pobre que una panga sin bancos.
Todos asentimos y dimos por bueno lo dicho por Birola. Pero Chancla del Ocho se aferraba al dicho de casarse con la marmota más adornada de todas las que habría en la calenda del Puerto Angélico.
Es más, incluso agregó que estarían en su boda, como invitados especiales, el Tribilín y Lucas el Pato.
—Pero los reales— nos dijo—, esos que vienen en las bolsas de Sabritas, pero en persona.
Birola fue por un bolsón de Sabritas y le esculcó hasta el fundillo para comprobar que ahí no había ni tribilines ni patos Lucas. Sacó la figura emblemática de Gokú, y le dijo a Chancla del Ocho que empezara a hacer cuentas tristes pues su boda con L1l4 D no tenía seguro de vida o seguro de boda. Chancla, burrote al fin, escupió molesto para reafirmar que él se casaba con la susodicha y que su padrino sería F14v10 S, y sus chambelanes Tribilín y Lucas.
Convinieron llevar a consulta la intentona de Chancla de obligarlos a ser partícipes de una boda inusual y absurda. ¿A consulta con quién si sólo eran ellos, personajes de un relato, los interesados en resolver el entuerto provocado por Chancla del Ocho?
De entre las adujas de una red emergió Sapo Chulo para resolverles el detalle de la consulta. Les propuso llevarla a votación con los barriletes y los bonitos.
—Saco— dijo Birola—, sólo a Sapo se le ocurre proponer una votación entre barriletes, a mí me parece más lógico que lo hagamos entre guachinangos, son más finos e inteligentes.
Se les fue el día decidiendo a quién consultar. Hubo quien propuso a las gaviotas y a los pelícanos, quienes propusieron a los chololos y a los mazuntes, al fin de cuentas, lo que importaba era tener un indicador de las preferencias electivas de aquellos moradores del mar y sus esteros.
—¿Consulta, votación, para qué? — instigó el Cura del Lugar—, si se trata de un sacramento y éste, de una u otra forma, se lleva a cabo o no se realiza y sanseacabó.
Birola y Sapo, empeñados en lo de la consulta, mandaron a la vertiente al cura y resolvieron por ellos mismos la modalidad de voto secreto y directo, apto para los consultados que, al fin y al cabo, no tienen manos para alzarlas ni voz para pronunciarse.
Comisionaron a Churumbila y a Popoyote para hacer la consulta con los barriletes, nunca se supo cómo la hicieron y si dieron a conocer los resultados. Lo cierto es que Chancla se apersonó el día de la boda en espera de la llegada de L1l4, con un atavío que más le debía a los trajes ajetreados de Chaplin, que a la gala de cualquier porteño con ansias de recibir el sacramento más requerido por la humanidad sopera.
El Cura del Lugar es cura desde los doce años, nadie da cuenta de su origen ni tampoco de su formación como eclesiástico. Hay quienes aseguran que, a finales de siglo, pasó de seglar a sacerdote por disposición del obispo de quien todo mundo habla pero que nadie conoce: el Obispón Verde.
Esa mañana amaneció con una extraña erección, tan extraña que, a la hora de levantarse a orinar, en lugar de profesar una oración izó por el aire una mentada espléndida y vigorosa. Se apresuró a zafarse el adminículo que los de su grey llevan puesto en el prepucio, y que tiene forma de aro de llavero. Es importante señalar que tal recurso ortopédico evita que le sobrevengan estados efusivos a la hora de consagrar el tepache y las tortas con que suele encaminar sus ofertorios.
Para no hacérselas larga, les quiero contar que sí hubo boda, pero el cura del lugar no casó a Chancla del Ocho con L1l4 D, sino a ésta con F14v10 S, ante la sorpresa inusitada de todos los presentes. En lugar de fiesta de bodas hubo un aquelarre fastuoso, con hogueras crepitantes y simulacros de sacrificios humanos.
Chancla se fue a esconder a la Cueva del lobo marino, y apareció dos años después diciendo que esta vez se iba a casar con Memela, una vaquita pinchurrienta que comía cáñamo en lugar de alfalfa.
Pero ya nadie le siguió el juego y, quienes hacen su recorrido del estero a la laguna, pueden dar cuenta que Chancla se volvió pareja imperdible de la Zorra, con quien, a base de Tonayan, procura sosegar los demonios de la ira por los gustos no cumplidos y las bodas jamás celebradas en la remota vida concupiscente de los rumbos ya muy extraviados del Puerto más Angélico de nuestra patria menuda.
*Fernando Amaya es cantautor, poeta y narrador originario de la costa oaxaqueña.