Se nos antojó pasar la tarde y la noche en un castillo
MILAN KUNDERA, La lentitud
1.
Hay que hacer mucho con poco, y lo poco que tenemos son palabras (en la pantalla habla Leila Guerriero, desde el festival Santiago en 100 palabras).
En estos días detenidos entre el primero y segundo Lunes del Cerro, Guelaguetza, me persiguen las preguntas. ¿Sobre qué escribir? En los días de fiesta los temas parecen repetirse, impropios; decido escribir de lo que veo, la pantalla que relumbra sobre el escritorio.
Me llega la idea de acercarme en esta hora a la aproximación posible al concepto Oaxaca (esa imagen evanescente que se nos escurre como arena de las manos): qué es, qué nos representa, cuánto nos perjudica, cuánto nos libera, cuánto se convierte en bandera de nuestro pensamiento.
Aquí dejo el trabajo de la noche del miércoles 23 de julio.
2.
¿Por qué carajos debo pagar este tributo de aporrear el trasto de las palabras cuando el mundo descansa? Fiestas de Guelaguetza, la tradición marca descanso obligatorio y no, no en esta ocasión cuando entrada la noche del miércoles no me pongo a descansar, trabajo.
Cargo vicios del siglo pasado, me gusta presenciar los hechos, mirar, saber a certeza que la cosa pasó.
Leila dice en la pantalla, “el paso previo a la escritura es desarrollar una mirada”. Escribo porque no tengo otra forma de abordar el mundo, mi mundo (llevar a la práctica este deseo de mirar sin juzgar porque escribir, realizar el performance de la escritura, la actuación, es desarrollar un lenguaje apartado de drama y la conmiseración).
3.
Y escribo con la idea de la mirada (“un trance, una separación del mundo”, Leila dixit).
La voz hoja de totomoxtle, decía la abuela, aire seco que alimenta respondía mi madre. No hay quien juzgue, el perro huele el culo del visitante. La ausencia del padre motivó el crecimiento de los árboles en el patio. No hay quien castigue; no hay quien ordene el trabajo. Frente al desorden de las hojas fue necesario poner al perro que advirtiera del viento. El perro trajo su desmadre, hubo que comprar cadenas para atarlo. ¿Alguien quiere hacerse responsable de la cadena y el perro?
El agua de tamarindo para el que está estreñido, los avaros. El agua limpia los caminos, las tripas. El dueño del patio se vuelve esclavo de la propiedad, los árboles, el viento, las cadenas; el perro. Las hojas que vuelan libres en el patio.
Carga las cadenas en el pescuezo, bestia reprimida atada al árbol por mano propia. Voz hoja verde para refrescar la boca seca que se apesta, decía la abuela. Agua de los caminos para sanar los pies cansados, respondía mi madre. Agua de la montaña para aliviar el cuerpo caliente, agua de las nubes para crecer las plantas que nos alimentan. Agua de la pila que refleja las estrellas en el patio para traer todos los sueños.
4.
Para contar hay que ir a ver (…). Ver cuesta mucho, es un devenir lento (…), el estilo empieza en la mirada, sin mirada no hay estilo y sin estilo no hay texto, Leila.
El propietario del predio atado al árbol, perro lastimado por el viento que dice cosas a su oído, que sólo quiere matar.
Patio de las estrellas. Montaña del agua. Montaña del cielo. Montaña mi casa. Ante el des reto que carga el hombre atado al árbol llega la familia, el hermano mayor pregunta, ¿qué te pasa?
Casa del viento, casa del Niño Santo, casa de la corte celestial. Para comer, para cantar, para sanar, para que la lluvia caiga, para que se vaya el calor, para que el perro muerda el culo de los casados y los fantasmas. Niños Santos.
Usted está parado aquí, pero usted no cuenta, nadie lo mira. Las hojas abonan la tierra y pasa algo, dan respuesta a la pregunta del hermano mayor, surge la hierba. La tierra es cultivada por ella misma. Cuerpo cansado, cuerpo de los sin mujer, cuerpo de los sin hombre, cuerpo de todos los hombres, cuerpo de Juárez, cuerpo del Juez, cuerpo de Porfirio Díaz, mi padre, mi hermano, mi presidente de la República Mexicana.
Así nace la historia, por un hecho fortuito, necio. Patio de la esperanza, patio de la justicia, patio de la cabeza tibia, patio de todos los cigarros, patio palacio de mi casa. Patio con cerveza tibia que bebo junto las flores. fortuito deviene en Estado, en el gobierno de lo abyecto.
Lumbre para la vela, lumbre para el camino de tu alma (luz y progreso espiritual; progreso y luz, hermanito), lumbre para el Padre, lumbre para el Hijo, lumbre para que salga de tu cuerpo el mal que te lastima y se meta en el culo del perro. Ahora habrá que esperar que surja la medicina, que trabaje en tu cuerpo. Mientras escucha la voz del aire que corre libre en la montaña; escucha los pasos de la luna sobre la tierra mojada, negra de aguas.
5.
Leila cita a Genette, el francés, la definición de texto. Busco, investigo, me aproximo a la cita de Guerriero, Fronteras del relato Gérard Genette, Fronteras del relato. “Para ¨latón, el campo de lo que él llama lexis (o forma de decir, por oposición a logos, que designa lo que se dice) se define teóricamente en imitación propiamente dicho (mímesis) y simple relato (diégesis)”.
Mientras habrá que quemar una vela de cebo y escuchar a la Señora de los Cantos, mientras trabaja el cuerpo en su sanación.
La risa loca se convierte en Plan de Gobierno, surge la pregunta: ¿qué pasaría si todos nos matamos entre todos? Aparecerían las facciones para contar la vida. Lucero de la mañana, lucero madre, lucero padre, lucero del camino, lucero de viento de la madrugada, lucero que alumbra el camino de los muertos, lucero de la ventana. Lucero que anima a los hombres a emborracharse.
Ante lo despreciable la soledad se convierte en un ideal de libertad. Ojos de la parranda, ojos de la baraja, ojos de perro sin sueño, ojos chinguinosos de los que desvelan, ojos para el velorio.
Existe el camino amarillo, el de los orines, que conduce a la vida plena. Niño que corre, niño que canta, niño que juega con masa agria, niño con vestido, niño con calzones, niño bandido que saca la lengua.
Perro de la noche, perro que ladra, perro que mira a los que cogen en el arroyo; perro muerde las chichis de la muerte. Perro cabrón que nunca duerme. Ante la producción enorme de la tierra la solución fue levantar carteles: Aquí se vende. Niña niño, niña niño, niña niño, tren que pasa corriendo, niño necio.
6.
El comercio fue la libertad del hombre. Alguien pasó y preguntó el precio de la propiedad, se dio la vuelta por el terreno, descubrió el árbol y la cadena con grilletes cargada de sarro y temores, volvió y se paró en la puerta, dijo:
__Regalado es caro.