Al gato Catrín le va algo mal en esta vida, a tierna edad sufrió rechazo de su madre; al crecer, la rueda de un camión le partió la cadera. Tiene el pelaje negro, carece de suerte con los vecinos; todo lo hace huraño, tímido.
Ella dice: Señor, soy un gato. Pone rostro severo, maúlla.
Sobre la noche cerrada duerme el niño con cara de luna, de tan gordo y limpio sus mejillas relucientes parecen de queso.
El autor actúa por restas; el lector por sumas.
Restar palabras suma imaginación al territorio, fertiliza el ciclo.
Sumas y restas levantan la imagen de tu vestido rojo con bolitas blancas, cuando atraviesas el corredor rumbo a la sala.
Hay un regreso a la inocencia en el aguacero de junio; el gato sabe que la memoria puede cortar el océano con cuchillos.