Inventamos horrores para ayudarnos a enfrentar los reales
-Stephen King
La primavera comenzó como presagio de una cruel película de terror. Y no fue algo zonal. De pronto la noticia estaba en todas las emisoras, aparecía en el informativo de la mañana, inundaba los titulares de los periódicos. México se quema, brutales incendios consumen nuestros bosques. No hay agua para sofocar el desastre.
Los gobernantes trataban de calmar el pánico, la tristeza y la indignación. Familias perdían sus propiedades, atravesaban tétricos páramos quemados para alcanzar las cenizas de sus hogares y lloraron lágrimas que se evaporarían antes de tocar el suelo. El calor era abrazador, el entorno desolador y no había señal de lluvia.
Y levantaron el vuelo los helicópteros (algo tarde en mi opinión) como en una película del Apocalipsis escrita por el mismo Maestro del Horror. El fuego se apoderaba de verdes páramos y sembradíos de alimentos. Corrió la idea del desabasto. Las columnas de humo se alzaban burlonas sobre la humanidad que clamaba por lluvia y humedad. Y una semilla se afectó en particular.
Entonces, luego de más de un mes de brutal calor, llovió. El fuego volvió a cocinar los alimentos y a calentar adecuadamente los hogares, sabedor de que, sin importar la región geográfica, había dejado un susto más para la población.
La lluvia trajo paz, lavó las ropas ahumadas y dio nueva vida al campo. Los días pasaron y la lluvia constante no abandonó a quienes clamaban por ella. Pero no podía hacer más que ser acompañante de lo que haría falta.
La sociedad entonces sintió frío, recurrió al pan y al café por la mañana, pero para el atardecer y con la proximidad del otoño buscamos el chocolate, la mayoría tuvieron a mano una reserva, un par de tablillas guardadas, remanentes del invierno anterior. Pero la noticia comenzaba a sonar sin prestar demasiada atención: hay escasez de cacao, este año subirán los precios.
Y un par de semanas previas a las fiestas del Día de Muertos explotó la noticia:
El chocolate rebasa los 800 pesos por kilo, y creó confusión.
Primero se culpó al turismo, la afluencia de visitantes ha encarecido los productos haciéndolos menos accesibles para quienes no utilizan el dólar americano como moneda de cambio.
También pasaron por tela de juicio los vendedores y molinos, quienes al notar que el consumidor extranjero puede pagar más y no sufre en el desembolso arremetió contra la sociedad esperando armar su agosto en octubre con la venta.
La realidad es que muy a pesar de que el cacao tenga su origen en Mesoamérica, ninguno de los países que la conforman son líderes en su producción. De hecho, Según la Secretaría de Economía federal, México compra más cacao del que vende. Tan sólo en 2023 importó de África 112.37 millones de dólares (mdd) de este producto, siendo su segunda fuente de obtención del mismo, luego de Estados Unidos, el déficit anual sumó 10.3 mdd.
Países como Ghana y Costa de Marfil fueron azotados igual que nosotros por sequías extremas e inundaciones, condiciones climáticas que dificultan la producción del oro blanco, y que obliga a los grandes consumidores de cacao del mundo a venir a pequeños productores como México a tratar de satisfacer su requerimiento, situación que encarece el producto y limita la de por si debilitada línea de producción para el consumidor local.
Llegada la semana del Día de Muertos, la película de terror se revela entera, una festividad de lujo involuntario al no poder acceder con facilidad a uno de los ingredientes principales en la mesa, en las tazas, en los platos, en las ofrendas para los seres queridos que partieron. El fuego ríe curioso entonces mientras cocina los tomates y el pollo, mientras tatema los chiles para el mole.
Pero esto no se trata de una epopeya griega en la que el fuego personalizado como un titán escapa de la prisión que Zeus le ha impuesto, llega a destruir la tierra como una venganza personal. Esta vez la víctima en su conjunto tiene mucho que ver y tristemente muchas veces tuvo mano en el acto. Incendios provocados, descuidos de campistas irresponsables, y el conjunto de daños provocados por generaciones al planeta que intensifican un calentamiento global cada vez más agresivo.
Así las cosas, la madre tierra decidió servirnos en el otoño, Día de Muertos, la primera taza. Una taza de nuestro propio chocolate.