En 1086 fue el Mundial de Futbol de México, soñamos con ser campeones del Mundo. En el país había esperanza, amistad. Los medios difundían la apacible vida de provincia, en la ciudad había efervescencia por el inicio del gobierno de Heladio Ramírez López. Sobre la avenida independencia, pasando la cantina del Semáforo Rojo, abría sus puertas El Sol de Oaxaca.
_Cuenta, qué te dijeron, dime la entrevista.
Willy López Torres era jefe de Redacción en aquel periódico que dirigía Ana Gloria Villacaña.
Nunca en mis días de redacción llegué a ver a una persona con manos tan veloces como las de Willy, era prodigioso mirar cómo aparecían las letras sobre las hojas que rezumbaban sobre el carro de la vieja Olivetti.
Willy fue el mejor maestro de periodismo en la ciudad, entonces no nos había invadido la playa de licenciados en Ciencias de la Comunicación.
Amigo inseparable del profesor Felipe Santiago, otro mago con las manos frente al teclado (a Felipe lo llegué a ver tapado de ron en La Farola, al teléfono, dictando a Chayito el pie de foto para la inserción de una plana por la gira del gobernador Martínez Álvarez a la Costa, a Willy le gustaba la poesía, a Felipe la guitarra, las serenatas.
Lo que son los caminos del oficio. Me quedé entre las letras, el diarismo, quizá por la imagen que me compartió López Torres, velocidad, inteligencia, compromiso con el lugar de origen.
_Cuenta, dime qué te dijeron.
En aquel lejano 86 me tocó en suerte trabajar con Willy, pagaban salario mínimo, pocos se animaban por los extraños caminos del periodismo donde los viejos mandaban: Benito García Hernández, Manuel Humberto Siordia Mata.
Willy era amigo de doña Arcelia Yáñiz, de Benito, de Leandro Hernández Romero, de don Néstor Sánchez, la vieja guardia reporteril.
Fue el primer reportero poeta que llegué a conocer. Se entendía bien con la forma del periodismo, atinado para encontrar la nota entre un mar de palabras -ansioso, preciso-, contaba con esa extraña forma de cargar con las letras en la respiración.
Con su poemario “He hallado el final en ti camino”, fue merecedor del Premio Estatal de Poesía de la Casa de la Cultura Oaxaqueña (1985).
En 2020, en el periódico Tiempo, de Wenceslao Añorve, volví a trabajar bajo sus órdenes, hicimos las páginas centrales del impreso, aquellas que retrataron la vida cotidiana en la ciudad en tiempos de pandemia COVID-19.
En 2024, año del fallecimiento de López Torres, la realidad nos alcanzó: ya no puedo escribir que “soñamos con ser campeones del mundo” -pero quizá de este tiempo ingrato saqué una experiencia: cuando se cierran los caminos de la patria, nos queda el recurso de las notas obituarios para recordar que existieron tiempos mejores.
Buen viaje hermano.