LIANA PACHECO*
Externar la emocionalidad que nos genera nuestra madre es como mirar el abismo antes de saltar. Ya sea una madre presente y aún más si ella está ausente.
En los instantes siguientes que terminé de leer la novela Caballo fantasma (Editorial Almadía, 2020. Premio Primera Novela 2021), permanecí rumiando las emociones que me evocaron la lectura, la más destacable fue la contagiosa ansiedad de la protagonista por encontrar. Si pudiera resumir la novela en una sola palabra, sería ésa: búsqueda.
La narrativa de Karina Sosa despliega una prosa elegante y coordinada, como escuchar los acordes de un vals de Strauss. Cómo duele la necesidad de amor en los humanos, afortunadamente la regla manda que desde nuestro nacimiento se nos garantice el más incondicional y puro amor: el de nuestra madre.
Karenina, la protagonista, se confronta ante la soledad y la fría noticia de que su madre ha muerto. En la primera línea de la novela se nos dice que desde la muerte de ella han transcurrido seiscientos días. Pero, ¿cómo sobrellevar el duelo de la madre que te abandonó recién cumpliste un año de vida?
Karina Sosa dibuja una protagonista que se mantiene en la búsqueda reiterada. El arco narrativo nos entreteje el anhelo de Karenina de validar su existencia mundana con sus relaciones sexoafectivas, las emociones y su vocación de escritora, sin olvidarse de la búsqueda de afrontar el duelo de una inexistente relación maternal.
Es con los caballos que se construye el vínculo materno. Una hermosa mujer de nombre Leonora que amaba los caballos, incluso más que a su propia hija, de la que decidió alejarse porque antes de elegir el desamor prefirió el abandono.
No sería lo idóneo que, luego de ser expulsados de ese útero que nos mantuvo en gestación, seamos seres inconexos, individuos que no generan la obligación de ser amados por la dueña de ese útero. Pero el amor es algo intrínseco a la naturaleza humana que, aun en un acto de abandono, persiste: “Tiene problemas para comprender el mundo. A tu madre le gusta estar sola… Y ella era feliz porque sabe que tú estás bien aquí conmigo.” Es la justificación que da el padre de Karenina.
A lo largo de la novela nos muestra la sombra de los demás personajes y conflictos que trazan el universo de la joven Karenina, una arquitecta de profesión, pero poeta por anhelo. Quizá por esta razón, la autora nos va dejando, tal cual el fantasma de un mapa bibliográfico, con las frases, títulos, obras, autoras y autores que han surcado su experiencia literaria, lo cual se agradece siendo lector.
Si el inicio de la lectura es armónica como un vals, la segunda mitad de la novela es intensa como un acorde del Dies irae, intenso y apasionado. Desempañando un poco el dolor y la trama de Karenina, tal vez con una flor en la tumba de madre, un poema, una frase, anécdota, o quizá una lágrima, pero como la misma Karina dice, no hay tiempo para llorar.
*Liana Pacheco es autora del libro de relatos Dualidad de Caos, es integrante del Colectivo Cuenteros y esta es una colaboración especial desde su BLOG literario #TodosLosFuegos