Mientras el crimen organizado está aprovechando el vacío ofensivo de la estrategia de seguridad pública, hacia el interior del bloque gobernante se detectan fracturas en la unidad indispensable. En este marco estratégico debilitado acaba de aparecer zopiloteandoel águila imperial de los EE. UU.
Y la presión del presidente Donald Trump se va a enmarcar en el modelo aplicado dentro de los EE. UU. que fue avalado por el canciller mexicano Marcelo Erard Casaubón en el caso de la masacre de El Paso, Texas: caracterizar la masacre de la familia LeBarón como un acto de terrorismo, lo que le permitiría a la Casa Blanca otorgarles a los cárteles mexicanos en México y en su expansión dentro de territorio estadunidense como organizaciones transnacionales de narcoterrorismo.
En ese momento, el eje de la definición de la estrategia lopezobradorista de seguridad pasaría al siguiente nivel: el equipo militar, de inteligencia y de seguridad nacional de los EE. UU. Y ya se sabe que Washington desdeña el modelo de “abrazos y no balazos” y entonces va a promover una guerra tipo contrainsurgente –legal y no legal– contra los cárteles mexicanos en territorio mexicano.
La justificación está servida en la mesa de los banquetes antimexicanos en los EE. UU.: la familia LeBarón tiene doble nacionalidad, la mexicana y la estadunidense, y los medios en los EE. UU. están encontrando a quién culpar de la violencia del narco en su propio territorio: México y su estrategia light de trato con los cárteles. Y nada une más a élites y sociedad estadunidense que la guerra contra quienes afectan su american way of life o modo de vida estadunidense.
Las primeras reacciones del gobierno mexicano fueron previsibles: analizar la matanza en Bavispe con el mismo enfoque de Culiacán, Aguilillas e Iguala: expresiones que no deberían romper el modelo original de pacificación sin acciones de guerra de las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, la estrategia lopezobradorista –aún en el supuesto caso que sea la única, la ideal y la que podría dar resultados– ha roto alianzas con sectores del poder, no ha sabido mantener el consenso social y ha perdido el apoyo del sector fundamental en la construcción de una explicación: la prensa. El enfoque presidencial considera a los medios como enemigos, pero todo pensamiento estratégico elude los determinismos y trata de aprovechar su poder institucional para buscar apoyos aunque sea circunstanciales.
Las explicaciones de los casos de violencia criminal de las últimas tres semanas –Aguilillas, Iguala, Culiacán y ahora Bavispe– no han podido construir un modelo analítico y se reducen sólo a tratar de manera inútil de resguardar el modelo general de paz. Sin embargo, todo enfoque estratégico puede crear escenarios circunstanciales en los que puede no cumplir con los objetivos de la matriz central, si con ello pudiera crear consensos parciales.
La prensa crítica, la oposición en el Congreso durante las tres comparecencias del secretario federal de Seguridad, Alfonso Durazo Montaño, y la ausencia de una explicación estratégica de la ofensiva de bandas criminales han desarticulado la estrategia original. La masacre de Bavispe exigía un planteamiento enérgico de que el Estado combatirá a las bandas en la zona de Bavispe y llevaría a los responsables ante la justicia.
El factor Trump –y no la prensa ni la oposición– será la verdadera prueba de fuego de la estrategia de paz, aunque con la falta de política de comunicación para evitar que se resuma, de manera irónica, en la frase de “abrazos y no balazos” que ya llegó, de manera lamentable, al Congreso de los EE. UU. para definir de manera engañosa toda una estrategia integral de pacificación. El gobierno mexicano debe entender que en situaciones de emergencia la paz se consigue con acciones direccionadas de guerra y que nada puede ser absoluto.
El peor error que se puede cometer en una guerra –mediática, armada o de estrategias– es auto arrinconarse, porque entonces se estaría construyendo un cerco desde dentro del bloque gobernante. La crisis de violencia de Agilillas a Bavispe ha necesitado de posicionamientos radicales, pero el bloque gubernamental de seguridad se la ha pasado justificando los errores y con ello justificándose.
La irrupción de los EE. UU. en el escenario mexicano de seguridad ya tuvo su primer mensaje: la oferta de Trump de enviar especialistas a México, a partir del criterio de que los mexicanos no pueden con el paquete de la inseguridad. Si los EE. UU. reaccionan con estrategia, ya están operando en México especialistas del área militar, inteligencia y seguridad nacional estadunidense.
Trump le quitó al gobierno mexicano la iniciativa de seguridad.
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Política para dummies: La política es la dictadura de la realidad.
@carlosramirezh