Aunque el camino más fácil es decir que Donald Trump está loco y es un supremacista blanco, todos los países que están padeciendo las presiones de la Casa Blanca debieran enfocar al presidente estadunidense desde la óptica de la seguridad nacional. Es decir, que no se trata de amistad o enemistad sino de una estrategia de la relación dialéctica imperialismo-nacionalismo.
Trump no sacó el Memorándum del 8 de agosto pasado sobre narcotráfico de la chistera de la Oficina Oval, sino que formó parte de la definición de su agenda por la reelección electoral en noviembre del 2020: primero fue el Tratado de Comercio Libre, después la migración ilegal y ahora viene el tema de las drogas como problema de suministro, no de accesibilidad y consumo, tres temas sensibles de la seguridad nacional estadunidense.
La clave del Memorándum antinarcóticos está en las últimas líneas del penúltimo párrafo: “necesitamos ver un compromiso sostenido y unificado de los funcionarios del gobierno mexicano a través de agencias militares y civiles y trabajar con socios extranjeros”. Trump y sus oficinas civiles y militares del complejo de inteligencia y seguridad nacional han sido marginadas por la terminación unilateral de la Iniciativa Mérida Calderón-Bush Jr. y los EE. UU. no quieren ser echados de México.
Del lado mexicano, la nueva estrategia de seguridad nacional del gobierno del presidente López Obrador no ha sido entendida en Washington porque se sale de los márgenes de la seguridad nacional estratégica horadada por los cárteles mexicanos que cruzaron la frontera y operan en todos los EE. UU., aunque aún sin ser un riesgo real de terrorismo. Pero en la comunidad de seguridad nacional estadunidense no han sabido procesar la propuesta de reformulación del combate a las drogas. En la página 21 del PND-AMLO se precisan tres decisiones que asumen la delincuencia como un tema social:
1.- Terminar con la persecución contra cárteles y capos, una queja incluida en el Memorándum de Trump que quiere desmantelar organizaciones criminales transnacionales de arriba hacia abajo.
2.- La rendición unilateral de capos y cárteles mediante “el desarme y la entrega de infractores” a cambio de una amnistía.
3.- La instalación del Consejo para la Construcción de la Paz como una mesa nacional e internacional, desde la CNDH mexicana hasta la ONU y el papa Francisco del Vaticano.
La estrategia de seguridad nacional de los EE. UU. tiene un enfoque diferente del problema de la droga en su nivel de organizaciones criminales. Se trata de una perspectiva de identificación de los cárteles como organizaciones criminales que hay que combatir y aplastar. Reportes de oficinas de inteligencia y antidrogas estadunidenses señalan la presencia física de capos y cárteles mexicanos en todo el territorio estadunidense controlando la venta al menudeo de drogas.
Sin comprometer acciones locales, el Memorándum de Trump traslada el problema a México y exige acciones represivas contra los narcos y no perdones, pero en México entró el modelo social de un entendimiento con los narcos. Es su documento Trump volvió a enseñar las garras del águila imperial: “muchos profesionales militares y policiales mexicanos, en cooperación con sus homólogos de los EE. UU., está enfrentando valientemente ese desafío y confrontando a las organizaciones criminales transnacionales que amenazan a nuestros dos países”.
La estrategia antidrogas de México no tiene el enfoque de seguridad nacional bilateral, sino que se basa en la perspectiva social de delincuencia por crisis social, aunque organizaciones como El Cártel del Chapo o el Cártel Jalisco Nueva Generación tengan otros datos como estructura criminal que quier controlar zonas territoriales del Estado. Trump quiere revalidar los cuatro pilares de la Iniciativa Mérida que le daban el control de la estrategia contra el crimen organizado de la droga a los EE. UU., ante la incapacidad, corrupción e ineficacia de las autoridades mexicanas. En los EE. UU. están preocupados porque México no ha hecho inversiones en estructura de seguridad en la frontera bilateral y el crimen organizado controla oficinas y territorios fronterizos mexicanos para operar el cruce de droga.
A México le ha faltado el enfoque de seguridad nacional en sus estrategias que tienen que ver con los EE. UU., desde el comercio, hasta la relación fronteriza, pasando por el objetivo estadunidense de luchar contra las drogas en los países productores y de trasiego y no en el consumo interno ni en las complicidades privadas y públicas estadunidenses con los cárteles. Como ocurre en México, ningún grupo criminal puede llegar, asestarse, consolidarse y controlar zonas territoriales en los EE. UU. sin la complicidad de funcionarios y empresarios y consumidores.
Pero en lugar de tener a un experto en la oficina de relaciones con América del Norte en la cancillería mexicana, el responsable Jesús Seade fue el encargado de negociar el TCL 2.0, no sabe de juegos estratégicos de poder y sólo está ahí para ocupar un espacio. En cambio, en los EE. UU. el encargado de la agenda México es el secretario de Estado y exdirector de la CIA, Mike Pompeo.
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Política para dummies: La política es lo que no se ve, pero se siente, se resiente, se padece.
@carlosramirezh