El 10 de octubre de 1985, tres semanas después de los terremotos de septiembre, el poeta y ensayista Octavio Paz puso el dedo en la llaga en un artículo publicado en El País de España: mientras todos exculpaban responsabilidades, ocultaban a la sociedad solidaria y escondían incapacidades, Paz realizó la primera crítica sistémica sobre los terremotos, dejando en claro que la naturaleza fue efecto de causas políticas.
“Tres fuerzas nefastas se han confabulado para producir este colosal disparate que hoy es México” y el “crecimiento frenético y canceroso de la ciudad”: “el centralismo político, económico y cultural”, “el espíritu de lucro de los empresarios e industriales de la construcción” y “la megalomanía de los últimos gobiernos”. Los tres tuvieron efectos negativos: hacinamiento humano contranatural, “especulación urbana desenfrenada e inescrupulosa” y “Babilonias de cemento del tamaño de su vanidad”.
La relectura del artículo de Paz a la luz de los terremotos de septiembre de 2017 ha exhibido la permanencia de los males encontrados por Paz hace treinta y dos años, pero también le han agregado otros derivados de los anteriores. Cuando menos tres nuevos: la corrupción sin freno del PRI y luego de la oposición perredista-morenista, la incapacidad de los gobiernos para aprender de las tragedias y no prepararse para casos de desastre y la consolidación de un Estado despótico e infraestructural (tesis de Michael Mann y Theda Skocpol) y ya no social ni político.
Los terremotos de 1985 abrieron en canal parte de la ciudad para exhibir los olvidos del PRI; los de 2017 revelaron las entrañas de la pobreza de gobiernos perredistas que controlan la ciudad justamente desde 1985 y luego como gobierno desde 1997 y que han multiplicado los funcionarios ricos a costa de millones de capitalinos pobres.
La megalomanía priísta puntualizada por Paz –una de las esquizofrenias de toda dictadura era el mausoleo, escribió, y México se llenó de “monumentos a la Revolución”– fue multiplicada por el PRD y Morena –ambas como extensiones ideológicas del priísmo, no como copia sino como venero– en muchas Babilonias: Santa Fe como Mundo Feliz de la riqueza, junto a la pobreza desplazada por la llegada de los edificios, los segundos pisos, el circuito interior, la construcción de miles de edificios, la vialidad especial para ciclistas. Y la amalgama cohesionadora: la corrupción perredista-morenista exactamente igual –por tanto: peor– que en los tiempos del PRI.
La fatalidad de los fenómenos naturales se mide no tanto por la furia de los vientos, aguas y temblores, sino por la fragilidad social de las ciudades como aglomeraciones humanas sin control, ni reglas, ni gobiernos previsores. El PRI convirtió al DF en el corazón político de la república del poder, pero el PRD la transformó en coto particular de poder sin supervisión, ni rendición de cuentas, y sobre todo sin un concepto de ciudad-polis.
Han pasado dos semanas de los terremotos y las autoridades perredistas y morenistas capitalinas y delegacionales no han presentado a funcionarios responsables de aprobar construcciones, supervisar normas de seguridad y evitar tragedias. La urgencia por regresar a la normalidad anterior a los terremotos es similar a la operada por el PRI en 1985. Hace treinta y dos años, casi como burla social y política, el entonces regente del DF Ramón Aguirre Velázquez apareció como uno de los seis precandidatos oficiales a la presidencia de la república. Hoy el desplante puede repetirse.
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Política para dummies: La política es la sensibilidad para ver la verdad detrás de las mentiras.
Sólo para sus ojos:
- El Estado neoliberal ha sido rebasado: el gobierno federal dará 120 mil pesos a personas por pérdidas total de sus casas, cuando los precios más baratos andan en un millón. Y parece que no es por burla sino por restricciones financieras.
- Los medios de comunicación aparecen como damnificados por los terremotos porque se han concretado a dar las noticias diarias de muertos y rescatados y no han investigado ni denunciado a funcionarios corruptos que avalaron construcciones.
- Y el ejemplo de que 32 años no es nada, de los terremotos de 1985 a los de 2017, está en las costureras: reveladas como esclavas antes y hoy también trabajando en las mismas condiciones. Y lo peor es que el caso de las costureras hoy ocurre en Ciudad de México gobernada por el PRD.
- Y todo indica que Coahuila va para el PRI, para berrinche del panista Ricardo Anaya.
@carlosramirezh