ARACELI MANCILLA
¿Puede ser la poesía un instrumento para afrontar el desastre?
¿Puede hablar la poesía de la angustia que provocan las incertidumbres más profundas?
¿Y cuáles serían?
Una podría ser el cuerpo; en particular el cuerpo de las mujeres, que a veces da la vida cuando no lo espera e, incluso, cuando no lo desea.
Otra, el no tener un lugar a dónde volver porque algo se está desmoronando en aquel sitio que se llamaba hogar.
¿Es posible que la poesía hable entonces de una violencia interior, que es difícil reconocer y aceptar?
Me refiero a esa violencia no tan sutil que tamborilea dentro de un recuerdo atroz de la infancia y del cual uno no puede despojarse; un recuerdo que además se recrea en pesadillas o memorias que persiguen a la víctima en sitios aparentemente inofensivos, por ejemplo un jardín, o un parque.
¿Puede la poesía evitar el derrumbe de la ciudad donde se ha nacido y de donde desaparece la casa familiar, que no se halla por ningún lado?
Todo esto es posible nombrarlo si el escritor se atreve a abrir las puertas de la desilusión para que sea atravesada por las palabras; para que las palabras transformen la desilusión en lenguaje, en acontecimientos paralelos a aquella oficina donde a uno se le explota durante horas; a esa amistad de escenografía que deja el alma vacía; a la sometida intimidad sexual en la cual se puede caer hasta perder la noción del amor.
Diría que sí, que, esto debe hacerlo el escritor para alcanzar lo que hay debajo de las uñas mordidas con que se escarban los días; hasta el punto de despellejar sus contornos. Y que encuentre lo que encuentre.
¿Puede llegarse tarde a la realidad, como afirma Marianna Stephania?
Hay en este pequeño poemario una pulsión de muerte que es un signo punzante de vida. Y si se llega tarde a la realidad es porque la poeta se ha estado preparando para abordarla.
Siempre se piensa que la poesía es un recurso del espíritu para embellecer lo que existe. Y es cierto, a costa de que la poesía alumbre, al mismo tiempo, la oscuridad de vivir. Pero la oscuridad de vivir no es una oscuridad cualquiera; suele ser la cotidianidad que palpamos en horas muertas, y con la que podemos acostarnos para pasar terribles noches de insomnio en las que descubrimos de pronto que no sabemos quiénes somos ni por qué estamos aquí.
En el breve relato poético de Uñas sucias el personaje que habla se planta en la aventura de nombrar juegos macabros; de iluminar con cicatrices su búsqueda de ser otro, quien sea, con tal de no apagarse y sobrevivir.
El personaje de Marianna Stephania se compara con la sombra de lo que le sale al paso, para darle color y latido a la zozobra de estar en el mundo. Desde la palabra, conjura hechizos y establece analogías que lo convierten en animales con posibilidades anímicas; convoca a seducciones incestuosas, como sólo pueden ser las de la poesía. Se reconoce como el Otro, que es la cosa, la emoción que se alcanza cuando se escribe un poema para despedirse de uno mismo y ser todo lo que las palabras permitan ser.
Anatomía
Mi cuerpo lleno de animales acuáticos.
Dos corazones con tentáculos.
Pulmones hechos de medusas.
El estómago es una rana en donde
se pudren cientos de luciérnagas.
¿Es cierto que la verdadera belleza
tiene el rostro de una sirena herida?
Uñas Sucias,
Plaquette de poesía
Coedición de Tokonoma Ediciones y H. Ayuntamiento de la Ciudad de Oaxaca de Juárez
a través de la Coordinación de Cultura, Turismo y Economía. Junio de 2017.