WASHINGTON, D.C.- Aunque debiera serlo, el libro más buscado y vendido en los EE.UU. no es De la democracia en América, del conde de Tocqueville, sino la Biblia y seguramente –sin confirmar– la revolución bolivariana de Hugo Chávez. Porque ante la contrarrevolución tradicionalista, ultraderechista y puritana de Donald Trump, la oposición liberal ha preferido el grito y la violencia callejera que la presentación de una alternativa ideológica.
Hace poco en la famosa Universidad de Berkeley en California hubo choques violentos, apuñalados y heridos durante una refriega en la que estudiantes y profesores revivieron las batallas del 68 contra la guerra de Vietnam. Sólo que ahora el motivo fue la presencia de figuras conservadoras que atendieron invitaciones para dar conferencias. Se trataba, pues, de un espacio para el debate y la discusión, pero los liberales perdieron ya sus argumentos y ahora cierran sus puertas a la libertad de expresión.
El problema radica en el hecho de que Trump ha ido avanzando en deshacer los avances de la revolución liberal de los sesenta impulsada por el espíritu de Kennedy y la decisión de Lyndon B. Johnson y sus propuestas de “Gran Sociedad”.
En esos años sesenta la Corte Suprema dio el cerrojazo a tesis conservadoras y avaló, entre otros, cuatro pasos liberales: la píldora anticonceptiva, el fin del rezo en escuelas públicas, la acción afirmativa para beneficiar por decisión y no por capacidad a minorías raciales y el aborto. Y en 1965 el congreso avaló las quince leyes progresistas, entre las que sobresalieron: derecho al voto, asistencia a la educación pública, disminución de la religión en espacios públicos, apoyo a las artes, apoyo a leyes climáticas y el Medicare y el Medicaid, justamente los temas que Trump está revirtiendo.
Los liberales quedaron pasmados con la derrota y decidieron la lucha violenta en las calles y no la presentación de un frente de defensa de derechos o una alternativa al proyecto tradicionalista y puritano de Trump. Los demócratas fueron aplastados en la cámara de representantes con la ley que liquidó el Obamacare.
La propaganda liberal quiere pintar a Trump como un empresario sin proyecto político. Pero Trump debe ser asumido como parte de una ola de los ciclos de la historia ideológica estadunidense que cada cincuenta años impone decisiones liberales y luego conservadoras. Los demócratas se confiaron en que Trump carecía del apoyo de los republicanos, pero poco a poco se acumulan datos reveladores de que Trump tiene una base social conservadora, tradicionalista y puritana no necesariamente republicana.
Los primeros cien días de Trump fueron destacados por liberales y demócratas como derrotas del presidente republicano, pero en los hechos Trump ha tenido más victorias que derrotas. La prensa liberal que votó públicamente por Hillary Clinton se ha dedicado a difundir noticias parciales en contra de Trump eludiendo las victorias de Trump.
Si el escenario de confrontación partidista e ideológica se mantiene como en estos primeros cien días, Trump tiene el camino fácil hacia la reelección porque los liberales y demócratas –no necesariamente los mismos– carecen de una alternativa política, de liderazgo, ideológica y de defensa de los derechos liberales. La oposición a Trump es muy a la venezolana: violencia callejera y no la organización de un frente progresista.
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@carlosramirezh