De todas las palabras que decimos las que más tienen relación con nuestra vida son las que refieren a las cosas que nos alimentaron en la infancia, las que dijo nuestra madre. Leche.
Todos somos gramáticos, buscamos retener con palabras el río de las aguas amnióticas del vientre materno que perdimos para siempre. Dulce.
Algo hay de acuático en las palabras, de líquido del vientre en gestación. Empanadita de coco. Las palabras saben de nosotros, nos buscan, tienen alma. Empanadita de leche quemada.
Por eso nombramos el cielo y las aguas, los que existe bajo las aguas, las profundidades.
Tostadita de coco dulce pintado de rojo. Yo te nombro empanadita de dulce y un fuego corre en mi sangre como gemido de animal de monte que huye o que busca, extraviado. Empanadita abierta.
Soy una bestia que calla, por eso busco palabras. Leche quemada. Para callármelas todas y entregarlas a tu persona, para que tú digas las cosas, expliques el mundo. Mermelada. Ordenes mares y estrellas, navío y puertos, tormentas con tu sabor dulce. Empanadita abierta donde pongo mi lengua. Alegrías y tristezas, sueños. Empanadita te amo.
Hay palabras, frases que nos llevan de regreso a casa. Empanadita, ¿tú me amas? El amor nos hace seres que componen a partir de un grito largo. La tristeza es un orden cruel, por eso callo.
Sintaxis primera, lechecilla de mi cumpleaños. Dame un beso, empanadita, abre tus labios. Para que tú tengas todas las palabras yo te nombro empanadita de leche quemada. Empanadita abierta, quiero meter tu olor en mi nariz, el sitio de la infancia. Allá arriba el viento canta, ¿tú lo escuchas empanadita de dulce? Para que seas el grito largo que inunda la calle de mi casa por la tarde.
San Martín por la Secundaria, Oaxaca, 12 de febrero del 2017.