Fotografía: LA JORNADA
El año que concluye se recordará como uno de los periodos de mayor intensidad y efervescencia política, del presente siglo, en el estado de Oaxaca. Quizá solo es equiparable al año 2006, cuando una crisis política y un conflicto social cimbraron a la entidad y estuvieron a punto de propiciar el colapso de las instituciones del Estado.
Algunos acontecimientos de este 2016, que sacudieron al estado y que significaron un parteaguas en la coyuntura, fueron los siguientes: la crisis magisterial derivada de la imposición de la reforma educativa, las elecciones estatales que marcaron el fin de la transición democrática, los trágicos acontecimientos del 19 de junio en Nochixtlán, el colapso financiero en el estado, el incremento de la violencia y la toma de posesión de Alejandro Murat como gobernador de Oaxaca.
Por otra parte, a principios del presente año, la Comisión de la Verdad (CVO), presidida por el sacerdote Alejandro Solalinde, difundió los resultados de su investigación sobre violaciones a derechos humanos cometidas durante el periodo 2006 y 2007.
De las conclusiones de dicho estudio se desprende la responsabilidad del exgobernador Ulises Ruiz, y sus principales colaboradores, en actos que configuran crímenes de Estado y delitos de Lesa Humanidad.
El informe de la CVO fue entregado a los titulares del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como a la Fiscalía General del Estado. Hasta la fecha no se ha iniciado formalmente una sola indagatoria sobre los casos documentados.
El año que concluye no solo estuvo marcado por acontecimientos dolorosos, que trastocaron la vida de muchas personas y enlutaron a familias oaxaqueñas; o por acciones frustradas en la defensa de los derechos humanos y de la justicia.
También ocurrieron sucesos luminosos, esfuerzos de comunidades enteras por enfrentar la crisis: las acciones pacíficas de muchas comunidades por la defensa de sus territorios ante el embate de megaproyectos económicos; el trabajo de artistas y artesanos oaxaqueños por abrirse paso más allá de las fronteras locales; las numerosas iniciativas locales frente a la pobreza y desigualdad.
El 2016, ni duda cabe, fue un año de claroscuros. A pesar de las crisis recurrentes y de los momentos complejos que hemos enfrentado, emergen comunidades vivas y una ciudadanía que no va a permitir que la desesperanza se apodere del ánimo colectivo. En el ocaso de 2016 Fito Paéz pregunta y responde: “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.