A pesar de que quieren convertir todo el affaire de El Chapo en leyenda urbana, corridos y películas, alrededor y detrás de toda la tinta y pietaje de imágenes de televisión que han corrido esta semana se localiza una dinámica política y de poder que no debe desdeñarse.
Ante la impotencia por carecer de instrumentos de lucha política contra el Estado y las fuerzas dominantes, parte de la sociedad asume las confrontaciones de agrupaciones ilegales o delincuenciales contra el poder del Estado y del establishment como una forma de lucha política.
En este sentido, la reacción social de una parte de la sociedad que critica al Estado y al gobierno en el caso de El Chapo no hace más que socializar y politizar la delincuencia. Se trataría del síndrome de Chucho el Roto de las leyendas populares de finales del siglo XIX: un delincuente que tiene el apoyo popular por luchar contra los ricos.
En este sentido, no importa la violación de la ley, la promoción del narco y la droga, la larga lista de crímenes de El Chapo; al final, lo que cuenta es el reconocimiento social a un individuo que utiliza el delito para confrontar al poder y a sus autoridades que esa parte de la sociedad no se atreve a realizar y por eso se conforma con avalar con su simpatía esas acciones anarquistas.
Por eso también en el ánimo social se ve el caso de El Chapo como una telenovela protagonizaba por una actriz popular y bella que había interpretado el papel de reina del narco pero como una forma de rebeldía ante la adversidad, creando el prototipo de las antiheroínas que satisfacen los conformismos de las amas de casa que miran telenovelas.
Sin embargo, detrás de la relación de El Chapo con la actriz Kate del Castillo hay algo más que una historia der amor shakespeariana donde los sentimientos se sobreponen a las adversidades de la realidad: se trata, en esa realidad real –valga la redundancia– de una sociedad criminal, basada en un narcotraficante perseguido por asesino y narco, y una actriz que buscó beneficios económicos en producciones cinematográficas.
El delito, establecía Marx en algunos textos recopilados en Elogio del crimen, es una forma de producción y disputa por la riqueza y justifica la existencia del Estado como el contrato de la sociedad con los líderes políticos para obtener seguridad. En este sentido, la seguridad es la esencia del Estado y el Estado es el representante de una estructura de dominación social y productiva.
De ahí que pudiera llegarse al punto de suponer que la delincuencia es una expresión de la lucha por el poder y por ende de la lucha de clases. En este sentido, el sentimiento de apoyo popular a El Chapo elude la calificación delincuencial de sus actividades y se resume en su decisión de encarar al Estado que domina las relaciones sociales y de producción a favor de una clase privilegiada. La lucha ricos-pobres se reproduce en el combate Estado-delincuentes: la desigualdad en la distribución del bienestar.
La socialización del delito a través de simpatías a El Chapo y la justificación de que Kate del Castillo en el fondo estaba enamorada del capo se percibe en las justificaciones sociales cruzadas con las agendas pendientes de corrupción, impunidad y abusos de poder de la clase dominante política, empresarial y social. Sólo que este camino lleva a la acción criminal como una oposición política al poder.
Sólo para sus ojos:
- Al final, el periodismo de Sean Penn pudo haber rendido frutos: empinó a El Chapo al incluir sus declaraciones de que era el mayor traficante de drogas y tener vehículos, aviones y submarinos para transportarlos. El abogado del capo quiere ahora desmentir a su cliente.
- Si el documental Tierra de cárteles fue nominada al Oscar en documentales, ahora se sabe que la tirada final de El Chapo era obtener el Oscar con su película rodada con Sean Penn. El mundo del espectáculo no tiene llenadero.
- No hay mucha preocupación en el gobierno por el tipo de cambio: a más pesos por dólar habrá más exportaciones y mayores ingresos de remesas porque los paisanos le darán más pesos por dólar a sus familiares.
- O los representantes papales andan en las nubes o forman parte como cómplices: políticos, partidos y gobernantes van a sacar raja política de la visita del papa, sin importar la fe de los creyentes. La iglesia ha sido cómplice del sistema político priísta.
@carlosramirezh