Agradezco a los editores de la revista Guidxizá, en su número 18, la oportunidad que me brindan de hablar esta tarde frente a ustedes.
A la dirección y promotores del Centro Cultural San Pablo, que con tan gentil disposición abrieron sus puertas para lograr la presentación de esta tarde.
A los compañeros de mesa, en esta ocasión, Miguel Ángel Charis y Gubixa Guerrero Luis y de forma especial a mi amigo Víctor Cata, titular de la Secretaría de las Culturas de nuestro estado.
A todos ustedes que nos acompañan debo dar gracias también, por su asistencia.
Las historias nos provisionan para la vida.
Lo real verdadero es la casa, la familia, lo demás merece nuestra duda.
El cerebro humano carece de capacidad para distinguir la verdad de las mentiras, para elegir entre las dos se ubica en el entorno que le da sustento, la casa de los padres.
Nuestra percepción de la verdad se encuentra en la portada de una revista, que encontramos en los lugares cotidianos en nuestro domicilio.
Al observar la portada de este número de Guidxizá vuelven las preguntas de mi infancia, ¿de dónde nos viene a los istmeños expresar nuestras emociones en este formato impreso conocido como revista?
La revista forma el espacio de la confianza.
La revista entra a nuestra casa, podemos ver a nuestro amado abuelo en la hamaca, con su revista y sus lentes para leer.
La encontramos en la sala, en la recámara, en el baño.
Las oficinas de gobierno ofrecen a los usuarios un ejemplar de la revista.
En el palacio municipal, sobre el escritorio de la presidente, el sitio de todo el poder, podemos apreciar su portada.
En el mercado, las vendedoras de fruta no encuentran nada mejor que las hojas de una revista para echar a madurar la papaya, el mango verde.
Las paisanas que venden camarón seco envuelven su producto con letras, contenidas en las páginas de una revista.
A manera de recorte de periodo (1899-1906) diré que fueron los ingleses, los trabajadores de la compañía Pearson, quienes nos compartieron la tradición imperial de agrupar por ejemplares, años, épocas, tomos, la historia de sus actividades contenidas en la revista.
Cuando el mexo Henestrosa bajó del caballo y montó el tren, lleva en el corazón las letras de una revista.
Este apunte nos da la oportunidad de colocar una apostilla estilística, el tono de la entrega para revista hizo ese monumento que son, juntos, Los Hombres que dispersó la danza y Retrato de mi madre.
Algunos investigadores de las letras nacionales ubican a nuestro Andrés en el sitio de la prensa, pero solo son expresiones de gente zafia o de mala fe.
Triunfante la revolución, las letras nacionales vieron la luz en las páginas de las revistas.
Esto ocurrió con el primer embajador del país en el Japón, el poeta José Juan Tablada, quien nos legó esa exquisita forma del instante y las estaciones del año que ocurren en 17 sílabas, en líneas de 5-7-5, el Haikú.
La gloria de la poesía nacional, nuestro Octavio Paz, tanto le debe a las revistas. Y sus opositores también, hablo de Roberto Bolaño, Mario Papasquiaro, los infrarrealistas.
En las letras se entra a la gloria en colectivo, los esfuerzos individuales no prosperan. Fue posible la publicación de cada número gracias al esfuerzo colectivo.
En la región del Istmo, territorio que ocupa 87 presidencias municipales, una población que en conjunto rebasa los 300 mil habitantes, desde la presencia de la lengua zapoteca, las revistas surgieron -como lo es en cualquier parte del mundo- para agitar banderas políticas.
En más de una ocasión Víctor de la Cruz y Macario Matus comentaron en La Flor de Cheguigo los avatares sufridos por los rumbos del Congreso Federal, cuando llegaban a pedir apoyo económico al prócer Henestrosa.
Y aquellos esfuerzos dieron frutos a los juchitecos del DF, vieron la luz los primeros números de la inmortal Iguana Rajada.
No hay publicación sin signo político, quien diga lo contrario miente o desconoce.
En la región, también, las publicaciones periódicas sirven como sitio de la resistencia popular.
Como ejemplo diré estas palabras finales:
Podemos recrear el signo de un periodo por sus revistas, las portadas se convierten en fuentes primarias de la investigación futura.
Porque en las páginas de las revistas no está la pretensión de la trascendencia, la impostura de lo falso, solo se observa la necesidad de expresar con lenguaje escrito algún agobio.
Al leer las letras cotidianas publicadas en las revistas, anticipamos el tono del estilo que vendrá para nuestras letras, la escritura futura -se escribe contra algo, contra alguien.
Y ya en la hemeroteca, o en las bibliotecas particulares de las familias, los tomos donde se agrupan los números de la revista ofrecen el panorama fiel de la lengua, su uso franco, los gestos que tanto caracterizan a nuestra población.
Contaba el finado Alejandro Santiago las palabras con las que su madre encomendaba con las divinidades zapotecas a su pequeño hijo descarriado:
Papá, hijo, nene guapu, busca la amistad con cuatreros, ladrones, políticos, policías, delincuentes alagartos, pero por lo que más quieras aléjate de los poetas, son gente mala, tienen aire en su cabeza y todo el tiempo atentan contra su propia suerte.
Sobra decir que Alejandro desobedeció a su madre.
Por alguna revista podrán encontrar, leer su excelente poesía.
Y de esta forma, bajo el cielo protector de la revista, los poetas istmeños vieron -verán- publicados sus trabajos en esta tierra donde vale más un perro sarnoso que la suerte de los poetas.
Gracias.
*Palabras leídas por el autor durante la presentación del número 18 de la Revista Guidxizá, la tarde del miércoles 12, en el Centro Cultural San Pablo, en Oaxaca