Le aseguro que no conozco algo más noble o más raro que un amigo fiel.
OSCAR WILDE
Un viaje suele ser oportunidad para vivir nuevas experiencias; tantas vivencias pueden presentarse y tantos sabores pueden probarse, que sería yo un tonto si no lo disfrutara, aún tratándose de un viaje de negocios.
Viajé recientemente a la Ciudad de México por cuestiones de trabajo y me propuse vivir una experiencia culinaria de valor cada día. Aquí les cuento.
Jueves: Tacos de Carretera
Plan de viaje: Recoger lo necesario, preparar el auto, ponernos en ruta y pisar el acelerador. Nos hacía falta comer y decidimos comer en carretera. La tarde estaba fresca y el sol ya no era demasiado intenso, eran las 5 de la tarde cuando nos detuvimos en la caseta de cobro de Suchixtlahuaca, y después de estirar las piernas nos dirigimos a unos tacos de carretera, sin nombre, sin sillas, un par de toldos y sombrillas a la orilla del camino. Tortillas de mano con arroz, salsa bien picante, encurtido de habanero y cebollas, chiles rellenos de queso o milanesas empanizadas de pollo. Todo bien hasta que, para mi grata sorpresa, había también tacos de chorizo argentino. Me pareció curioso y atrevido; al probarlos me topé con un manjar sin igual, no era el plato de estrellas Michelín, pero sin duda fue una revelación que bien pudo ser un choripán en otra vida, pero en ésta me atrevo a llamarle manjar, deleite y más de lo que esperaba en la carretera.
Viernes: Ajetreo por Coyoacán
Recorrí las calles de este pequeño pueblo dentro de la gran ciudad: la fuente de los coyotes, el mercado de las empanadas, la bulliciosa comunidad atiborrada de extranjeros, que por un momento me hicieron olvidar que estaba en medio de una gran urbe. Acudiendo a citas de trabajo me desviaba por varias calles guiado por mi olfato y descubría panaderías mantequillosas, restaurantes duramente especiados y el aroma del suadero grasoso. No atinaba a elegir en dónde comer así que asistí a una reunión en un café del montón, Boicot Café que, a la vuelta de la alameda principal, se erigía como un pletórico restaurante con un gigantesco menú, terminé entonces mi reunión y mientras escribía otra colaboración percibí aromas peculiares en su barra, cítricos, lácteos, té. Garantizo a usted que ésta no es una colaboración pagada, el pago lo realicé yo al enterarme de una barra de matcha. La popular bebida super explotada actualmente que reúne el polvo de hoja de té de origen japonés normalmente consumida con azúcar (demasiada) y leche. Sin embargo, ellos se atrevieron a un poco más, primero dejando expresar sus sabores marinos como el alga o la sal de mar acompañados con extractos de fruta, leches vegetales o alcoholes. Y de acompañamiento (pues esta vez el manjar fue líquido) un buen cuernito, tostado y aderezado con cebollas caramelizadas. Muy al estilo de la Capital.
Sábado: El Club del Gourmet
Decidí adentrarme en ligas mayores. Maravillosos vinos de cepas Garnacha, Sirah o Chardonnay perfuman el ambiente, bulliciosa tarde con un sol agradable para degustar pequeñas pruebas de múltiples cavas, escuchar discursos bien intencionados de los demostradores y, cómo no, también probar chocolates exquisitos, comida de medio oriente o jamones curados, y entre tanta sabrosura un proyecto llamó mi atención.
Shaktea, empresa dedicada a la importación de té, presente con una gala de algunas de sus mejores hebras. Probé el auténtico té chino, infusionado con agua caliente a la temperatura ideal, y otro mezclado con leche y frío, levemente dulce, que explota en boca y deja sabiendo que no todas las bebidas debían ser cargadas, tánicas o alcohólicas. Para cuando la tarde se instaló, y comenzó a correr el viento frío, el té fue la elección correcta. Shaktea trabaja desde Oaxaca; brinda una manera diferente de probar el té, redefiniendo lo que sabemos de él, y entretejiendo leyendas antiguas que provocan ganas de probar más, de ver al dragón que los representa y, ¿por qué no? de experimentar un mayor sabor. El Club del Gourmet es el espacio donde sin misticismo alguno, las personas llegan con muchas ganas de probar y con el impulso de comprar, que se mezclan en el ánimo que inspiran productos de alta calidad.
Domingo: Xuva’ Culinaria
Un domingo a la oaxaqueña no es lo mismo si no se empieza con tamales. Juan Xuva’, chef del restaurante homónimo en Santa María La Ribera, hace gala de su herencia indígena de la nación tacuate con un par de platos exquisitos, empezando con un café de olla que desprende su aroma inconfundible a panela y canela, pero con la particularidad del anís estrella que me transporta a la tierra donde el Dios nunca muere, pero no a la del andador turístico y Santo Domingo, sino a esa Oaxaca que atesoramos en nuestro corazón, esa de caminos de tierra, amaneceres fríos y cocina de leña… Al sentarme a la mesa, luego del exquisito café llega una cazuela de salsa de queso con chile costeño, con tortillas de mano recién bajadas del comal.
Continúa el festín con tamales de hongos barnizados en mole negro, y rematando con una tarta de mamey, el toque gourmet. Qué rico es asistir a un desayuno dominical en mi tierra sin viajar kilómetros físicamente. En el retrogusto de este desayuno me queda la frase de Juan Rulfo en su obra Pedro Páramo. “Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace” y qué buenos sorbos sirven aquí. En Xuva’ se come con las manos, pero se saborea con el alma.
Lunes: Mendl Delicatessen
Soy un fan declarado de los emparedados, la forma en que se puede recurrir a sabores y mezclas atrapadas en dos piezas de pan siempre me obligan a forzar la imaginación, aunque a veces los clásicos superan por mucho a las invenciones contemporáneas. Posterior a un día amplio con una jordana exitosa y un clima agradable acudí a Mendl Delicatessen gracias a la invitación de un gran amigo. Un proyecto que visualmente te transporta a la Europa algo oriental, con lonjas de pescado expuestas por diferentes tratamientos y una aromática barra de panes, la carta expone una variedad de comidas antojables con notable inspiración judía. Hacía tanto que no veía Latkes en una carta de restaurante. Curiosamente, mi amigo y yo coincidimos en la elección de plato. Un clásico de los emparedados, Grilled Cheese con cebollas caramelizadas, un sándwich nada del otro mundo, armonizado en pan de masa madre, mezcla de quesos y buena mostaza. Que sea un plato sencillo no lo hace demeritable, por el contrario, llegó a la mesa un emparedado de corte transversal, con pan bien ejecutado y perfectamente tostado, el queso cremoso y las cebollas, un buen complemento. La salsa macha en la mesa no resaltaba por si sola, pero estamos de acuerdo en que un buen trozo de pan no desprecia una salsa aceitosa con sabores conocidos, chiles y semillas. El bocado fue consumido con celeridad, comida rápida en su máxima expresión. ¡Muy buena comida rápida!
Mates: El Retorno
Tenía el tiempo en contra, la hora del regreso a Oaxaca estaba pactada en un boleto de autobús que, pasara lo que pasara, partiría puntualmente. Apuramos la ronda de negocios y concretamos encuentros futuros para concluir la jornada pasado el medio día, contento por las gratas experiencias. Una nada despreciable bolsa de cacahuates picantes fue mi plato del martes, y no me malentiendan, la disfruté muchísimo, con el retrogusto del té, el vino, el pan y la salsa.
Resulta entonces que a veces las mejores experiencias no son lo que consumimos, o al menos no alimentariamente, sino dependen de lo que somos, de quienes nos rodeamos y de cómo lo disfrutamos. A veces el mejor retrogusto no es el de un plato costoso sino de la inversión de tiempo que realizamos con aquellas personas gratas, admirables, increíbles. Al final, el manjar más exquisito es aquel que se disfruta en la compañía de aquellos que nos importan y que, al igual que los sabores, permanecen en nuestra memoria.