ZAGREO Y.*
La única vez que coincidí con el escritor Enrique Vila-Matas yo era un idiota de veintipocos años y apenas y pude preguntarle si le gustaba el pulque. Pero entre la confusión y la efusividad que rodeaba ese primer encuentro recuerdo muy bien uno de los pocos consejos útiles que un escritor famoso me regaló: “Busca lectores, no espectadores”.
Por supuesto que el consejo de Enrique pasó desapercibido en toda mi vida de universitario y también en mi insípida carrera como escritor. Cuando a mis lecturas públicas y presentaciones llegaban cinco personas, de las cuales cuatro eran mis amigos y una buscaba otro evento o llegaba por confusión, entonces comenzó a importarme un carajo lo que decía o si vendía libros o si pasaba algo importante.
El problema iniciaba cuando la gente llegaba a las presentaciones y abarrotaba los lugares. Entonces veía los ojos expectantes, las miradas escrutadoras y las fotos por todas partes. Con tanta gente poniendo atención comencé a preocuparme en qué decir, o si lo dicho realmente sería escuchado por los espectadores. Fue así que recordé las palabras de Vila-Matas: “Lectores, no espectadores”. Qué importaban las fotos y reflectores si al cabo nadie leería mis libros.
En mi bellísimo pueblo las actividades culturales siempre han estado relacionadas con el baile y la música. Es decir, manifestaciones artísticas con una naturaleza performática. Bailes tradicionales de las diversas regiones oaxaqueñas y bandas populares ejecutando piezas conocidas por la mayoría de los espectadores. De tal manera que cualquiera que haya visto trece veces el Jarabe Mixteco o el Fandango Istmeño tiene el criterio suficiente para decir si acaso los ejecutantes lo hicieron mejor o peor que el año pasado.
Caso contrario con las presentaciones literarias. Este año y en el marco de las actividades culturales de mi comunidad, invitados por el regidor de Hacienda, Francisco García Reyes; la regidora de Educación, Maricela Gutiérrez Vázquez; y con la venia del cabildo y el presidente Juan Alberto García Raymundo, una tercia de escritores publicados por Matanga y su servilleta hicimos nuestro numerito frente a una multitud para la cual no estábamos preparados simplemente porque no esperábamos tanta audiencia.
Antes de pensar en el fracaso rotundo de una lectura pública donde los espectadores están más preocupados por las fotos o por mirar el celular, recordé las palabras de Vila-Matas. Las presentaciones de libros tienen un fundamento más simple que un baile o un concierto. En las presentaciones no puedes leer todo un libro o un cuento entero porque aburres a los espectadores, sobre todo cuando compartes foro con músicos y bailarines. La presentación literaria tiene otra naturaleza. A mi ver su función radica en que los espectadores conozcan el rostro de los autores. No puedo atreverme a decir que su función es vender libros porque muchas veces un auditorio de más de quinientas personas no garantiza ni quince libros vendidos.
Si como autor en una presentación te preocupas más por la cantidad de libros que vendes, entonces eres un comerciante y los comerciantes generalmente no presentan libros. Este extraño comportamiento se comienza a observar en algunos autores de editoriales independientes. Autores que muchas veces invierten su propio dinero en autopublicarse y que a la hora de presentar sus libros están más interesados en la venta que en el mensaje, es decir, buscan más espectadores que lectores, este hecho puede ir cambiando entre más incluidos estemos los escritores en los eventos culturales populares, más sencillo será cerrar la brecha entre espectadores y lectores, de forma que un autor no se preocupe por la venta si no por el vínculo genuino que surge cuando alguien lee un libro.