ANTONIO PACHECO ZÁRATE*
Sin importar cuál sea nuestra meta en la vida, por lo general requiere de disciplina, sacrificios y un poco de suerte, de un punto de inflexión a veces oculto en un hecho fortuito o de vivencias cuyas cicatrices habrán de mostrarse con orgullo en el futuro.
María Elisa Ruiz Hernández nos acerca a la vida y desmesuras de diez personajes de la cultura en el estado de Oaxaca; al modo en que sortearon el destino para ser quienes son o fueron (algunos una leyenda hoy día).
Rito Marcelino Rovirosa, Ignacio Ortiz, Rodolfo Morales, Andrés Henestrosa, Lila Downs, Natalia Toledo, Marco Antonio Petriz, Macario Matus, Carlomagno Pedro Martínez y Héctor Martell. La mayoría de ellos pudo codearse con los grandes maestros de su tiempo. Y todos, en el momento de las entrevistas, parecen ajenos a su propio lugar en la historia.
Como en cualquier listado, el lector opinará que ni están todos los que son, ni son todos los que están. En alguna entrevista la escritora contará del criterio de selección, pero en ningún caso hay desperdicio: Lila Downs, su vergüenza por el origen, la coincidencia que provocó la reconciliación y el proceso antes del orgullo; Rito Marcelino Rovirosa y la injusticia que irónicamente lo condujo a convertirse en pieza importante de nuestra música; Natalia Toledo y una poesía que nació con el objetivo de que las cartas que enviaba a su padre no terminaran en el basurero; Andrés Henestrosa y las mujeres de su vida; entre otros.
¿Y la maestra Ruiz estuvo frente a todos ellos? Es lo primero que uno se podría preguntar al terminar la lectura. ¿Alguna entrevista tendrá tintes ficticios? Todas las realizó ella y en cada una respetó la voz de su entrevistado, además de conservar las muletillas que tienen o tenían al hablar y que los periodistas suelen cambiar o eliminar para conseguir un texto más limpio, y que aquí resulta en una paleta de colores.
Cómo habría disfrutado ver los gestos de la autora durante una de las conversaciones que quizá resulte polémica hoy día, la que mantuvo con Héctor Martell —el de Amor añejo—. Personajazo. Políticamente incorrecto. Y es que creo que aguantar la risa ante determinados comentarios o chistes no es más que hipocresía; lo que uno debería es tener la educación o la reeducación necesaria que hicieran por sí mismas no hallar gracia en ellos. Pero Martell dice “esta boca es mía”. Y cualquier reclamo, pienso yo: al buzón de san Pedro.
En el transcurrir de las páginas la autora permanece fuera de foco, en silencio, sin manosear los conceptos, encadenando las “escenas” y dejando fluir a sus entrevistados, pero aportando a la vez un ritmo ágil a la edición de una obra que huye de quedar en una recopilación de entrevistas y consigue ser una verdadera aproximación a la desmesura del alma y de la vida de cada uno de ellos.
Este trabajo obtuvo el Premio Parajes de la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca en 2020. Como el resto de los premiados recibió una promoción casi nula, además de carecer de una portada personalizada como lo merece cada libro, por más que alguien me explique que así se editan las colecciones.
De lectura imperdible, y para la que no hay pretextos si la versión digital es gratuita en:
Antonio Pacheco Zárate es integrante del Colectivo Cuenteros. Autor de la antología de cuentos “Sol de agosto” y de la novela “Centraleros”.