El principal dilema que dejó abierta la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños no fue el incidente entre presidentes por los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, sino el planteado entre una OEA sin Estados Unidos o un tratado de integración comercial subordinado a las necesidades de recursos, dominación productiva y de consumo de la economía estadounidense.
La CELAC arribó a Palacio Nacional con el entusiasmo de liquidar a la OEA como –en palabras de Fidel Castro en 1962– el “departamento de colonias” de la Casa Blanca, pero terminó su sesión con la propuesta del presidente López Obrador de buscar un tratado de tratados entre la desorganizada comunidad latinoamericana con sus experiencias frustradas de la Alianza Bolivariana y el Mercosur y el exitoso tratado de comercio libre de Norteamérica entre México, Estados Unidos y Canadá.
El problema, sin embargo, se profundiza en cuanto a dilema: el espíritu nacionalista, social y geopolítico de la región latinoamericana y del Caribe es excluyente de un tratado comercial que tendría que realinear las economías subdesarrolladas y de suyo explotadas por el mercado capitalista estadounidense.
La globalización de mercados fue el símbolo de la victoria ideológica, militar y geopolítica de Estados Unidos y su capitalismo contra el modelo de comunismo de Estado de la Unión Soviética y sus satélites, teniendo muy cerca el ejemplo tipológico de la economía “marxista-leninista”, irrevocable en términos constitucionales, de la Cuba revolucionaria. Los términos geopolíticos de la globalización de mercados contenidos en el TCL mexicano se encuentran en el varias veces citado aquí mismo Memorándum Negroponte, un texto oficial de 1991 del entonces embajador de Estados Unidos en México y por lo tanto operador directo del contenido y significados del TCL. Una frase de ese documento resume en toda su dimensión estratégica la vinculación entre comercio y dominación geopolítica:
“Un TCL institucionalizaría la aceptación de una orientación estadunidense en las relaciones exteriores de México”. (Memorándum Negroponte, en (https://seguridadydefensa.mx/zonazero/zona-zero-n-47/)
La finalización de la política exterior mexicana solidaria con las luchas nacionales de los países y pueblos explotados fue el costo aceptado por el presidente Carlos Salinas de Gortari para conseguir un compromiso globalizador que multiplicó por diez el comercio exterior mexicano, aunque sin resultados concretos en una mejor distribución social de la riqueza.
La Declaración de la Ciudad de México de la VI Cumbre de la CELAC contiene enfoques, interpretaciones y objetivos diferentes a los compromisos geopolíticos que conlleva todo tratado comercial. En los hechos, la mayoría nacionalista y populista de los gobiernos latinoamericanos y caribeños contrasta de manera exacta las intenciones de la economía estadounidense a través del comercio exterior pactado de seguir por el camino de la exacción de recursos de los países de la región.
A partir de la motivación impulsada por la revolución cubana en 1959, América Latina abrió un camino de búsqueda de un modelo de desarrollo ajustado a sus apremios de desigualdad social, de un nuevo pensamiento económico que rompiera con la dependencia cultural del capitalismo-neoliberalismo de Estados Unidos y de un modelo político de democracia como igualdad social y no como un mercado de beneficios del poder.
En el sentido del dilema EU-tratado comercial, los jefes de Estado y de gobierno de la región latinoamericana y del Caribe quedaron más enredados en sus contradicciones internas. El debate entorno a los casos políticos de Cuba, Nicaragua y Venezuela son, en el fondo, expresiones políticas del conflicto de definiciones económicas y de desarrollo del papel de los gobiernos en términos de compromisos populares, al margen del componente menor de los vicios y excesos cesaristas de los gobernantes.
La reunión de la CELAC fue otra oportunidad –no la mejor ni la más estimulada– para llevar a los países subdesarrollados, dependientes y capitalistas de la región a un nuevo modelo de desarrollo con autonomía relativa del capitalismo geopolítico estadounidense. Y no quedaron indicios optimistas de que los asistentes hubieran entendido la lógica del conflicto desarrollo-democracia-geopolítica.
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