La crisis de Cuba no tiene que ver con Estados Unidos, sino con el mito de la revolución cubana. El general Cárdenas, por ejemplo, admiró al movimiento revolucionario, pero nunca quiso fundar un Estado comunista en México ni imitar a La Habana.
La revolución cubana se inició en 1953 con el asalto al Cuartel Moncada que llevó a prisión a Fidel y luego al exilio mexicano y terminó en octubre de 1968 cuando el comandante Castro como jefe del Estado cubano apoyó la invasión soviética a Praga para aplastar con tanques rusos la experiencia de socialismo democrático.
Como producto de un pacto secreto de la Casa Blanca con el Kremlin en 1962, el gobierno estadunidense se comprometió a nunca invadir Cuba. Las restricciones a una parte del comercio con Estados Unidos fueron idealizadas por Fidel como un bloqueo que, a su parecer, ha mantenido a Cuba en la miseria. Sin embargo, La Habana puede comerciar con cualquier país del mundo.
La crisis de producción y bienestar de Cuba se debe al modelo económico comunista de Estado absoluto –“el sistema socialista es irrevocable”, señala el artículo 4 de las Constitución cubana– y no al bloqueo, con un partido “único, martiano, fidelista, marxista y leninista –artículo 5– y una economía operada por el Estado sin empresa privada.
La esencia de la propuesta de Fidel Castro fue la configuración de un país con una doble dimensión: la simbólica con la revolución cubana que ha idealizado el mundo y la real con un Estado con funciones institucionales nacionales e internacionales. La estrategia del Comandante en Jefe fue imponer al Estado cubano como una revolución en acto y a la revolución como un Estado institucionalizado.
La revolución cubana determinó la esencia de la izquierda mexicana del PRI nacionalista revolucionario y de la socialista —México y la revolución cubana, Olga Pellicer, 1972, El Colegio de México– de los sesenta y setenta, sobre todo los gobiernos de Adolfo López Mateos –“mi gobierno es, dentro de la Constitución, de extrema izquierda”, 1 de julio de 1960–, Luis Echeverría y José López Portillo. El neoliberalismo De la Madrid-Salinas manipuló a Castro para negociar relaciones con Estados Unidos, Zedillo lo desdeñó y Fox humilló a Fidel con el “comes y te vas”.
En los hechos, Cuba, la revolución cubana y Fidel fueron una moneda de negociación de México en sus relaciones bilaterales con EU: administrar la revolución cubana para abandonar su línea guevarista de exportación y hacerle el trabajo de obra negra a los servicios de inteligencia estadunidenses. La influencia ideológica de Cuba fue simbólica en las revoluciones de Nicaragua, Panamá, Granada, El Salvador y Chile. Y Cuba aceptó el control diplomático de México porque lo necesitaba como escudo ante las tentaciones invasoras.
El simbolismo de la revolución cubana no convenció a latinoamericanos de imitar la vía marxista-leninista de partido único. La relación de protección mexicana a Cuba terminó aquí con el emblema de la revolución cubana cuando Fidel Castro arribó a la toma de posesión de Carlos Salinas de Gortari en diciembre de 1988 para avalar sin rubores el fraude electoral contra el candidato de la izquierda que representó Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del Lázaro Cárdenas que apoyó sin condiciones a la revolución y que inclusive estuvo a punto de ir a pelear en 1961 a Playa Girón contra la invasión patrocinada por la CIA. Castro traicionó el compromiso moral con Lázaro Cárdenas y se sometió a los intereses proestadunidenses de Salinas de Gortari.
En este contexto, muchos mexicanos progresistas simpatizantes de la revolución cubana tienen razones reales para corresponsabilizar a Fidel Castro de la entronización del neoliberalismo salinista y de la traición histórica al socialismo cardenista. Y hoy la revolución cubana del dictador y represor Raúl Castro –el hermano incómodo de Fidel– está gastando sus últimas fichas en el apoyo del presidente López Obrador, adversario histórico del neoliberalismo salinista.
Hoy como antes, los apoyos oficiales a la revolución cubana no representan un compromiso de aplicación absoluta de ese modelo marxista-leninista en México por la sencilla razón de que la revolución cubana hace tiempo murió y los cubanos comienzan a rebelarse.
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