Fotografía: CUARTOSCURO
Luego de ser aplastada en la elección interna que no se atrevió a impugnar y de renunciar al PRI, la exsecretaria peñista del PRI Ivonne Ortega Pacheco decidió hacer una gira nacional para reunirse con la militancia que le negó el voto. En los hechos, se trata de una estrategia que le abrirá las puertas de Morena o de cualquier otro partido político.
La elección interna en el PRI prendió algunos focos de alarma en los demás partidos: el partido-movimiento lopezobradorista se está desgarrando en su interior en un proceso natural de supervivencia de las especies más fuertes, el PAN no alcanza a reorganizarse por la configuración tibia de tribus y el PRD no tendrá remedio.
En su campaña y con el efecto en el ambiente político, el PRI logró fijar sus tres problemas principales: el saldo negativo del desgaste de noventa años de política, la falta de autocrítica real contra el populismo devastador y el neoliberalismo antipriísta y sobre todo la corrupción generalizada. El liderazgo del nuevo presidente Alejandro Moreno Cárdenas Alito está urgido de un nuevo punto de partida ideológico, de una reorganización a fondo de las corporaciones y de un discurso hacia adelante.
El saldo social, político y económico del PRI ha sido nefasto, pero ha dejado un indicio interesante: su capacidad de reorganización. Ortega Pacheco representaba al viejo-viejísimo PRI y la figura de Alito fue diferente y tendrá que consolidarla con una mayor presencia mediática de fondo y no sólo de frases de la coyuntura.
El PRI tiene a su favor que el gobierno lopezobradorista no ha representado ninguna reforma de sistema, de régimen o de Estado; peor aún, su modelo es restaurador del funcionamiento del viejo régimen priísta en sus tiempos de dominio político y mediático, un espacio, por cierto, donde el PRI podría perder si busca también la restauración.
El principal problema del PRI son las viejas figuras: el priísmo rancio de Ortega Pacheco, el salinismo anti priísta y neoliberal que carece de destino histórico, la influencia de los figurones del gobierno de Peña Nieto, el lastre de los viejos sectores corporativos sin representación de clase que ideó Lázaro Cárdenas y la falta de deslindamiento de la corrupción.
El sistema de partidos está colapsado porque ninguno ha entendido el desafío que presenta el proyecto de reorganización del sistema político priísta del presidente López Obrador. El mensaje presidencial de deslindarse de Morena es otro factor de colapso del juego político de los partidos que mandaría un mensaje hacia la elección federal de 2021: Morena iría sin la figura de López Obrador, aunque su próxima dirigencia fuera leal al presidente de la república.
El PRI tuvo a su favor el hecho de haber nacido desde el Estado y su colapso comenzó cuando el Estado con Salinas –el Estado autónomo tipo Theda Scokpol– se deslindó del PRI y quiso sustituirlo por los Comités Pronasol; días antes de su asesinato, Luis Donaldo Colosio, artífice de esa propuesta salinista, se dio cuenta a tiempo y buscó una salida lateral con la reforma democrática que había pactado con Manuel Camacho Solís.
Ernesto Zedillo no tuvo tiempo ni espacio para construir una nueva relación presidente-partido y prefirió la alternancia a entregarles el PRI a Manuel Bartlett Días o Roberto Madrazo Pintado. El regreso del PRI en 2012 fue producto de la imagen de Enrique Peña Nieto, pero el voto de castigo en su contra fue demoledor: los priístas prefirieron votar por López Obrador y su propuesta populista.
No hay secretos que expliquen la sobrevivencia del PRI; sí hay indicios: la construcción de un pensamiento histórico dominante que absorbió la historia nacional como propia; en ésas anda el presidente López Obrador, aunque no alcanzará sus objetivos porque carece de una base intelectual en su partido y no ha sabido utilizar el discurso para construir una narrativa social. El PRI perdió su espacio político histórico a lo largo de los 35 años de neoliberalismo –una generación de mexicanos– y ahora su dilema es: recuperar el discurso histórico cohesionador o pregonar en el desierto sin ideas.
Si se revisan a fondo las iniciativas del proyecto lopezobradorista, en realidad no hay una sustitución de proyectos y sus correlativas fundamentaciones políticas, sino una denuncia real a la corrupción o perversión del modelo social priísta que fue saqueado por los priístas.
Lo ideal para la nueva dirigencia priísta sería la congelación de derechos partidistas a todos los señalados por la corrupción, comenzando por Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto. Y luego estaría el otro desafío para Alito: un discurso articulado del proyecto del PRI, aterrizando su propuesta ideológica de socialdemocracia; el PRI tendría a favor el hecho de que sería el único partido que podría rescatar el alegato histórico de la Revolución Mexicana que el partido Morena ni siquiera ha entendido y que el PRD cardenista de manera lamentable desdeñó en su lucha por posiciones corruptas de poder.
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Política para dummies: La política es el juego del poder siempre a favor de alguien.
@carlosramirezh