Ella habló por teléfono pero la comunicación estaba llena de interrupciones; ella preguntaba qué es narrar, ¿Narrar sobre lo que vemos?, es muy reducido, respondió. Ella preguntaba y ella misma respondía. ¿Narrar lo que imaginamos?, sería infinito. ¿Qué es narrar?, los muros de las casas cuentan historias, amores, traiciones.
Ella había llegado como brigadista comunitaria luego del terremoto del 7 de septiembre, llevaba un pequeño tatuaje de una mariposa en el tobillo derecho que apenas se veía el extremo de las alas abiertas bajo el dobladillo de los pantalones. Los trabajos para responder a la emergencia causada por el sismo nos habían juntado, yo andaba desempleado, sin estudios, sin futuro.
En los escasos momentos de descanso ella escribía en una pequeña libreta que llevaba en su mochila, encendía un cigarro y miraba el aire, concentrada. Por ahí me fui acomodando, por la escritura. Yo también escribo, tengo una libreta que oculta entre la funda de mi almohada, mi madre me reprende si me encuentra escribiendo, “no pierdas el tiempo”, dice.
Ella, la brigadista, es una mujer que escribe, por eso busqué su amistad. Interrumpía el trabajo en el centro de acopio de la base aérea de Ixtepec, buscaba una sombra y tomaba su libreta, la mirada en un punto fijo del aire, el sudor de su frente como si buscara las palabras para narrar un crimen.
___ El crimen ocurre en el orden del lenguaje –dije.
___ Eso es Ricardo Piglia mal digerido –ella respondió con una sonrisa.
Ella regresó a la ciudad de México a gestionar más donaciones, apoyos para la gente afectada. Los trabajos de la reconstrucción habían iniciado pasada la demolición de los edificios dañados. El gobierno, el ejército marcaban el ritmo de la vida cotidiana con sus exhortos, advertencias, requerimientos y formularios repletos de nombres y direcciones que recordaban a los muertos. La rapiña se había desatado, los que no sufrieron daños pedían apoyo, tarjetas bancarias. Los que supieron que no recibirían ayuda tomaron las armas, asaltaban a plena luz del día.
Ella volvió con ayuda, despensas y programas de gobierno para la reconstrucción. Le preocupaba la repercusión de la desgracia en los niños, la forma en que afectaría la conducta, las consecuencias. Con la reconstrucción la gente se vuelve anónima porque los nombres causan daño; el nombre hace palpable la condición de desgraciado.
___ Toda teoría pierde validez –dijo-, nuevo escenario nuevos flujos de información.
___ ¿El gobierno entiende esto o se resiste? –pregunté.
Las alas de la mariposa en el tobillo no tenían descanso. Ella entraba a levantar encuestas a los callejones, las calles apartadas; la periferia. Yo intenté seguirla, darle protección pero ella no quiso que la acompañara.
___ No interrumpas tu trabajo –dijo.
La reconstrucción no tiene final. A lo nuevo causado por el sismo se le suman carencias antiguas, rezagos. Donde no hay agua entubada falta la pavimentación, la energía eléctrica, programas de salud; todo se convirtió en cuarteaduras. En la reconstrucción todo está por hacer y de lo que más se carece es de tiempo para hacer el trabajo, los programas. Todo resulta urgente y necesario y todo representa atraso. No hay esfuerzo ni tiempo que rinda para levantar nuevamente el orden de las cosas.
___ Quiero acostarme contigo –dijo ella.
Para cuando buscamos lugar dónde pasar la noche el cuerpo se nos llenó de necesidad; todo tiembla, las réplicas no paran y no era nuestro deseo dormir con miedo bajo un techo.
___Tendamos la hamaca bajo los árboles –dijo ella.
___ No, es peligroso –respondí convencido de que yo estaba a cargo de protegerla.
Aquella noche pude entender el secreto de la mariposa, su tatuaje. Ella regresó a la ciudad, la emergencia por otro sismo la llamaba.